Fernando Mires - EL SALUDO



Fue un perfecto saludo nazi. Si alguien tiene a su disposición el vídeo, puede verificarlo. Primero, la mano en el corazón, después enérgicamente extendida con la palma hacia abajo. Pero eso no quiere decir que Elon Musk sea un nazi. Hasta ahora no se ha escuchado de él ningún discurso sobre la superioridad de alguna raza, aunque sí sobre la extensión de los EEUU, la que de todas maneras no es equivalente al Dritte Reich de Hitler. Cuando más, para ponernos de acuerdo, Musk es un facho, es decir un anti-progre, lo que es algo distinto.

Como hemos afirmado en otras ocasiones, fachos y progres son dos especies de la fauna política extremista de nuestros días. Se odian, se detestan entre sí, basta ver las páginas de Twitter, perdón, de X. Cierto también es que Musk cultiva extensas e intensas relaciones con los partidos de la ultraderecha europea donde sí se pueden encontrar nazis, ya sea en su versión original alemana ya sea en su versión fascista italiana. No obstante, al sujeto de marras no le interesa recuperar el pasado histórico sino, como el buen hombre de negocios que es, sí le interesa el futuro, aunque sea al precio de cambiar el pasado, como por ejemplo cuando concedió razón a la lesbiana antilesbiana alemana Alice Weidel el día en que ella afirmó muy suelta de cuerpo que Hitler era comunista. Se entiende: el hombre de negocios que es Musk no busca con pasión la verdad histórica sino la verdad que él necesita, aunque sea una horrible mentira. Un Hitler comunista, claro está, le conviene más a Musk que un Hitler nazi. Viéndolo así, Musk no es nazi ni fascista, ni siquiera es facho. Solo un simple trumpista.

LA TOMA DEL PODER POLÍTICO POR LA ECONOMÍA

Pero, ¿para qué necesita Musk hacer el saludo nazi? Aquí no importa saber si fue un acto consciente o inconsciente, el hecho es que lo ejecutó con firmeza y resolución. Evidentemente se trata de una provocación. ¿A quién? Por supuesto, a los enemigos de Trump-Musk. Y bien, sus enemigos son lo que ellos llaman comunistas, vale decir los socialdemócratas y liberales, más todos los que no crean en los que ellos creen. ¿Y hay una provocación más grande para "los comunistas" que hacerles un saludo nazi en su propia cara?

Está claro, el saludo de Musk fue una declaración de enemistad a sus enemigos. Consciente o inconsciente, repetimos, no viene al caso. Nosotros, quiso decir el gesto, somos vuestros enemigos radicales. Visto así, podríamos pensar que Musk se está convirtiendo ante Trump, además de financista y compañero de ruta, en algo parecido a lo que es Dmitri Medevev para Putin: un personaje que dice y hace lo que Putin piensa pero que, de acuerdo con su investidura, no puede decir. Musk sería, visto así, el otro yo de Trump. En el caso estadounidense se trataría de una sociedad entre dos hombres: el propietario del capital y el propietario del estado nacional, alianza que constituye la principal diferencia entre el Trump del gobierno anterior y el Trump del gobierno actual.

El brillante académico y político canadiense Michael Ignatieff piensa que Trump es un embaucador, pero que sus engaños están orientados en el marco de un proyecto que no pudo realizar durante su gobierno anterior, a saber, convertir a EEUU en la primera nación económica del planeta, bloqueando el avance de China con medios poco convencionales aunque no militares. En ese sentido, no lo dice Ignatieff, pero de su exposición se deduce, el segundo Trump, gracias a la alianza contraída con hombres como Musk, Bezos o Zuckerberg, dispone de un potencial económico mucho más poderoso que antes.

