LA PELEA
Hasta el último instante,
cuando ya no tenga
aire ni brío
ni siquiera un lino frío
cuando sea
polvo sobre polvo
cuando nadie me llame
y hasta que el segundo
del suspiro eterno
me envíe al otro lado
voy a dar la pelea
La voy a dar
aunque
me quiten
la libertad
de opinión
de reunión
y de prensa
Pero no permitiré
me arranquen
el derecho
a ser piedra
pan, volantín o noche
Voy a dar la pelea
hasta que no sea
nadie, y después
de dar la pelea
nunca jamás
volveré al mundo
para llegar a ser
lo que soy. O fui
De modo que sepan
los canallas
Cuando ya
no tenga
fuerzas,
ni voz,
ni deseos,
ni siquiera
una gota
de amor,
con la cara
partida
en dos,
seguiré
dando la pelea.
COMO UNA TONTA EN LA CALLE
La poesía es doble,
o triple.
Nació del amor
y por eso mismo surcó al odio,
embistió en contra de lo malo
y a veces -tan humana era– en contra de lo bueno
tomó partido
y se hizo hembra y macha a la vez.
Los poetas entendieron que había tiempos.
Los tiempos del mar
Los tiempos de las rosas
Los tiempos de los cuchillos
Los tiempos de las sandías caladas
Los tiempos de los susurros
Los tiempos de las malvas
y los tiempos de las vulvas
Y en medio de todos esos tiempos
la poesía gritaba en la calle. Gritaba
Como si fuera una tonta en la calle.
COPLA NÚMERO 2
(A La Madonna de Edvard Munch)
Suma carcaja mía, pura bulla
Bledo non pase la tuya
Te videron cien miles, kaluya
Y tu burbuja, bruja, milviles, fue tuya
Solipanes vieron nacer al yermo
Y lento cauce del sauce, mermo
Ojalá, dijistes tú, patujá, trabalá.
El ventoso suma y sigue, lalalá
Pluriadas broncas y esmirriadas
Abriles, marzos e invernos
Sumandas todas los cuellos tersos
Y allá las trujas, mirientes y cerradas
Turima, marinda tan linda
Sokoma y tuya e sempre puninda
Me quise sumar tu obligo, digo
Y fuiste mida desde el coco al ombligo
No hay tarde que no se le pare
Terreno bávulo, homario y lare
Temblendo ogro, nació la aurora
Dejémoslo así, cada tzuntio a su hora
Cuando muncia caiga la tarde
No habrá solo un perro que me ladre.
Ay ¿qué dolor costará tanta vida, madre?
Madre ladre, ladre madre, ay ya es tarde
Y lo que debería haber sucedido, nunca sucedió.
DÍGANLE
Por si acaso ella pregunta por mí,
díganle que yo no estoy, díganle que yo me fui,
a un lugar cerca de los espinos, lejos del río,
más cerca del mar, dígale que yo no he sido
y que la sangre en el cuchillo nunca fue la mía.
Díganle que la tierra sigue siendo redonda
que dos más dos no son cuatro sino dos
y medio o cuatro antes de un cuarto,
y díganle que no por madrugar los pájaros
piarán antes de haber regresado
Díganle además que los perros no ladran por mí
y que yacer bajo la tierra no ensucia a nadie.
Y no por último, díganle que me iré tranquilo, en paz
a desayunar con los cipreses, a beber el vino rojo
y a mirar sin mis anteojos el agua verde del mar.
Al fin y al cabo,
su sombra
siempre ha estado junto a mí.
Siempre lo ha estado