Osvaldo Monsalve - BANJUIS SUR MER-PLAGE
EL MARTILLO DEL DEMONIO
La felicidad era un himno prehistórico a una patria desconocida
a esa zona de arroz y pétalos de aguas donde nadie vivía seguro.
Allí, donde no había preguntas ni respuestas.
Allí, donde esa frase maldita: “qué putas vine a hacer a este mundo”,
dejaba de resonar en tus sienes, como si fuera el martillo del demonio.
Como ahora: como si fuera el verdadero martillo del demonio.
DESPUÉS DE LA BOMBA
Vendrán más ríos,
desaparecerán los polos y la tierra será agua polar
nuestros restos se confundirán con los peces y con las corolas
Solo se salvarán los injustos, y los pulpos
los más negros y no los más blancos de cada amanecer.
Y así llegará el día de la recreación
después de los tsunamis, en las nuevas islas, ayer continentes
Pájaros azules anunciarán el tiempo por-venir
Y comenzaremos nuevamente a pensar entre dos,
y seguiremos siendo mortales a manchas
y nuestros colores serán cada vez más imprecisos y vanos
Nada será mejor ni peor, solo sobreviremos tal como hasta ahora ha sido,
recostados sobre las cúpulas de las iglesias que asoman en el agua
esperando a otros dioses o esperando a otras cruces, o esperando nada
intentaremos resolver nuestros inútiles problemas,
con aire acondicionado, ahí: dentro de lo que ayer fue planeta
donde abriremos ríos y canales traídos desde la madre tierra
por las agencias del turismo galáctico universal
Y entonces no llegará esa salvación que nunca vino,
porque para eso nacimos nosotros, los insalvables.
Para no ser salvados nunca. Jamás. Fue y será nuestro destino.
Eso es lo que pasará en los años próximos, ludovica.
Para más adelante no me atrevo a vaticinar nada.
Por el momento, continuaremos siendo lo que somos.
De un modo, llámalo así: prehistórico.
O si prefieres decirlo con ese loco que era Nietzsche:
“humano, demasiado humano”.
LA BOCA
con el correr del tiempo,
sigo siendo el mismo, el de los despueses.
He cambiado, claro está, algunas cosas:
antes todo era leche, ahora casi todo 
es agua verde en las venas circulando  
 junto al líquido espeso del amor
 la líbido, así la llamaba Freud
 Pero es la vívela más corta que larga
 y es la misma lengua,
 y es la misma palabra,
 y es el mismo deseo de ser,
 el que nos mantiene vivos a lo largo de los tiempos.
 es ese ímpetu por llegar al umbral 
 y emprender de una vez por todas, la retirada.
 
Es también ese mundo donde todo era oceáno
y yo no era más que una boca.
Tu boca.
 Dos bocas.
 Tus dos bocas.
 Pura boca.