Fernando Mires - EL CONTROVERTIDO PREMIO NOBEL DE LA PAZ

 


El premio Nobel de la Paz suele provocar controversias. A diferencias de los “premios nóbeles” en otros temas, los periodistas especulan sobre el futuro ganador. Cada medio de difusión tiene sus propios candidatos. No es un premio político, pero suele ser otorgado a personajes políticos.

No es un premio político, insistimos. Pero sí tiene efectos políticos. Y aquí está el gran problema: La política sin controversia no existe pues la política, al serlo, supone la división de campos. Ningún político puede representar a todos los ciudadanos de su país. María Corina Machado tampoco.

Pues bien, ahí está está el segundo problema que implica el otorgamiento del codiciado premio. La política es representación. Por lo tanto, cuando es otorgado un premio Nobel con alcances políticos, será dignificado un representante de muchos representados. Es un premio individual en tanto es conferido a una sola persona. Pero también es un premio plural ya que a través del representante son premiados los representados. No de una nación, por supuesto, sino de partes de una nación. Partes, repitamos: el jurado del premio, quiere decir, debe tomar partido. Y tomar partido es hacerlo, no solo a favor de una parte, sino también en contra de otras partes. De ahí viene la controversia.

Toda representación política es controversial o no es. Cuando el premio Nobel de la Paz fue concedido a Nelson Mandela junto con De Klerk (1993), el jurado tomaba abierto partido en contra del Apartheid y del racismo, no solo en Sudáfrica. Cuando el premio fue entregado a Arafat y Begin (1978), dos personas que tenían responsabilidad en muchos enfrentamientos y guerras, el jurado tomó partido por los conciliables en contra de los irreconciliables los que, al parecer, eran muchísimos en cada uno de los dos bandos. Cuando el premio fue concedido a Lech Valesa (1983), el comité tomó abierto partido en contra de la dictadura comunista polaca y, por lo mismo, en contra del poder imperial de la URSS. Y, por supuesto, cuando ese premio fue concedido a María Corina Machado (2025), el comité tomó abierto partido en contra de la dictadura de Maduro, pero al mismo tiempo, como se deduce de la fundamentación del premio a la líder venezolana, tomó partido a su vez en contra del peligro que trae consigo la irrupción de autocracias y dictaduras en diversas latitudes del orbe.

Dicho en breve: los miembros del jurado eligieron a María Corina Machado, no solo como representante de las fuerzas anti-dictatoriales de su país, sino también en representación de la contradicción entre democracia y dictadura, tomando abierto partido por la primera forma de gobierno. Por lo tanto, estaba presupuestado que ese premio no solo iba a agraviar a Maduro sino también a quién hoy es conocido como el padre de todas las dictaduras del mundo: Vladimir Putin.

Sin disimulo, el sanguinario tirano ruso se pronunció en contra de la recién premiada líder venezolana aduciendo que hay personas que han trabajado mucho por la paz y no fueron consideradas. Precisamente lo dijo él, un tirano culpable de la muerte de millones de personas, en una guerra ilegal de invasión que mantiene al mundo bajo terror. Si hubiera un premio Nobel a la obscenidad, el dictador ruso, después de esas palabras, lo habría merecido con creces.

Las palabras de Putin demostraron, además, que el comité había dado en la cabeza del clavo. No hay ninguna dictadura del mundo, no hay ningún seguidor de dictaduras, que pueda estar contento con el premio otorgado a María Corina Machado. Pero no solo Putin manifestó su disconformidad frente a la nueva Premio Nobel, también lo hizo el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

En efecto, la Casa Blanca tuvo dos reacciones. La primera, de descontento, la segunda de forzada aceptación. Así como muchos creíamos que las aspiraciones a la obtención de Donald Trump al premio Nobel eran una broma, nos dimos cuenta después de que el presidente norteamericano las había expresado en serio.

Trump deseaba el premio Nobel. No por amor a la paz, eso está claro, sino porque ese premio le parecía fundamental para elevar su figura sobre las dictaduras china y rusa, y así presentarse frente a ambas como el adalid de la paz y con ello afianzar a su país en la lucha por la supremacía mundial. No deja de ser ironía que María Corina Machado, conocida por su adhesión a Trump -en gran medida, ella es una abierta trumpista- haya impedido la elección de Trump como portador del gran premio mundial.

En una segunda declaración, Trump trató de corregir, alabando a la nueva portadora del premio de un modo, como es su estilo, desmedido. Podemos deducir, por lo tanto, que el jurado actuaba bajo una inmensa presión en los momentos en que sus miembros discutían acerca del sujeto a premiar. Sin lugar a dudas deben haber sido barajados varios nombres. Probablemente, el de Julia Navalnaya, la valiente esposa del, por el gobierno de Putin asesinado Navalny, salió varias veces a relucir. Por lo mismo, puede ser que los miembros del jurado hayan debatido intensamente, no solo sobre los méritos de los posibles candidatos, sino también acerca de las consecuencias políticas que podía traer consigo el nombramiento de uno otro.

