Las semejanzas que se dan entre el ajedrez, la política y la guerra no son solo analógicas. En gran medida podemos considerar al ajedrez como simulación de una o de otra. De la guerra en cuanto se trata de derrotar adversarios, ocasionando bajas al enemigo. De la política en cuanto el juego no termina con la muerte del rey, solo con su derrota. Los jugadores de ajedrez ocupan, de este modo, el lugar del destino. De ellos depende la suerte de sus reyes, o gobernantes o simplemente caudillos. De tal manera que, si un gran ajedrecista da consejos a un jugador, estos deben ser tomados muy en serio; eso vale también para un jugador político o militar. En eso pensaba justamente cuando leía una entrevista hecha por el diario “El Mundo” de España a uno de los mas notables ajedrecistas de todos los tiempos, Gary Kasparov, quien después de su magnífica carrera ha dedicado mucho tiempo a escribir sobre la guerra; un juego con el que no se juega.
El título de la entrevista es precisamente una deducción (no profecía) del genio, a saber: "Putin está probando a Europa: antes de final de año hará una invasión terrestre”. Más importante todavía es esa deducción si es que viene no solo de un gran maestro, sino del conocimiento de la persona de Putin quien también es, según se dice, un buen jugador de ajedrez.
Como es posible inferir, Kasparov está analizando la jugada de los “peones-drones” que está llevando a cabo Putin al enviarlos hacia los cielos de Europa. Para Kasparov una movida, una entre muchas de las llevadas a cabo por el dictador ruso. El mismo Kasparov lo dice: “Hablemos como ajedrecistas hay que evaluar la posición con objetividad. El mayor desafío a Europa no es diseñar una estrategia, sino aceptar que Europa está en guerra con Putin. No porque Europa lo quiera, sino porque Putin la ha declarado”. Luego, en lo que respecta a los amenazantes drones de Putin, responde Kasparov taxativamente: “Para empezar, derribar los drones. Hacer algo. La debilidad provoca más agresión. Putin ve que Occidente no está listo para responder. Reconozcan que están en guerra y actúen en consecuencia. Si no se destruyen los ejércitos de Putin en Ucrania, irán a otra parte”.
Reconocer la realidad tal como se va presentando es el urgente aviso de Kasparov. No hay que hacerse ilusiones. O como hemos dicho en otras ocasiones: la guerra tiene lugar en Ucrania pero la guerra es contra Europa. En particular, es contra esa OTAN que está siendo abandonada por los EE UU. Como afirma Kasparov: “Su objetivo (el de Putin) es destruir a la OTAN como institución. La OTAN ya no funciona. Se concibió bajo el paraguas de los EE UU”.
Las palabras de Kasparov son una suerte de llamado a Europa para que asuma de una vez por todas la realidad que está viviendo. Europa se encuentra en una situación en la cual está cerca de ser atacada directamente por Rusia, en el momento en que la OTAN, gracias a la política nacionalista de Trump, se encuentra más debilitada que nunca.
Trump podría apoyar a la OTAN, advierte el ajedrecista, pero solo bajo la condición de que esa sea una fuerte y no una débil OTAN. Trump, es lo que quiere decirnos, no es un filántropo. En nuestra opinión, en cierto modo también es la de Kasparov, Trump no es un jugador que actúe por una ideología o de acuerdo a un determinado sistema de valores morales o religiosos. Trump no es ni siquiera un demócrata. Trump es un presidente venido del mundo del dinero y, como tal, piensa que hay que invertir a la segura. Invertirá a favor de Ucrania y de Europa si es que Ucrania y Europa muestran que están en condiciones de derrotar a Rusia. Trump -esto nunca hay que olvidarlo- siempre se decidirá por el más fuerte y nunca por el más débil. El mundo pertenece a los fuertes, podría ser su divisa. Por eso invirtió mucho a favor de Israel.