El Trump del 2025 sería algo así como el del representante de un poder económico mundial, el norteamericano, en expansión. A diferencias de Xi Jimping que representa una clase colectiva de estado que controla a la oligarquía económica, y a diferencias de Putin que permite el crecimiento de la oligarquía económica bajo la condición de que no se meta en política, Trump- Musk son representantes directos de la oligarquía económica norteamericana y, como tales, según Ignatieff, han desarrollado un programa de expansión económica que parte de Groenlandia, sigue por Canadá, pasa por México y Panamá, atravesando toda Sudamérica, hasta llegar al extremo sur de Chile. En buenas cuentas, una nueva versión del "espacio vital" hitleriano. Pero con una diferencia. Para Hitler ese espacio era geopolítico, para Trump en cambio, es geoeconómico. Esa al fin es la doctrina Trump. Su quinta esencia es la geoeconomía. Doctrina que, por supuesto, es compartida por Elon Musk. El saludo hitleriano de Musk podría ser visto también como un símbolo casi onírico de una nueva alianza económica y política.

Para el también brillante opinador del ABC de España, Guy Sorman, el problema no es Trump sino Musk. Trump, argumenta Sorman, es el mismo de antes. Pero el agregado Musk lo convierte en algo distinto: el símbolo del poder económico imperial de los EEUU. Trump, así lo ve Sorman, solo sería un instrumento de Musk y de su élite multimillonaria mundial. La deducción de Sorman parece ser correcta. Sin embargo pasa por alto el hecho de que Musk, desde los puntos de vistas políticos y geopolíticos, no jugaría ningún papel si Trump no fuera presidente de los EEUU.

Musk necesita de Trump para ser Musk y Trump necesita de Musk para ser Trump. O en otras palabras: Musk tiene los medios y Trump tiene los fines. No el uno o el otro son los más importantes, sino la alianza de ambos. Gracias a Trump, para quien la economía es todo, Musk, Bezos, Zuckerberg y otros, pueden erigirse como configuradores de la geoeconomía mundial. Esa es al menos la ambición que comparten entre sí. Estamos, para decirlo en breve, ante un periodo histórico donde el poder de la política está a punto de ser sustituido por el poder de la economía. La política, por cierto, no desaparecería sino, lo que es peor, sería subsumida bajo la dominación absoluta del capital. ¿Suena a marxismo leninismo? Exacto. Trump, Musk y otros están a punto de realizar la utopía negativa de Lenin: "el imperialismo como fase superior del capitalismo".

Sin embargo, alguien que nunca podría haber sido seguidora de las ideas de Lenin, me refiero a Hannah Arendt, también pensaba que, en determinados momentos, el poder económico puede destituir al poder político, hacerse de él, e imponer sus condiciones ya sea a nivel nacional o a nivel mundial. En su texto clásico "Los Orígenes del Totalitarismo" podemos leer: "En la era del imperialismo, los hombres de negocios se convirtieron en políticos y fueron aclamados como hombres de Estado, mientras que a los hombres de Estado solo se les tomaba en serio si hablaban el lenguaje de los empresarios con éxito". Afirmación que parece leninista, pero no lo es.

ENTRE LENIN Y ARENDT
Para Lenin, recordemos, el imperialismo era una fase en el desarrollo evolutivo del capitalismo mundial. Para Arendt, en cambio, la toma del poder por los capitalistas es un peligro constante en todas las naciones capitalistas, el que puede aparecer en cualquier momento, sobre todo cuando los soportes que dan vida a la política comienzan a resquebrajarse. En efecto, es así; cuando una crisis política se transforma en crisis de la política, surgen vacíos que atraen con fuerza a otros poderes no políticos para que ocupen su lugar. En algunas ocasiones esos vacíos atraen al poder militar; en otros al poder unipersonal; en otras a movimientos populistas; y ahora, en los EE UU, a los poderes económicos. No todos los políticos desaparecen, por supuesto. Las instituciones políticas tampoco, pero sí se ponen al servicio de la lógica de la razón económica. Así se explica también porque Trump y Musk desprecian a la mayoría de los gobiernos europeos, sujetos todavía al pacto social-liberal. Entonces entendemos mejor el amor que siente Musk por los poderes anti-democráticos y antiliberales que asolan a Europa así como el obsceno acercamiento del plutócrata a los partidos de la derecha anti-sistema europea. Esa también puede ser la razón (consciente o inconsciente) del saludo hitleriano de Musk. No hay nada que duela más a los europeos que recordar a Hitler. ¿Una ofensa? Claro está. En la vida no política las ofensas son el pan de cada día.