Si Navalnaya hubiese sido nombrada como portadora del premio, Putin y sus gobernantes afines lo habrían entendido como una abierta injerencia en los asuntos rusos, una que en tiempos de pre-guerra mundial como son los que vivimos, habría sido más que peligrosa. Venezuela, aunque por Putin es considerado un país aliado, se encuentra más lejos de los escenarios de guerra.

Naturalmente, también debe haber considerado el jurado que el nombre de María Machado no es indiscutible, ni fuera ni mucho menos dentro de Venezuela. En la opinión pública del castigado país una gran parte de la ciudadanía desaprueba la extrema cercanía de Machado con el gobierno de Trump, cercanía que ha determinado el silencio, si no la complicidad de la líder en el padecimiento que ha hecho pasar Trump a muchos ciudadanos venezolanos emigrados a los Estados Unidos.

Tampoco una gran parte de la opinión pública de la oposición venezolana ha aprobado la matanza llevada a cabo por barcos de guerra a barqueros presuntamente transportadores de drogas, hechas sin el debido proceso, y mucho menos, al incluir preferencialmente a Venezuela en la “guerra” en contra del narcotráfico iniciada preferentemente a ese país en circunstancias que en esos sucios negocios se encuentran implicadas varias otras naciones, no solamente latinoamericanas, cuyos gobiernos son afines al de Trump.

No solo para los chavistas, también para una parte de la oposición venezolana, María Corina Machado, al someterse a los dictados de Trump, en aras de una invasión que podría no tener nunca lugar, ha puesto en peligro, si no a la soberanía del país, a la soberanía política del conjunto de la oposición de Venezuela.

No obstante, guste o no, la figura de Machado aparece ante la opinión pública mundial como la líder más emblemática de la oposición venezolana. Y efectivamente, lo es. Tomando en cuenta de que una de las premisas en el otorgamiento del premio es que los méritos de los aspirantes cuentan hasta finalizar el año 2024 – y en en ese tiempo, María Corina Machado era la líder legítima e indiscutible de la oposición democrática venezolana – su designación como representante máxima de esa oposición se justifica plenamente. Por esa razón el comité la considera, hasta fines del 2024, como líder de un gran movimiento democrático y, por lo tanto, como legítima portadora del ideal democrático de la nación. El documento de fundamentación expresa ese ideal de un modo muy claro. Leamos:

Machado ha sido una figura clave y unificadora en una oposición política que alguna vez estuvo profundamente dividida, una oposición que encontró un piso común en el reclamo por unas elecciones libres y un gobierno representativo. Eso precisamente es lo que reside en el corazón de la democracia: nuestro deseo común de defender los principios de un gobierno popular, aun cuando no estemos de acuerdo.

Palabras que reafirman que el premio fue otorgado a una mayoría del pueblo venezolano, de la cual María Corina Machado, al apoyar el proceso electoral, se convertía en portadora del ideal democrático nacional. El jurado, en consecuencias, no podía tomar en cuenta el hecho que esa misma oposición, después del fraude cometido por el régimen de Maduro, ha vuelto a dividirse sin tener “un piso común”, y ello se debe al hecho de que quienes la conducen se separaron, bajo la batuta de Machado, de la línea pacífica, electoral, democrática y constitucional que había retomado hasta llegar al gran fraude cometido por Maduro y sus huestes.

El Comité, antes de otorgar el premio a Machado, estaba, evidentemente, muy bien informado. En su fundamentación leemos:

Antes de las elecciones de 2024, Machado era la candidata presidencial de la oposición, pero el régimen bloqueó su candidatura. Ella entonces respaldó al representante de otro partido, Edmundo González Urrutia, en la elección. Cientos de miles de voluntarios se movilizaron por encima de las divisiones políticas. Fueron entrenados como observadores para garantizar unas elecciones transparentes y justas. A pesar del riesgo de acoso, detención y tortura, ciudadanos de todo el país vigilaron los puestos de votación. Se aseguraron de que los resultados finales estuvieran documentados antes de que el régimen pudiera destruir las papeletas y mentir sobre el resultado (…..) Los esfuerzos de la oposición colectiva, antes y durante las elecciones, fueron tanto innovadores como valientes, pacíficos y democráticos.

Hoy la oposición venezolana, empero, está nuevamente dividida en dos sectores antagónicos. Uno que no se siente, y de ningún modo, representado por la delegación de las iniciativas políticas a una supuesta invasión norteamericana (exactamente la misma creencia que llevó al fracaso del ex líder de la oposición Juan Guaidó) la que si llega a tener lugar será al precio de mucha sangre derramada. En efecto, el régimen de Maduro no es igual al que fuera el gobierno de Noriega en Panamá. El de Maduro es un régimen, es decir, una simbiosis entre gobierno, estado y ejército, al estilo ruso, cubano  o coreano del norte, uno que además cuenta con un no despreciable apoyo popular.

