Fernando Mires - (jueves de la poesía) EL TIEMPO Y EL YO



Osvaldo Monsalve - Y el ángel que pasa todavía

 

LA MIRADA

La mirada, menos de dos segundos que cruzó el viejo poeta

con la erguida, altiva y anciana transeúnte

La mirada que no solo delató la misma edad del calendario

de dos que habían vivido muy cerca sin saberlo 

Sin conocerse jamás: dos vidas gemelas e ignoradas.


Reveló antes que nada la indismentible certeza

de que sin suponerlo ambos compartían un mismo signo:

esa luz azul acuosa que solo saben llevar con dignidad

los que provienen del linaje de los piscis sin acuarios

los mismos que no han abandonado del todo

la condición líquida y no etérea que algunos teólogos 

del neuma sagrado asignan sin ninguna prueba 

a la pobre y contradictoria condición humana.


Podría ser incluso el color del agua cuando el mar no existía

antes de que el severo gesto de la mano bíblica cometiera 

el imperdonable error de separar en su propio lecho 

a las tinieblas de la luz, las que nunca más dormirían abrazadas.


Tal vez la seguridad de compartir el misterio de un secreto

Haber contemplado en sueños la visión de algo que no existe

Esa malvada seguridad no revelada a ningún profeta

El testimonio de que en el uni-verso hay de verdad un solo verso

imposible de ser recitado por nadie sin arriesgar el pensamiento.


La demostración de la existencia de una estrella diurna

La que puede estallar en el cruce no premeditado

de dos miradas cruzadas entre dos simples caminantes:

Entre dos tristes viejos y una sola mirada.


No fueron más de dos segundos de solidaridad compartida

frente al resto de los pocos días que a ambos falta caminar  

¿y por qué no pensarlo? ¿y por qué no decirlo?

una extraña complicidad tangueada al compás de dos bastones 

alejándose cada vez más del lugar donde como flor de calle

apareció sin anuncio previo la verdad sin piedad ninguna

grabada sobre la piedra que no pudo (o no supo o no quiso)

 ocultar esa mirada.


El ÁRBOL

El problema es que el árbol

un Sequoiadendron de la familia

de las Cupresáceas

también llamada Taxodiáceas

- especie casi extinguida -

caerá en cualquier momento

sobre mi patio y mi casa.


EL UNO Y EL OTRO

Yo soy dos en uno, el Uno y el Otro.

El Uno que también soy Yo, levanta mi mano derecha

Hacia la luz más plena del Cielo

donde el Tiempo es Único y Total

donde el Amor es la Unidad del Uno con el Todo

donde el Ser encuentra en sí lo que Es y ha Sido. 


El Otro que también soy Yo, arrastra mi mano izquierda 

hacia el Fondo de Todas las Aguas, más abajo aún

de los crustáceos, las caracolas, las algas

y las piedras marinas milenarias

ahí donde hasta los átomos matan al prójimo

para subsistir sin piedad ni misericordia alguna.


Gracias a los dos hombres que soy, el Uno y el Otro, 

puedo andar por el mundo en mi destartalada bicicleta

pues al fin y al cabo los dos hombres que soy trabajan juntos

Para que yo, el que soy, siga siendo lo que soy:

Un estadio intermedio, una mediocridad, un entretanto.


Y agréguese, además:

Un eslabón perdido 

Una insegura hipótesis

Una incumplida promesa 

Una probable potencia

Una deuda impaga 

Una simple apuesta 

de Dios contra la Nada.