El Premio Nobel de la Paz de este año ha sido otorgado a la líder de la oposición venezolana María Corina Machado. Según el Comité de Oslo, ella es la que "mantiene encendida la llama de la democracia en medio de una oscuridad creciente" en Venezuela. La realidad sobre el terreno es más compleja.
Por un lado, la represión en curso amortigua cualquier júbilo abierto entre sus partidarios. Pero no es solo el miedo a las visitas domiciliarias de las fuerzas de seguridad o los arrestos lo que atenúa el entusiasmo. "Este es el premio de Noruega, no el nuestro", dice una mujer venezolana que escuchó la noticia temprano en la mañana. "¿El Premio Nobel de la Paz, para alguien que aboga por una invasión militar y, por lo tanto, pone en riesgo vidas humanas?", pregunta un joven de camino al trabajo. Incluso entre los partidarios de Machado, existen dudas: "Ciertamente merece premios, pero ¿el Premio Nobel de la Paz?", agrega un estudiante de biología.
Uniéndose a la larga lista de laureados bastante controvertidos
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, solo habló el domingo, en el Día de la Resistencia Indígena, llamando a Machado una "bruja diabólica" rechazada por el 90 por ciento de la población. No se refirió al premio en sí. Sin embargo, solo tres días después del anuncio de la decisión del Comité del Premio Nobel, Venezuela cerró su embajada en Noruega como parte de la "optimización y reorganización de las misiones diplomáticas", según el comunicado oficial.
Por el contrario, las fuerzas democráticas de la región, en el país y en el exilio felicitaron a todos los partidos, agradeciendo principalmente la atención que el premio atrae a Venezuela. La organización de derechos humanos más destacada del país también expresó su aprobación, viendo el premio como "apoyo en la lucha por el cambio".
Las palabras diplomáticas, como las del presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, capturan la esencia: según Steinmeier, el premio reconoce "el compromiso personal, el coraje y la perseverancia", no cualquier tipo de proyecto de diálogo o éxito de negociación. En este sentido, Machado se une a una línea de polémicos premios Nobel de la Paz.
La energía de Machado en la defensa de su victoria en las elecciones presidenciales de 2024 es indiscutible. Pero eso fue hace más de un año, y la gente en el país ahora mira hacia el futuro.
La energía de Machado en la defensa de su victoria en las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 es reconocida e indiscutible. Junto con el exdiplomático Edmundo González Urrutia, quien se postuló después de que su candidatura fuera anulada, logró una clara victoria electoral. Lo que lo hizo especial: gracias a los trabajadores electorales capacitados de antemano en los centros de votación, las boletas fueron documentadas y su victoria corroborada con números y porcentajes, independientemente de la autoridad electoral estatal. Este fue un evento sin precedentes en la historia democrática venezolana y le valió a Machado un amplio reconocimiento en el país.
Pero eso fue hace más de un año, y la gente en el país ahora está mirando hacia el futuro: ¿deberían aferrarse a algo que fue robado y perdido, o buscar nuevos caminos? Para desempeñar un papel de liderazgo en la Venezuela de hoy, Machado carece de dos cosas cruciales: margen de maniobra y voluntad de diálogo. Su margen de maniobra es limitado, ya que lleva más de un año viviendo escondida. Esto es muy beneficioso para el régimen, que durante mucho tiempo tuvo la oportunidad de arrestarla, pero por una buena razón se ha abstenido de hacerlo.
Con motivo de la toma de posesión del presidente Nicolás Maduro, Machado hizo una de sus raras apariciones públicas en un mitin de sus partidarios. Luego fue detenida por las fuerzas de seguridad del Estado. Siguieron varias horas de incertidumbre con respecto a su paradero, acompañadas de un video que era difícil de interpretar, y finalmente, salió nuevamente de su escondite. El mensaje fue claro: el gobierno tiene cuidado de no crear un mártir e idealmente busca un acuerdo de exilio.
Machado, sin embargo, sabe muy bien que el exilio equivaldría a irrelevancia política y, por lo tanto, se mantiene firme en el país. En estas circunstancias, su ámbito de actuación se limita a sus canales de redes sociales y redes internacionales. A través de estos, difunde sus posiciones y trata de movilizar a la comunidad internacional. Dentro de Venezuela, sin embargo, no hay esfuerzos visibles para mantener la alianza partidaria que la llevó a las elecciones presidenciales o para desarrollar estrategias conjuntas.
