Es prematuro ofrecer una evaluación definitiva del éxito de los ataques aéreos israelíes. Dicha evaluación dependerá de varios factores, empezando por la magnitud y las consecuencias de los daños, el tiempo que Irán necesitaría para reconstruir lo perdido y la magnitud del deterioro del liderazgo militar y nuclear iraní.
NUEVA YORK – En sus ataques aéreos en Irán, Israel presuntamente mató a altos mandos militares, así como a figuras destacadas del programa nuclear iraní. Al parecer, Israel también degradó aún más las defensas aéreas iraníes, atacó nuevos objetivos militares y atacó al menos una instalación nuclear, y posiblemente más.
A pesar de la afirmación de Israel de actuar preventivamente, los ataques constituyen una acción preventiva clásica, implementada contra una amenaza creciente, más que contra un peligro inminente. La diferencia tiene implicaciones legales y diplomáticas, ya que los ataques militares preventivos tienden a ser mucho más controvertidos y se enmarcan en la categoría de guerras por elección. Los ataques preventivos se consideran una forma de autodefensa y tienden a aceptarse como necesarios.
Es probable que estas distinciones no sean significativas para Israel, que ha llevado a cabo ataques similares (aunque de forma más limitada) contra los incipientes programas nucleares iraquíes y sirios en el pasado. Además, actuar contra Irán tiene buena acogida a nivel nacional: es uno de los pocos temas en los que la mayoría de los israelíes —profundamente divididos por la guerra en Gaza, el papel de los tribunales en su democracia y el equilibrio secular-religioso del país— pueden estar de acuerdo.
Aún no se ha explicado satisfactoriamente por qué Israel decidió llevar a cabo esta operación. Según el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, «en los últimos meses, Irán ha tomado medidas inéditas para convertir su uranio enriquecido en armamento». Pero será importante comprobar si el gobierno israelí contaba con nueva información de inteligencia o si había desarrollado una nueva evaluación de las capacidades e intenciones iraníes.
Sabemos, por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que Irán producía activamente uranio altamente enriquecido y no había revelado sus actividades nucleares. Sin embargo, en las últimas semanas, funcionarios de inteligencia estadounidenses confirmaron que Irán aún no había decidido producir un arma nuclear.
Según informes, basados principalmente en declaraciones de funcionarios israelíes, Estados Unidos conocía de antemano el ataque previsto y no intentó detenerlo. Si bien probablemente sabremos si realmente dio luz verde en lugar de amarilla, parece casi seguro que no dio luz roja, como ha hecho en otras ocasiones a lo largo de los años.
Aun así, funcionarios estadounidenses han intentado distanciar a Estados Unidos de la acción israelí, afirmando que Israel actuó unilateralmente y dejando claro que Irán no debería atacar a las fuerzas estadounidenses en respuesta. No está claro hasta qué punto Estados Unidos está dispuesto a ayudar a Israel en futuras acciones militares contra Irán, ni a reforzar su capacidad de defensa ante las represalias iraníes. Las perspectivas de reanudar las negociaciones nucleares entre Estados Unidos e Irán, que el presidente Donald Trump ha sugerido que continúen, parecen remotas.1
Es prematuro ofrecer una evaluación definitiva del éxito de esta operación. Dicha evaluación dependerá de varios factores, empezando por la magnitud y las consecuencias de los daños. Se desconoce qué se logró, cuánto tiempo necesitaría Irán para reconstruir lo perdido y cuán profundamente se ha afectado el liderazgo militar y nuclear iraní. Una pregunta relacionada es si el ataque afectará, y de qué manera, el control del régimen iraní sobre el país, que el ataque israelí podría haber pretendido debilitar.
Una segunda consideración es el alcance de las futuras represalias iraníes. La respuesta inicial de Irán fue relativamente modesta: el lanzamiento de unos cien drones hacia Israel, contra el cual Israel está bien preparado para defenderse. Sin embargo, posteriormente, Irán lanzó varias oleadas de misiles balísticos. La pregunta obvia es qué más decidirá Irán hacer contra Israel y sus objetivos en todo el mundo. Sin embargo, no está nada claro que Irán cuente con un conjunto atractivo de opciones, dadas sus demostradas vulnerabilidades.
También está por verse si Irán actúa contra Estados Unidos, que retiró a gran parte de su personal de la región en previsión de represalias, o contra uno o más de sus vecinos árabes. A pesar de los continuos esfuerzos de Irán por mejorar las relaciones con los Estados del Golfo, no se puede descartar que Irán intente interferir en la industria energética de la región. Esto pondría en peligro su posición en el Golfo, pero elevaría el precio del petróleo (ya elevado tras el ataque israelí), perjudicando a Occidente y posiblemente incrementando los ingresos iraníes en un momento en que el alivio de las sanciones, tema de las negociaciones nucleares con Estados Unidos, ya no es inminente.
También existe la posibilidad de nuevos ataques militares israelíes contra instalaciones nucleares conocidas y sospechosas, una medida que tanto Netanyahu como Trump han advertido que está por venir. Esto también requeriría una evaluación de lo logrado y sus posibles consecuencias.
Irán, buscando disuadir un ataque como el que acaba de ocurrir, tendrá que decidir si redobla sus esfuerzos nucleares, reestructura su programa en instalaciones más difíciles de destruir y continúa cooperando con el OIEA. A la complejidad se suma la posibilidad de que socios externos —como China, Rusia y Corea del Norte, todos con experiencia en el desarrollo de armas nucleares— presten asistencia, y cómo responderán Estados Unidos e Israel en caso de que lo hagan.
Antes de determinar si la acción militar fue la mejor política disponible, también necesitaremos saber más sobre lo que podría haberse negociado y verificado entre Estados Unidos e Irán. Esto podría afectar las reacciones políticas tanto en Israel como en Irán sobre si los ataques pudieron y debieron haberse evitado.
Por ahora, hay más preguntas que respuestas sobre lo sucedido o lo que podría suceder a continuación. Lo único cierto es que este último capítulo en el Oriente Medio, devastado por el conflicto, apenas comienza. (Project Syndicate)
Richard Haass, presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores, consejero principal de Centerview Partners y académico distinguido de la Universidad de Nueva York, se desempeñó anteriormente como director de Planificación de Políticas del Departamento de Estado de EE. UU. (2001-2003) y fue enviado especial del presidente George W. Bush a Irlanda del Norte y coordinador para el Futuro de Afganistán. Es autor de The Bill of Obligations: The Ten Habits of Good Citizens (Penguin Press, 2023) y del boletín semanal de Substack Home & Away .