Israel ofrecía a Trump la posibilidad de arrasar con enemigos directos de los Estados Unidos como Irán. Una inversión de apoyo a Israel era, desde su punto de vista de magnate económico, muy atracttiva. Y no se equivocaba. Kasparov ha calado profundo en la estrategia militar de Trump. Escribe: “Trump no cambia su naturaleza. Lo que significa que puede cambiar de punto de vista todo el tiempo. Trump me parece bastante natural. Simpatiza con líderes fuertes y autoritarios, pero también quiere estar en el bando ganador (…..) “En la mente de Trump, ahora Putin pierde. Con Zelenski cambió el tono y pasó a verlo como un tipo duro. Trump es muy primario. Sus instintos le dicen quién va ganando y el se alinea. Yo no descartaría ese giro. Trump quiere terminar la guerra. Creo que gente a su alrededor le convence de que cuanto antes destruya Ucrania la infraestructura rusa, más opciones tendrá para decir que él la terminó”. Si es al revés, se lee entre líneas, Trump apoyará a Rusia
En breve: no hay que esperar nada de Trump si se muestran dudas, indecisiones o debilidad frente al adversario. Como si efectivamente Trump hubiera querido corroborar las opiniones de Kasparov, después de un largo telefonazo con Putin y luego de haberse entrevistado con Zelenski, negó a Ucrania el envío de los mortíferos Tomahawks. Evidentemente, fue un acuerdo con Putin. Sus palabras textuales fueron: "Ya se ha derramado suficiente sangre, con las líneas de propiedad siendo definidas por la guerra y el coraje. Deberían parar donde están. Que ambos reclamen victoria y dejen que la historia decida”. Quiso decir Trump, “si quieren mátense entre sí, la paz ya no es asunto mío”. Por esas razones, el canciller alemán Fredrich Merz, uno de los pocos gobernantes que comprende la psicopolítica de Trump, dijo después del frustrante encuentro entre Trump y Zelensky. "La visita no salió como Zelensky esperaba. Sólo un ejército ucraniano fuerte puede traer la paz y la rendición (así entendió la propuesta de Trump) no es una opción, porque si Ucrania cae, Rusia atacará a continuación a otro país europeo".
Como jugador de ajedrez, Kasparov se encuentra en la obligación de estudiar “la naturaleza” psíquica de los jugadores. A Trump lo describió perfectamente. Con Putin, a quién conoció personalmente, hizo lo mismo “Para Putin, Ucrania es un títere de EE UU y de Europa. Es un paso en el camino de restaurar la Gran Rusia. Mientras Putin tenga recursos para seguir la guerra, la seguirá. Mientras el siga en el poder habrá guerra” (…..) “Para Putin la razón de la guerra es una Ucrania soberana. Los ucranianos son para él una especie de rusos que hablan un idioma pervertido y practican la religión equivocada”.
En términos simples: Putin a diferencias de Trump, quien es un gran negociante, es un excelente activista de la guerra pero a la vez un loco sin remedio, un chiflado al que es imposible convencer con razones o argumentos; solo con el uso de la fuerza. En ese punto Kasparov no pudo ser más enfático: “Mientras tantos rusos crean en el imperio, el conflicto no terminará. Hay que matar ese virus. Y la única manera es una terapia de choque. El mejor schock sería ver la bandera ucraniana en Sebastopol”. Con esas palabras, Kasparov muestra estar de acuerdo con otros analistas de la guerra a Ucrania como Thimothy Sneyder, Joschka Fischer, Anne Applebaum. En fin,ya es consenso casi unánime en Occidente: Putin no conoce otro lenguaje que no sea el de la fuerza.
Rusia, viéndola objetivamente, no está más fuerte que antes de la guerra a Ucrania. Las perdidas en contingentes humanos suman miles y miles. No ha podido, en cuatro años de implacable acoso, robar a Ucrania más del veinte por ciento de su territorio sin aplacar la resistencia interna en esas regiones. La economía rusa está prácticamente en quiebra. Su principal fuente de ingresos ya no son el petróleo y el gas sino la guerra misma. La economía de Rusia es una economía de guerra y por lo mismo, en todos los rubros que no sea el de la guerra, de competidora de China ha pasado a convertirse en una nación dependiente del imperio chino.
El gran ganador de la guerra a Ucrania, y por ende a Europa, ha sido China. “La guerra debilita a Rusia, debilita a Occidente, divide a Europa y Estados Unidos, y destruye a la propia Rusia”, afirma Kasparov. Probablemente Trump se da cuenta de eso y, no porque sea un buen hombre, sino porque es un buen financista, necesita que esa guerra termine alguna vez. Si el gran derrotado es Europa o Rusia, le da igual. Lo que importa es que termine. Y a eso ha estado dedicando sus esfuerzos en los últimos días. Por ahora no está seguro cual de los dos enemigos es el más fuerte para proceder a darle todo su apoyo.
Kasparov, como ajedrecista, mira el tablero. Tampoco está muy convencido acerca de quien puede ganar esa guerra. Quiere, desea con toda su alma que Rusia pierda. Pero mira con preocupación el hecho de que Europa todavía no se ha puesto aún a la altura de las circunstancias. Esa puede ser una razón por la cual aduce que hay que terminar de hablar de Europa como si fuera una sola unidad. Advierte en ese contexto que la verdadera resistencia no puede venir de los países alejados de la influencia rusa como son España, Portugal o la misma Francia, sino de los países que desearía conquistar Putin para pasar a la historia como refundador de la antigua Rusia. Quienes más necesitan ser armados, hacia donde más deben ser desplazados los contingentes militares europeos e incluso, a quienes hay que ceder la iniciativa militar, son las naciones colindantes con Rusia, en especial, los países bálticos.