Es difícil imaginar que Machado esté en condiciones de dar forma a cualquier tipo de transición.
Ella es simplemente una de las líderes de la oposición, no la líder de la oposición, como a menudo se la retrata internacionalmente. Por el contrario: con su intransigente llamado a boicotear las elecciones parlamentarias, gubernativas y locales de 2025, ha dividido a las pocas fuerzas democráticas que quedan en el país, entre las que siguieron el llamado por lealtad y las que, a pesar de todos los obstáculos, se negaron a abandonar la arena política sin luchar.
Asimismo, no existe una alianza estratégica con las organizaciones de derechos humanos en el país, a pesar de que existe un fuerte interés común en vista de los presos políticos de todos los bandos. Como nota al margen: cualquiera que busque personas que mantengan viva "la llama de la democracia" en Venezuela seguramente las encontrará allí.
¿Forjar alianzas con vecinos regionales, por ejemplo, el socio económico más importante de Venezuela, Colombia, o la potencia regional Brasil? Ni rastro de ello. Los aliados internacionales de Machado permanecen en el norte. Sus estrechos vínculos con el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, no son ningún secreto. Los dos se conocieron digitalmente a principios de año con motivo de su toma de posesión y se apoyan activamente en las redes sociales. Incluso el presidente de Estados Unidos, Trump, habló con aprecio del laureado, a pesar de sus propias ambiciones. Machado, a su vez, dedicó el premio al presidente de Estados Unidos. Estas conexiones con los círculos internacionales populistas de derecha han existido durante mucho tiempo y están ideológicamente arraigadas, como se pudo ver, entre otras cosas, en febrero cuando Machado compareció ante el grupo parlamentario populista de derecha de la UE en Bruselas.
Dada esta situación, es difícil imaginar que Machado esté en condiciones de dar forma a cualquier tipo de transición. Ella no lidera una alianza democrática unida capaz de asumir la responsabilidad gubernamental, ni sería una compañera de diálogo viable para el régimen. Cualquiera que busque una transición pacífica debe hacer ofertas a los que están en el poder y construir puentes. Para Machado, sin embargo, la invasión militar sigue siendo el medio preferido. Si llegará, y en qué forma, sigue siendo incierto. Estados Unidos, en cualquier caso, está reforzando su presencia militar en el Mar Caribe. La comunidad internacional también haría bien en vigilar de cerca esto. (IPG)
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, solo habló el domingo, en el Día de la Resistencia Indígena, llamando a Machado una "bruja diabólica" rechazada por el 90 por ciento de la población. No se refirió al premio en sí. Sin embargo, solo tres días después del anuncio de la decisión del Comité del Premio Nobel, Venezuela cerró su embajada en Noruega como parte de la "optimización y reorganización de las misiones diplomáticas", según el comunicado oficial.
Por el contrario, las fuerzas democráticas de la región, en el país y en el exilio felicitaron a todos los partidos, agradeciendo principalmente la atención que el premio atrae a Venezuela. La organización de derechos humanos más destacada del país también expresó su aprobación, viendo el premio como "apoyo en la lucha por el cambio".
Las palabras diplomáticas, como las del presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, capturan la esencia: según Steinmeier, el premio reconoce "el compromiso personal, el coraje y la perseverancia", no cualquier tipo de proyecto de diálogo o éxito de negociación. En este sentido, Machado se une a una línea de polémicos premios Nobel de la Paz.
La energía de Machado en la defensa de su victoria en las elecciones presidenciales de 2024 es indiscutible. Pero eso fue hace más de un año, y la gente en el país ahora mira hacia el futuro.
La energía de Machado en la defensa de su victoria en las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 es reconocida e indiscutible. Junto con el exdiplomático Edmundo González Urrutia, quien se postuló después de que su candidatura fuera anulada, logró una clara victoria electoral. Lo que lo hizo especial: gracias a los trabajadores electorales capacitados de antemano en los centros de votación, las boletas fueron documentadas y su victoria corroborada con números y porcentajes, independientemente de la autoridad electoral estatal. Este fue un evento sin precedentes en la historia democrática venezolana y le valió a Machado un amplio reconocimiento en el país.
