Como nunca antes han llegado a articularse tantos sucesos en contra de la lucha de liberación de un país como recientemente ha ocurrido con relación a Ucrania.
INVASIONES, ANEXIONES
En el Cáucaso, Putin dejó caer a Nagorno Karabaj y con ello a un país que estaba bajo su protección, Armenia, con el propósito de conquistar el apoyo de Azerbaijan en el espacio internacional. Si lo logrará, está por verse. Para hacer efectivo ese apoyo, Putin deberá negociar con Turquía, país que hasta ahora había asumido la protección de Azerbaiján, principalmente frente a Rusia.
A la larga, de acuerdo a una percepción general, el conflicto Turquía-Rusia está programado (quizás esa es la única razón por la cual Turquía se mantiene dentro de la OTAN). Pero “a la corta”, es evidente que la entrega de Armenia a Azerbaiyán no fue gratis. El precio módico es que Azerbaiyán deje de apoyar internacionalmente a Ucrania lo que haría bajar el nivel de tensión que mantiene Azerbaiyán con Irán, a su vez el aliado militar más estrecho del imperio ruso.
Casi de un modo paralelo, en los Balcanes, justo en el momento es que escribo estas líneas, la Serbia del autoritario Aleksandar Vučić ha iniciado un acoso sostenido al Kosovo, acción que -todo apunta hacia eso - deberá ser finiquitada con una invasión y luego con una anexión. Dicha acción sería, a primera vista, una repetición revanchista de las cometidas por la Serbia de Milosevic, las que llevaron a una intervención de las Naciones Unidas, hace algo más de 20 años. Aunque también nos encontramos con una muy similar a la llevada a cabo por Rusia en vísperas de la invasión a Ucrania en febrero del 2022. Pero esta vez en mejores condiciones para Serbia, pues si Vučić consigue el apoyo explícito -el tácito ya lo tiene– de Putin, podría tener lugar una alianza pan-eslava entre Serbia y Rusia, cumpliéndose así uno de los sueños de Putin en su enloquecido proyecto de crear una gran Eurasia (equivalente a la Germania de Hitler) de acuerdo a las teorías del no menos enloquecido filósofo Aleksandr Dogin. Para cumplir esa utopía, Vučić tendría que renunciar a ingresar a la UE lo que no debería ser un problema si pensamos que la UE –originariamente concebida como una asociación de democracias- ya contiene dos autocracias: la húngara y la polaca, a la que con toda seguridad se agregará la eslovaca.
Con tres autocracias en su interior, la UE, si suma a Serbia, no haría más que desdibujarse a sí misma, más de lo que ya está. Dicho de paso, justo después de los sucesos de Caucasia y los Balcanes, el ex presidente de la comisión europea Jean-Claude Juncker advirtió frente a la posibilidad de que un país “corrupto” como Ucrania ingrese a la UE, sin haber dicho antes una sola palabra, no solo en contra de gobiernos corruptos como eran los de Rumania, Bulgaria, Eslovaquia a la hora de su ingreso a la UE, o en contra de países que han retornado a formas anti-democráticas de gobierno, muy similares a las que imperan en Rusia, como son Hungría, Polonia y la misma Eslovaquia. ¿Servilismo o miedo ante Putin? A veces no queda más que pensar eso.
De hecho, el triunfo electoral del socialdemócrata Robert Fico (en Eslovaquia los nacionalistas de ultraderecha se llaman socialdemócratas) fue un golpe durísimo no solo para la unidad de Europa sino también para la causa ucraniana. Como es sabido, Fico ganó las elecciones bajo la consigna de “ni una bala más para Ucrania”. De más está decir que su campaña electoral fue apoyada de modo masivo desde Moscú.
EL AVANCE DE LAS AUTOCRACIAS EUROPEAS
La “caída” de Eslovaquia, además de cerrar una puerta a la provisión de armamentos a Ucrania, abrirá la posibilidad para un entendimiento más intenso entre las autocracias que están surgiendo en Europa. En efecto, no está descartada la posibilidad de que sea configurada una “entente autocrática” entre Serbia, Hungría, Turquía, Eslovaquia y Polonia. ¿Polonia? Sí, Polonia.