La guerra de Putin a Europa, advierte Kasparov, se dará en los flancos de Europa, no en toda Europa. En esa zona estará concentrada la línea de fuego. Por eso piensa que las próximas movidas de Putin tendrán lugar allí. Si será antes de fines de año como pronostica Kasparov, o algo más tarde, no tiene aquí mucha importancia. Pues bien, en el marco de esa guerra que ya ha comenzado sin que Europa se haya dado cuenta, la práctica política, también parecida al ajedrez, será de vital importancia.
Putin ya ha probado que puede anexar territorial o ideológicamente a naciones recurriendo a medios políticos, incluso democráticos, como son las elecciones. Eslovaquia, la nación Checa, Serbia, Hungría, Georgia, ya son zonas de influencia rusa. Es una alianza quebradiza, si se quiere. Al fin y al cabo todas esas naciones dependen económicamente más de Europa que de Rusia. Se trata de naciones que ayer fueron posesiones del imperio soviético, ahora afiliadas de un modo informal a la hegemonía rusa. No obstante, una victoria militar de Putin en Ucrania daría a esos países el estatuto de colonias del imperio ruso, como lo es hoy día Bielorrusia.
Según Kasparov, una reconstitución territorial del imperio soviético pude ser una posibilidad, pero solo momentánea. De acuerdo a su su opinión: “Rusia es el último imperio del siglo XXl. Algunos dirán, China, pero Rusia es el imperio clásico, el viejo imperio terrestre. Está condenado. No hay lugar para los imperios en el siglo XXl (…..)” “La única manera de que Rusia tenga futuro es matar la idea imperial”. El mismo concepto de imperio, agregamos, ha cambiado radicalmente. La expansión territorial -de tipo naopoleónico, hitleriano y putinesco- ya no cuenta demasiado. Lo más importante es la dominación del espacio global.
Puede que Rusia sea el último imperio territorial, pero China es un imperio financiero comercial y los Estados Unidos, bajo Trump, están por convertirse en un imperio económico y militar y, sobre todo, tecnológico, como nunca llegó a serlo antes. Una nación que anexa territorios, roba soberanías a países latinoamericanos, arrasa, al igual que Putin con los derechos humanos consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. El mismo Kasparov, cuando habla de los Estados Unidos de Trump, lo capta perfectamente: “Una parte creciente de la opinión pública empieza a ver a Trump como una amenaza existencial para la democracia. Él (Trump) habla abiertamente de planes para socavarla, aunque muchos digan que solo le habla a su base MAGA. Existe un riesgo real de que las legislativas del 2026 serán libres pero no justas, condicionadas por el uso de redes sociales y concentradas en manos de oligarcas pro-Trump. Esa concentración va en aumento. Twitter está en manos de Musk. Google y Meta han claudicado en distintos aspectos. Tik Tok ahora mismo está bajo control que favorece a Trump. A eso se suman medios de la derecha dura”.
No vamos a hablar hoy de los asesinatos de barqueros supuestamente traficantes de drogas que ha mandado asesinar Trump a los buques de guerra establecidos en el Caribe. Mucho más intervencionista ha sido su abierta injerencia en las elecciones internas de Argentina, a favor de su colega Milei. Eso significa que, si bien, muchas veces en contra de la voluntad de sus presidentes, EE UU era, por su poderío militar y económico, una nación imperial, era también una que al menos intentaba no parecerlo. Hoy, bajo Trump, parece estar orgulloso de serlo.
Puede que, como supone Kasparov, un imperio de tipo decimonónico como es el de Putin nunca llegue a ser a un poder hegemónico mundial. Pero el de China y el de Estados Unidos, sí pueden llegar a serlo. Si es que ya no lo son. Europa, bajo esas condiciones, podría convertirse, si es que sus gobiernos no recapacitan, en una simple “idea”, como lo fue Atenas hasta el siglo V a.C. O si se prefiere: Una promesa de algo que pudo haber sido y nunca fue.
REFERENCIAS
Gary Kasparov - ANTES DE FIN DE AÑO PUTIN HARÁ UNA INVASIÓN TERRESTRE A EUROPA
Fernando Mires - UNA PAZ (POR AHORA) IMPOSIBLE