Osvaldo Monsalve - Y el ángel que pasa todavía
LA MIRADA
La mirada, menos de dos segundos que cruzó el viejo poeta
con la erguida, altiva y anciana transeúnte
La mirada que no solo delató la misma edad del calendario
de dos que habían vivido muy cerca sin saberlo
Sin conocerse jamás: dos vidas gemelas e ignoradas.
Reveló antes que nada la indismentible certeza
de que sin suponerlo ambos compartían un mismo signo:
esa luz azul acuosa que solo saben llevar con dignidad
los que provienen del linaje de los piscis sin acuarios
los mismos que no han abandonado del todo
la condición líquida y no etérea que algunos teólogos
del neuma sagrado asignan sin ninguna prueba
a la pobre y contradictoria condición humana.
Podría ser incluso el color del agua cuando el mar no existía
antes de que el severo gesto de la mano bíblica cometiera
el imperdonable error de separar en su propio lecho
a las tinieblas de la luz, las que nunca más dormirían abrazadas.
Tal vez la seguridad de compartir el misterio de un secreto
Haber contemplado en sueños la visión de algo que no existe
Esa malvada seguridad no revelada a ningún profeta
El testimonio de que en el uni-verso hay de verdad un solo verso
imposible de ser recitado por nadie sin arriesgar el pensamiento.
La demostración de la existencia de una estrella diurna
La que puede estallar en el cruce no premeditado
de dos miradas cruzadas entre dos simples caminantes:
Entre dos tristes viejos y una sola mirada.
No fueron más de dos segundos de solidaridad compartida
frente al resto de los pocos días que a ambos falta caminar
¿y por qué no pensarlo? ¿y por qué no decirlo?
una extraña complicidad tangueada al compás de dos bastones
alejándose cada vez más del lugar donde como flor de calle
apareció sin anuncio previo la verdad sin piedad ninguna
grabada sobre la piedra que no pudo (o no supo o no quiso)
ocultar esa mirada.
El ÁRBOL
El problema es que el árbol
un Sequoiadendron de la familia
de las Cupresáceas
también llamada Taxodiáceas
- especie casi extinguida -
caerá en cualquier momento
sobre mi patio y mi casa.
EL UNO Y EL OTRO
Yo soy dos en uno, el Uno y el Otro.
El Uno que también soy Yo, levanta mi mano derecha
Hacia la luz más plena del Cielo
donde el Tiempo es Único y Total
donde el Amor es la Unidad del Uno con el Todo
donde el Ser encuentra en sí lo que Es y ha Sido.
El Otro que también soy Yo, arrastra mi mano izquierda
hacia el Fondo de Todas las Aguas, más abajo aún
de los crustáceos, las caracolas, las algas
y las piedras marinas milenarias
ahí donde hasta los átomos matan al prójimo
para subsistir sin piedad ni misericordia alguna.
Gracias a los dos hombres que soy, el Uno y el Otro,
puedo andar por el mundo en mi destartalada bicicleta
pues al fin y al cabo los dos hombres que soy trabajan juntos
Para que yo, el que soy, siga siendo lo que soy:
Un estadio intermedio, una mediocridad, un entretanto.
Y agréguese, además:
Un eslabón perdido
Una insegura hipótesis
Una incumplida promesa
Una probable potencia
Una deuda impaga
Una simple apuesta
de Dios contra la Nada.