Probablemente no es solo coincidencia que en los días en que tenían lugar los acontecimientos aquí nombrados, Polonia señalara a Ucrania que la provisión de armamentos debe ser pagada con un acuerdo especial en los precios del trigo o de otra manera será suspendida. Movida geo-económica que hace pensar en que el ultraderechista PiS está buscando un pretexto para retornar a la alianza con Hungría, cuyo régimen católico confesional representado por el partido Fidesz y su líder Viktor Orban, se parece demasiado al que prevalece en Polonia. La única diferencia que separa a ambos gobiernos es la posición frente a Rusia, y esa puede desaparecer si Polonia, como lo está haciendo, se distancia militarmente de Ucrania.
En fin, si hubiera que sintetizar el sentido histórico de los acontecimientos que han tenido lugar recientemente en Europa, podríamos decir que la constelación favorable a Ucrania ha experimentado deserciones y retrocesos. Un hecho que debe alarmar a los ucranianos y a la alianza internacional que los apoya, pero que a la vez no puede ni debe conducir a un derrotismo apocalíptico.
Hay que aceptar por ejemplo que si se volviera a repetir la votación de las Naciones Unidas que en febrero del 2023 condenó la invasión de Rusia a Ucrania de 2022 con nada menos que 141 votos, el resultado sería esta vez menos favorable a Ucrania. Quizás Putin lo tenía así calculado. Como ha apuntado entre otros, Condolezza Rice, el tiempo juega a favor de Rusia, hecho que sin duda intenta aprovechar el dictador.
No pocas naciones que hasta hace poco parecían perseguir el ideal democrático están experimentando serios retrocesos, aunque autores como Steven Levitzky indican que eso no nos debe necesariamente llevar a entonar (todavía) la marcha fúnebre del fin de la democracia liberal. Por de pronto Europa siempre ha sido escenario de posiciones extremas, tanto de derecha como de izquierda. La gran diferencia con las actuales es que estas comienzan a independizarse de su tronco originario y a actuar de modo autónomo, empujando a las derechas “clásicas” algo más hacia el centro, como lo estamos viendo en España con VOX frente al PP. No obstante, si los extremistas de derecha llegan a ganar elecciones, no lograrán por si solos la mayoría absoluta de modo que deberán gobernar sobre la base de coaliciones, o deberán lidiar con fuertes oposiciones, como han demostrado las recientes demostraciones convocadas por la oposición en Varsovia y otras ciudades polacas. La única excepción es Hungría donde el ex comunista Orban conquistó la mayoría desde una posición de centro-derecha en contra del partido fascista de La Cruz Flechada, para después asumir desde el gobierno una posición de extrema derecha, muy cercana a la de los fascistas.
Dicho a la inversa: Justamente la imposibilidad de formar coaliciones ha sido hasta ahora el obstáculo que ha mantenido a raya a Le Pen en Francia como probablemente también mantendrá fuera del gobierno a la creciente AfD en Alemania. Eso quiere decir que el triunfo de Robert Fico en Eslovaquia puede ser considerado como un duro revés pero no como una debacle con relación a la cantidad de apoyo militar que deberá seguir recibiendo Ucrania. Del mismo modo, la apertura de un nuevo frente de guerra como consecuencia del ataque perpetrado por Hamas, aún ampliándose en su escalada, no demandará demasiado esfuerzo militar de parte de Europa y los EE UU. Israel dispone de armas y recursos necesarios para enfrentar, con poco auxiliar bélico extranjero, a los ataques terroristas de Hamas e incluso a los de Hezbolah. Solo en caso de que Irán entre a participar directamente en una gran guerra mundial, será necesaria una mayor movilización militar de los países aliados. Pero en ese caso, también Rusia deberá desplazar fuerzas militares hacia el espacio islámico. Sobre ese tema nos referiremos en nuestro próximo artículo.
El hecho objetivo es que pugna entre autocracia y democracia continúa, tanto al exterior como al interior de las naciones europeas, y la última palabra no ha sido dicha. Sin embargo, no podemos obviar que la pérdida de cada bastión democrático actúa contra la independencia de Ucrania. Razón por la que nos explicamos los ingentes esfuerzos que hace Putin al financiar a los partidos extremistas de Europa.