Pero eso fue hace más de un año, y la gente en el país ahora está mirando hacia el futuro: ¿deberían aferrarse a algo que fue robado y perdido, o buscar nuevos caminos? Para desempeñar un papel de liderazgo en la Venezuela de hoy, Machado carece de dos cosas cruciales: margen de maniobra y voluntad de diálogo. Su margen de maniobra es limitado, ya que lleva más de un año viviendo escondida. Esto es muy beneficioso para el régimen, que durante mucho tiempo tuvo la oportunidad de arrestarla, pero por una buena razón se ha abstenido de hacerlo.
Con motivo de la toma de posesión del presidente Nicolás Maduro, Machado hizo una de sus raras apariciones públicas en un mitin de sus partidarios. Luego fue detenida por las fuerzas de seguridad del Estado. Siguieron varias horas de incertidumbre con respecto a su paradero, acompañadas de un video que era difícil de interpretar, y finalmente, salió nuevamente de su escondite. El mensaje fue claro: el gobierno tiene cuidado de no crear un mártir e idealmente busca un acuerdo de exilio.
Machado, sin embargo, sabe muy bien que el exilio equivaldría a irrelevancia política y, por lo tanto, se mantiene firme en el país. En estas circunstancias, su ámbito de actuación se limita a sus canales de redes sociales y redes internacionales. A través de estos, difunde sus posiciones y trata de movilizar a la comunidad internacional. Dentro de Venezuela, sin embargo, no hay esfuerzos visibles para mantener la alianza partidaria que la llevó a las elecciones presidenciales o para desarrollar estrategias conjuntas.
Es difícil imaginar que Machado esté en condiciones de dar forma a cualquier tipo de transición.
Ella es simplemente una de las líderes de la oposición, no la líder de la oposición, como a menudo se la retrata internacionalmente. Por el contrario: con su intransigente llamado a boicotear las elecciones parlamentarias, gubernativas y locales de 2025, ha dividido a las pocas fuerzas democráticas que quedan en el país, entre las que siguieron el llamado por lealtad y las que, a pesar de todos los obstáculos, se negaron a abandonar la arena política sin luchar.
Asimismo, no existe una alianza estratégica con las organizaciones de derechos humanos en el país, a pesar de que existe un fuerte interés común en vista de los presos políticos de todos los bandos. Como nota al margen: cualquiera que busque personas que mantengan viva "la llama de la democracia" en Venezuela seguramente las encontrará allí.
¿Forjar alianzas con vecinos regionales, por ejemplo, el socio económico más importante de Venezuela, Colombia, o la potencia regional Brasil? Ni rastro de ello. Los aliados internacionales de Machado permanecen en el norte. Sus estrechos vínculos con el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, no son ningún secreto. Los dos se conocieron digitalmente a principios de año con motivo de su toma de posesión y se apoyan activamente en las redes sociales. Incluso el presidente de Estados Unidos, Trump, habló con aprecio del laureado, a pesar de sus propias ambiciones. Machado, a su vez, dedicó el premio al presidente de Estados Unidos. Estas conexiones con los círculos internacionales populistas de derecha han existido durante mucho tiempo y están ideológicamente arraigadas, como se pudo ver, entre otras cosas, en febrero cuando Machado compareció ante el grupo parlamentario populista de derecha de la UE en Bruselas.
Dada esta situación, es difícil imaginar que Machado esté en condiciones de dar forma a cualquier tipo de transición. Ella no lidera una alianza democrática unida capaz de asumir la responsabilidad gubernamental, ni sería una compañera de diálogo viable para el régimen. Cualquiera que busque una transición pacífica debe hacer ofertas a los que están en el poder y construir puentes. Para Machado, sin embargo, la invasión militar sigue siendo el medio preferido. Si llegará, y en qué forma, sigue siendo incierto. Estados Unidos, en cualquier caso, está reforzando su presencia militar en el Mar Caribe. La comunidad internacional también haría bien en vigilar de cerca esto. (IPG)
Anja Dargatz es la jefa de la oficina de país de la Fundación Friedrich Ebert (FES) en Venezuela. Anteriormente, dirigió las oficinas de FES en Baden-Württemberg, Bolivia y Sudán. Trabajó en el Grupo de Trabajo sobre Paz y Desarrollo (FriEnt) y en la oficina de FES en Bruselas. Estudió historia contemporánea y ciencias políticas
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