Fernando Mires - EL TEST DE PUTIN

 



Partamos de los hechos. El envío de drones rusos al espacio polaco fue intencional, en ese punto están de acuerdo todos los departamentos tecnológicos europeos. Estamos, no caben dudas, ante una nueva violación de Putin al derecho internacional, esta vez hecha con premeditación y alevosía. De ahí que la pregunta correcta es, ¿cuáles son los objetivos de esta – podemos llamarla así – nueva escalada? La respuesta exacta solo la puede dar Putin, pero evidentemente nunca nos la dirá. De modo que nos vemos obligados, no a especular sino a trabajar -como suelen hacerlo los comisarios en las películas policiales- solo con indicios. La primera pregunta, de acuerdo a ese procedimiento, es cuándo ocurrió el delito.

Ocurrió el día 10 de septiembre, poco después de que Putin regresara de la conferencia de la OCS en China y de la pomposa parada militar llevada a cabo por Xi Jinping en Beijing, precedida a su vez por diversas conversaciones realizadas entre personeros de los gobiernos norteamericanos y rusos acerca de las posibilidades de paz en Ucrania.

Puede ser que Putin no haya conversado sus planes de ampliar la guerra hacia Europa con su colega chino, pero evidentemente, entendió el espíritu reinante en la mega conferencia. De las reuniones de China no surgió, claro está, ninguna declaración de guerra en contra de Occidente pero el ánimo anti-occidental que impregnó a la cumbre fue radical. La opinión pública esta vez no se equivoca cuando vio en el gran acontecimiento una respuesta contundente en contra de las provocaciones (sí, provocaciones) económicas que ha desatado el gobierno de Trump en contra de China e India. También quedó claro  que, con la incorporación de India, ha tomado forma un bloque global antioccidental de enormes dimensiones, una alianza que traspasa los muros de la economía y cuyas connotaciones geopolíticas son muy claras.

Xi, y no solo en esta reunión, ha dado muestras de enfrentar con decisión a la guerra económica iniciada (sí, iniciada) por Trump y, para el efecto, ha convocado a la mayoría de las naciones marginadas por una globalización dirigida desde los Estados Unidos. La consigna central del magno encuentro fue “por un orden multipolar en contra de un orden unipolar”. Habrá que darse cuenta que, detrás de esas ideológicas palabras, dignas de un Mao o de un Che Guevara cuando se dirigían al por ellos llamado Tercer Mundo, late una verdadera intención, a saber, que el orden multipolar que predica Xi no es más que la restitución del antiguo orden bipolar en donde el rol que ocupaba la URSS será cambiado por el de China. Desde el punto de vista geopolítico, la gran mayoría de las naciones que convocó Xi son clientes, e incluso, acólitos de China.

Pues bien, en ese marco geoestratégico más que geoeconómico, Putin debe haber entendido que una negociación por la paz no era precisamente la más adecuada justo en los momentos en que el líder máximo del nuevo orden bipolar, Xi, creaba una línea de demarcación en contra de lo que el llama Occidente. Por lo demás Putin nunca ha querido la paz con Ucrania. Si accedió a conversar con Trump sobre ese tema fue, probablemente, para conocer mejor las intenciones del gobierno norteamericano, para distraer la atención pública, para presentarse como pacifista ante la opinión pública y, no por último, para ganar tiempo. Por eso mismo, durante las conversaciones con Trump, pisaba el acelerador a fondo bombardeando a Ucrania sin clemencia. Nunca Putin es más agresivo que cuando habla de paz.

Puede que XI entienda su guerra a Occidente desde un punto de vista solo económico, pero al mismo tiempo sabe que no puede desestimar los intereses de sus aliados más cercanos, y los de su colega Putin no son solo económicos, son territoriales. En ese sentido, si el enemigo principal para Xi son los Estados Unidos, para Putin ese enemigo principal es Europa. De ahí se explica la intención de Putin de extender la guerra a Europa. Algo así como un acuerdo entre amigos: tú, Vladimir te encargas de Europa y yo (Xi) me encargo de los Estados Unidos. Por el momento, piensan los observadores, Putin está tanteando el terreno.

La provocación de los drones, vista así, puede ser considerada como un test destinado a medir la capacidad unitaria de los países europeos entre sí, pero sobre todo, cerciorarse si los Estados Unidos de Trump asumirían una posición neutral distanciándose de los gobiernos europeos. Razones para pensar acerca de esa posibilidad, tenía Putin de más. Por de pronto, Trump mismo ha renunciado al rol de contrincante de Rusia cambiándolo por el mucho más cómodo de mediador internacional. En el pasado reciente, además, no se ha cansado de castigar a las economías europeas, dando muchas pruebas que, para él, Occidente como unidad política y cultural, no existe. Para Trump en efecto, solo cuentan las naciones fuertes y no las naciones débiles. La posibilidad de que la solidaridad del gobierno de Trump con Polonia no fuera “dura” estaba entonces puesta sobre la mesa. Pues bien, al comienzo fue blanda, muy blanda.

Trump se limitó a decir que creía a Putin cuando dijo que el envío de drones a Polonia no fue intencional sino un simple error técnico, aunque él no se sentía feliz con lo ocurrido. Con toda razón, Jan Techau, editor para Europa del grupo Eurasia, afirmo a Deutsche Welle que “este silencio les cuenta a los europeos la escalofriante historia que Estados unidos ya no está presente de forma natural e incondicional”. Recién al día siguiente, no Trump, sino el embajador norteamericano ante la OTAN, Matthew Whitaker, expresó que “Estados Unidos están dispuesto a defender cada centímetro del territorio de la OTAN”. Solo recién después de esa declaración, Trump se limitó a señalar que los Estados Unidos apoyarán a Europa, pero solo cuando los países europeos dejen de comprar petróleo ruso. Lo que no dijo fue que los únicos países europeos que lo hacen, Hungría, Serbia y Eslovaquia, son los mejores aliados europeos de la política internacional de Trump.

Summa summarum, la respuesta de Estados Unidos a Rusia no fue terminante; introdujo algunas condiciones incumplibles y apareció, no de modo automático, sino con retraso. Suficiente para que Putin considerara a su test como exitoso. Si algún europeo contaba con la solidaridad espontánea de los Estados Unidos tuvo que llegar a la conclusión de que esa historia ya terminó.

Europa está librada a sus propias fuerzas. Putin puede estar muy satisfecho con sus drones, verdaderos mensajeros de la muerte. Ya sabemos al menos hacia donde se encaminarán sus próximos pasos. Europa, hay que decirlo, afronta un momento existencial.