Hannah Arendt vivió en EE UU durante la época de McCarthy. Pero nunca tuvo dudas en la fortaleza de las instituciones democráticas norteamericanas. Esa fue también la era en la que multimillonarios como Rockefellers, Wanderbiltz, Carnegies, J. P. Morgan, estaban muy cerca del poder político y no en pocas situaciones lo determinaban. Antes que ellos Henry Ford se atrevió incluso a decir que "todo lo que es bueno para la empresa Ford es bueno para los EE UU". Pero así y todo, una cosa es determinar el poder político por la economía y otra es sustituir el poder político por la economía. La diferencia es esta: si un estado se convierte en estado económico y deja de ser estado político, se convierte en un estado de excepción. Y justamente aquí entramos al terreno más peligroso. Trump- Musk convierten al de EE UU en un estado de excepción en un periodo excepcional como es el que estamos viviendo, un periodo de pre-guerra mundial. Es decir, cuando se hace más necesario que nunca recuperar la condición política de las relaciones internacionales.

ELON Y DONALD
La guerra es la continuación de la política por otros medios, según Clausewitz. Pero también - eso no lo dijo Clausewitz- la guerra surge del fracaso de la política. Así nos explicamos porque la lógica de la economía pura no sirve para entablar relaciones con estados anti-políticos como el de la Rusia de Putin.

Probablemente Trump pensaba resolver en un día la guerra de Rusia a Ucrania apelando a razones económicas. Pero esas razones no sirven para Putin. Recién al parecer Trump comienza a entender a Putin. El tirano ruso no quiere enriquecer a Rusia. Lo único que le interesa por el momento es recuperar todo el espacio euroasiático, cueste lo que cueste. Y si no despedaza primero a Ucrania, nunca lo va a lograr.

Putin solo puede ser derrotado con las armas y para eso son más necesarias que nunca las alianzas políticas -sí, políticas- entre las naciones democráticas. Puede que Trump, al fin y al cabo un hombre con experiencia política, al final lo entienda. El que nunca lo entenderá será Musk, quien en materia política es un analfabeto. Para él lo que cuenta es el poder y el poder siempre será poder económico. Y al escribir esta frase, comienzo a entender mejor el saludo hitleriano de Musk. Pues para tener poder hay que demostrar el poder.

Si un hombre sin poder hace un saludo hitleriano en la vida pública puede que lo lleven preso o que lo tomen por loco. A Musk no. El gesto de saludo hitleriano significa: "yo puedo hacer lo que quiero porque tengo el poder para hacerlo". Su saludo es una narcisista demostración de poder; ante sus enemigos y ante los suyos. Lo que menos importa a Musk en este caso es Hitler. Lo que más le importa es el poder y exhibirlo como trofeo. Por el momento lo ha logrado. Pero lo que nadie le ha dicho es que el poder sin límites no existe a escala humana y que quien quiera obtenerlo caerá derrumbado más abajo de sus propias sombras. Entonces Musk se transformará en lo que más teme ser: un episodio tragicómico, una anécdota más de esa tragedia sin fin que es la historia humana. 

Quizás en un futuro cercano un nuevo Charlie Chaplin filmará una película titulada "Elon y Donald", una que hará reír a las próximas generaciones -las que no los sufrieron- como cuando todavía reímos al ver "El Gran Dictador" haciendo el saludo nazi.

Referencias: 
Hannah Arendt, LOS ORÍGENES DEL TOTALITARISMO. Alianza  Editorial, 2020