Al abandonar la participación electoral, justo en los momentos en que después de la revelación de las actas la oposición venezolana tenía a Maduro en las cuerdas, Machado, al igual que Guaidó en el pasado reciente, provocó el inmovilismo político de la oposición. Machado y sus fieles optaron, también al igual que Guaidó, por una vía insurreccional sin masas, en espera de que los militares se dividieran, o aguardando el momento en que Trump se decidiera a atacar con todo a Venezuela. En ese sentido los acontecimientos de 2025 no avalan la postura democrática de Machado durante el 2024. Y sin embargo (este “sin embargo” es muy importante) María Corina Machado figura como la líder más emblemática de la oposición. Interesante es en ese punto leer con cuidado el texto del comité:

Los esfuerzos de la oposición colectiva, antes y durante las elecciones, fueron tanto innovadores como valientes, pacíficos y democráticos.

Léase bien: dice el documento: “antes y durante”; no dice “después” de las elecciones robadas por Maduro.

Convengamos en que nunca las oposiciones anti-dictatoriales han formado una sola unidad. Eso por lo demás no es posible. Ni en Venezuela ni en ningún lugar. Recordemos que en Sudáfrica, antes de que Mandela llegara al poder, había fracciones que estaban por la lucha armada en contra del Apartheid. Recordemos también que dentro del movimiento Solidarnosc había desde marxistas renovados, como los conducidos por Yasek Kuron, conviviendo con sacerdotes católicos muy conservadores de la jerarquía eclesiástica a los que, gracias a su radicalismo centrista, Valesa logró unificar en torno a su liderazgo. El problema, en el caso de Venezuela es que, a diferencias de un Mandela o de un Valesa, Machado no está situada en el centro político sino en un extremo de la oposición y por lo mismo, en estos momentos, no está en condiciones de producir una unidad insurreccional en contra de Maduro. Por eso debe recurrir a un tercero (Trump).

Definitivamente en Venezuela hay tres “partidos”: el estatal terrorista de Maduro, el radicalismo insurreccional de Machado y un centro político difusamente conformado aunque cuenta con diversos dirigentes dispuestos a no abandonar la ruta electoral, pacífica, democrática y constitucional, la única al fin que ha dado éxitos a la oposición venezolana, desde Chávez hasta nuestros días. La mayoría de ellos, entendiendo que Machado sigue siendo representante simbólica del pueblo opositor, extendió sus saludos y congratulaciones a la líder, quizás con la esperanza de que alguna vez, bajo el peso del sentido simbólico del premio Nobel, vuelva a ese redil que recién Machado retomó el 2024 para abandonarlo inmediatamente después del fraude electoral, cuando la continuidad de la lucha democrática era más necesaria que nunca. Pero al parecer, Machado ha reiterado la vía de 2025, muy diferente a la del 2024 por la cual le otorgaron el premio Nobel de la Paz. En sus palabras, después de haber sabido del premio, dijo:

Los venezolanos estamos profundamente agradecidos a Trump. Ha asumido con firmeza la naturaleza del régimen que enfrentamos, un sistema narcoterrorista.

En la declaración hay dos errores. El primero: los venezolanos a los que Machado se refiere, no son todos los venezolanos. El segundo: Trump no actúa, si es que actúa, en contra de Maduro porque el gobierno sea narcoterrorista (si así fuera tendría que actuar en contra de gran parte de los países de África y Asia e incluso algunos de América Latina) sino porque en un muy eventual momento de máxima enemistad con Putin, Venezuela podría llegar a ser, junto con Cuba, un enclave putinista en las cercanías inmediatas de los Estados Unidos.

Quizás un día Machado entienda que no todos sus potenciales seguidores son trumpistas, que muchos están dolidos por el cruel y racista trato que ha dado Trump a sus con-nacionales, que el mismo Trump no hace favores sin cobrar muy caro, que hay que seguir confiando en las propias fuerzas, y que los libertadores de naciones sometidas bajo dictaduras no existen en los Estados Unidos. Por lo menos, no en los Estados Unidos de Trump, cuyo gobierno mantiene excelentes relaciones con muchas dictaduras de la tierra.

Para finalizar, reiteramos las congratulaciones hechas a María Corina Machado a través de las redes sociales:

Felicitaciones a María Corina Machado y a la mayoría del pueblo venezolano por el merecido premio Nobel de la Paz. Van con un abrazo a todos mis amigos que luchan en contra de una brutal dictadura por una sociedad donde pensar distinto no sea un delito sino una virtud ciudadana.