Probablemente un ciudadano eslovaco no sabe que su voto a favor o en contra de las promesas demagógicas de un populista corrupto como Fico puede decidir la suerte de Ucrania, y con ello, del mundo. Pero así es. En tiempos de globalización, todas las elecciones locales son globales. Más aún en días de guerra. Un país ganado electoralmente para el flanco autocrático que dirige Putin, puede ser tanto o más decisivo que una ocupación militar. De modo que la guerra sirve como instrumento político, pero también la política como instrumento de guerra. Por ejemplo, a través de Fico, Putin ha ganado posiciones en Eslovaquia y, por lo mismo, en Europa.
El desafío autocrático ha llegado para quedarse. Eslovaquia no es el primero ni será el último país de Europa conquistado por extremistas. En los países escandinavos crecen y crecen y en ocasiones forman gobiernos de coalición. Lo mismo en Italia y en Austria. La división entre democracia y autocracia será la línea demarcatoria de gran parte de la política del siglo XXl, no solo en Europa, sino también, como ya lo estamos viendo, en algunos países latinoamericanos.
Las antidemocracias, en efecto, ya no son solo dictaduras sangrientas al estilo de las de Stalin o Franco. Por el contrario, mantienen una serie de formas democráticas, aunque solo sea para mostrarlas en la vitrina pública. En las palabras de Jan Werner Müller, los “dictadores del miedo” han cedido el paso a los “dictadores de la manipulación”. Para los últimos ya no es necesario asesinar a los opositores (aunque de vez en cuando también lo hacen). Basta mantenerlos mal informados o simplemente desinformados.
Hay que contar entonces con que la causa ucraniana experimentará hacia el futuro, más reveses. De hecho, Putin, además del apoyo de la mayoría de las dictaduras del mundo, comenzará a contar con el respaldo de movimientos, partidos y gobiernos autocráticos, sobre todo en Europa. Por el momento, hay puntos que favorecen esas nuevas condiciones
LOS VIENTOS SOPLAN A FAVOR DE PUTIN
De hecho, Putin cuenta en su guerra a Ucrania con cinco “aliados” objetivos:
1. La creciente y alta ola migratoria que proviene desde África.
2. Una inflación desatada que puede llegar a ser aún más alta.
3. El cansancio natural de la ciudadanía europea frente a una guerra que no parece tener final.
4. La ausencia de liderazgo político en el campo democrático.
5. Las debilidades propias al orden democrático cuando se trata de enfrentar a enemigos existenciales.
La ola migratoria no terminará, eso está claro. Pero puede ser regulada si la UE y los países miembros se deciden de una vez por todas a llevar una política conjunta. La inflación depende de factores que no pueden ser siempre regulados, pero sí aminorados con políticas coyunturales, incluyendo ciertos retardos de los programas sociales y ambientales. Partidos como Los Verdes de Alemania deberán entender alguna vez que no se puede hacer una revolución ecológica radical en tiempos de guerra y crisis económica.
El cansancio de las ciudadanías y la ausencia de liderazgos nacionales frente al tema de la invasión a Ucrania son dos temas que van unidos. Es cierto que los neo-populistas, las derechas y las izquierdas extremas, a fin de aumentar su caudal de votos, no vacilan en presentar a Ucrania como “causa” de problemas económicos. Pues bien, para contrarrestar esa demagogia fácil, están los líderes políticos, sobre todo cuando actúan como presidentes o cancilleres. Pero hasta el momento, hay que decirlo, esa tarea no ha sido asumida por ningún gobernante europeo.
Los dos mandatarios llamados a liderar la lucha política en contra del avance de los partidos putinistas, Scholz y Macron, no han estado a la altura de las circunstancias. Scholz suele desaparecer de la escena pública cada vez que el gobierno debe tomar decisiones o enviar armas de alto poder, o inicia un indigno regateo para terminar enviando armas de modo tardío, al precio de tener que contar más soldados ucranianos muertos. Macron por su parte, como si estuviera en campaña electoral permanente, suele escapar hacia adelante con declaraciones de amistad inusitada hacia China, o con gestos no amistosos en contra del aliado más seguro que en estos momentos tiene Ucrania: EE UU.
