Joschka Fischer - LA REALIDAD ESTÁ FORJANDO UNA NUEVA EUROPA


Aunque los europeos deberían mantener la asociación transatlántica el mayor tiempo posible, no pueden ignorar el hecho de que Estados Unidos es fundamentalmente poco fiable. Amenazado por Vladimir Putin y presionado por Donald Trump, no queda más remedio que perseguir la autosuficiencia total.


BERLÍN – Estamos siendo testigos del caótico surgimiento de un nuevo orden mundial, y el proceso está impulsado por tres líderes abiertamente hostiles a la Unión Europea: el presidente estadounidense Donald Trump, el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping. Este nuevo orden tendrá poco en común con el liderado por Estados Unidos que prevaleció en la segunda mitad del siglo XX y durante las dos primeras décadas del XXI. Aunque los actores nacionales clave siguen siendo los mismos, sus roles han cambiado, al igual que sus respectivos pesos políticos y económicos. 

En lugar del orden internacional basado en reglas que Estados Unidos forjó tras la Segunda Guerra Mundial, veremos un orden basado en el poder moldeado exclusivamente por la geopolítica. En lugar de libre comercio global, veremos rivalidades de suma cero entre grandes bloques económicos, lo que implica una tendencia hacia la autarquía. Y en lugar de un mundo analógico, veremos uno cada vez más digital donde los avances en IA se conviertan en factores decisivos en la vida económica, posiblemente incluso determinando el control político.

Esta transformación es, sin duda, la tendencia macro global dominante de nuestro tiempo. No solo afectará a Europa, sino que probablemente determinará si Europa sobrevive de alguna forma reconocible. Al fin y al cabo, "Europa" es más que una designación geográfica. Es una realidad política; un grupo similar a una confederación continental de estados estrechamente entrelazados, anclado no por el poder militar sino por ideas y valores compartidos.

Al igual que el orden internacional liderado por Estados Unidos que ahora está desapareciendo, la UE tomó forma en el periodo inmediatamente posterior a la guerra en Europa Occidental. La Europa de posguerra fue extremadamente exitosa como proyecto de unificación económica entre estados antes hostiles. Prosperó bajo la seguridad militar y política proporcionada por el paraguas de defensa estadounidense y el sistema de comercio global de posguerra, que Estados Unidos ayudó a expandir y mantener.

Pero a medida que el declive del orden estadounidense se hizo más visible en los últimos años, la UE experimentó graves crisis políticas. El año 2016 supuso un doble golpe, con el Reino Unido votando a favor de salir de la Unión y los estadounidenses eligiendo a Trump por primera vez. Mirando atrás, ahora sabemos que estos acontecimientos lo cambiaron todo.

Debido al auge de China y a la crisis financiera de 2008, el escenario ya estaba preparado para una situación global trastorno. Y aunque el Brexit y la impactante victoria de Trump no fueron vistos como una sentencia de muerte para el orden liderado por Estados Unidos en ese momento, desataron fuerzas destructivas que llevaban tiempo acechando bajo la superficie.

La potencia de estas fuerzas se hizo evidente con la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Putin en febrero de 2022, seguida por la reelección de Trump el año pasado. En la práctica, las disputas menores entre el Reino Unido y la UE pronto fueron olvidadas, siendo reemplazadas por una nueva solidaridad militar con Ucrania y un nuevo esfuerzo colectivo para lograr la solidaridad en defensa y seguridad en toda Europa.

Los responsables políticos y líderes políticos de Londres, Bruselas y las capitales europeas más importantes entendieron que la situación había cambiado fundamentalmente. La nueva y dura realidad – personificada por Putin – obligó a todos los europeos (tanto dentro como fuera de la UE) a volver al mismo barco geopolítico. En cuanto a la seguridad, los europeos comparten un interés común. Noruega y el Reino Unido son tan vulnerables a los efectos de la agresión militar rusa como Polonia, Finlandia, Suecia, Alemania y Francia. Los líderes europeos y la mayoría de los ciudadanos entienden que si Trump pusiera fin a la garantía de seguridad de Estados Unidos y retirara las tropas estadounidenses, Europa tendría que defender sus fronteras —y su propia existencia— por sí misma.

Amenazada por Putin y presionada por Trump, Europa debe encontrar la manera de desarrollar sus propias capacidades de defensa independientes. Aunque debería mantener la asociación transatlántica el mayor tiempo posible, no puede ignorar el hecho de que Estados Unidos, bajo Trump, es fundamentalmente poco fiable. Debe haber un Plan B. Todos los países europeos, tanto dentro como fuera de la UE, deben rearmarse y desarrollar planes para uno de dos escenarios: uno con Estados Unidos en la ecuación y otro sin él.

En ambos casos, los países europeos deben trabajar juntos lo más estrechamente posible, no solo en defensa, sino en la revitalización de la economía europea. Esto requiere un liderazgo conjunto de actores mayores como Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Polonia, todos ellos con los recursos humanitarios, militares y económicos necesarios, y ahora la voluntad política. Ante las realidades actuales, las diferencias ideológicas de ayer se han vuelto casi insignificantes. Los temas centrales en la política europea ya no se relacionan con la ampliación, la integración y la independencia nacional de la UE; se tratan, sobre todo, de defender la libertad europea y defender valores comunes.