A ninguno de los dos gobernantes mencionados se le ha escuchado decir que no hay nada más anti-político y anti económico que capitular ante el avance de Putin. Que el envío de armas a Ucrania no es una dádiva, sino una inversión en la seguridad de Europa. Que el no envío, o envío tardío, de armas a Ucrania, conspira en contra de la paz al entusiasmar a Putin en su expansión, no solo a Ucrania, sino a otros países, sea en Asia Central, en el Cáucaso, en Europa del Este. Que la democracia en fin, no solo es un producto del crecimiento de la economía. También la economía es un producto del crecimiento de la democracia.
Putin y sus aliados están logrando levantar una mística épica en contra de Occidente y sus libertades, sean políticas, culturales e incluso sexuales. Los gobiernos europeos, la mayoría tecno y burocráticos, han demostrado su incapacidad para desarrollar una mística política, como fue por ejemplo la que activaron los movimientos disidentes y las ciudadanías europeas del Este las que, derrumbando muros, pusieron fin a las dictaduras comunistas del pasado siglo, también en Ucrania.
A esas falencias debemos sumar los flancos que abren las democracias a sus enemigos justamente porque son democracias. Nos referimos al hecho de que, a diferencia de las dictaduras que marginan o simplemente eliminan a sus oposiciones, las democracias, al serlo, están obligadas a mantenerlas en su interior. Así como la UE alberga a gobiernos autocráticos, las democracias aceptan anti-democracias las que suelen usar el juego democrático para escalar posiciones de poder. La des-democratización desde la democracia es un proceso muy conocido en Europa. Lo nuevo es que también ese proceso comienza a perfilarse con inusitada fuerza en la más antigua de las democracias del mundo, EE UU.
En el pasado reciente, EE UU, gracias a su potencia económica y militar, logró liderar políticamente a Europa al precio de participar en guerras que no eran las suyas. Pero hoy los propios EE UU, sus instituciones y sus valores, se encuentran internamente amenazados por el crecimiento del movimiento trumpista cuyas tendencias autocráticas son inocultables. Ya Ucrania comienza a experimentar ese cambio en carne propia. El carácter simbólicamente anti-ucraniano del shutdown estadounidense al suspender -aunque sea por breve tiempo - el envío de armas a Ucrania como consecuencia de una crisis económica que nunca ha existido (Paul Krugman) pero que ha llevado a una crisis política que sí existe, ha sido una advertencia no solo para el gobierno de Ucrania, sino para todos quienes pensamos en que el orden democrático, con todas sus imperfecciones, deberá ser preservado en contra de las amenazas de países gobernados por la barbarie.
Pocas veces una guerra ha tenido un sentido político tan claro y abierto como la que hoy tiene lugar en los campos y en las calles de Ucrania. Una guerra que cambiará al mundo. Si Ucrania resiste a Rusia, Europa continuará manteniendo el legado grecolatino, la tradición cultural del renacimiento, las luces de la Ilustración, la continuidad de las luchas sociales y democráticas de los siglos XlX y XX y el espíritu libertario de nuestros días. Si en cambio Ucrania es derrotada, las vías comenzarán a abrirse para un lento viaje hacia una nueva edad media. Digital, si se quiere, pero tan oscura como la anterior.
Los espartanos, unidos con los persas, derrotaron a los atenienses no porque fueran más sabios ni más valientes, sino simplemente porque fueron más crueles y más brutos.
REFERENCIAS
Condolezza Rice - EL TIEMPO NO ESTÁ AL LADO DE UCRANIA (polisfmires.blogspot.com)
Paul Krugman - ¿POR QUÉ ALGUNOS QUIEREN TRAICIONAR A UCRANIA? (polisfmires.blogspot.com)
Steven Levitsky - HABRÁ MÁS POLÍTICOS COMO TRUMP (polisfmires.blogspot.com)
Jan-Werner Mueller - NO HAY UN RETROCESO DE LAS DEMOCRACIAS (polisfmires.blogspot.com)
Fernando Mires – COMBATIR Y-O NEGOCIAR (polisfmires.blogspot.com)
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