Gonzalo Oliveros - ESTRATEGIA HIROSAKI

 

Alborozados. Así pareciere estar  una parte de los venezolanos  por la decisión de la administración Trump de hacer efectivo el cese de las licencias que permitían a algunas empresas petroleras y de servicio americanas, trabajar en o con el país.

Esa condición estimo que no la tienen, salvo que tengan vocación suicida, por ejemplo, quienes trabajaban para esas empresas, pues perderán sus trabajos; en similar situación están los arrendadores de sus viviendas ocupadas por esos trabajadores, ahora desempleados  o los bancos acreedores de los créditos de estos, pues la morosidad derivada del despido, les impactará.

Igualmente, alguna preocupación tendrán las empresas que les suministraban equipos y  maquinarias a las que saldrán del país, esos que aquéllas  requerían para su actuación, pues las ventas mermarán, así como los respectivos trabajadores de ellas, pues la situación a todos les afectará; similar situación ocurrirá con los restaurantes que servían alimento a quienes laboraban en las empresas que se van pues, sus ventas, obviamente disminuirán mientras la situación se resuelve. Finalmente, la preocupación  en algún momento se hará nacional cuando la inflación inducida -como consecuencia del menor número de dólares en circulación- impacte, como ya lo está haciendo, la economía. 

Bajo ese supuesto, a la larga, todos los venezolanos, adentro y afuera del país seremos el “daño colateral” producto de la decisión de la administración Trump -respaldada por el actual liderazgo venezolano- de cerrarle a Venezuela la realización de negocios con los Estados Unidos y casi que el mundo.

Sin embargo, aunque algunos -aun habiendo estudiado física en los tres últimos años del bachillerato y quizás de la universidad- lo olviden, los espacios se llenan.

Ciertamente quienes los cubrirán no tendrán como idioma primario el inglés, quizás sea el mandarín o cualquiera otro no muy conocido entre nosotros, pero el espacio se cubrirá, mañana o pasado y esa es la esperanza que, cuando menos los directa o inmediatamente afectados tienen pues, ya saben que, si algo aprendieron en Miraflores, es a surfear. Lo insólito es, así lo creo, que sus adversarios, que han visto como lo hacen, que tienen la experiencia visual de mas de sesenta años en una isla caribeña, repitan la misma estrategia que en esta falló y que en la nuestra hizo lo propio pues, el objetivo que cuando menos aquí se buscó por esa vía el 2019, no se logró.

Concluir que porque se establecieron nuevas sanciones quienes gobiernan salen perjudicados, obvian que, dentro de las condiciones -implícitas o explícitas- de las licencias, estaba un control de los recursos que se manejaban, no tanto en el sentido de la inversión de los mismos dentro del país sino del flujo que se recibían. Ahora, por la opacidad que la medida genera, poco o nada se sabrá, los recursos -pocos o muchos- fluirán como lo hicieron el 2019, pero quienes tendrán la exclusiva información respecto de los mismos, serán quienes los administran, muy probablemente en beneficio personal.

La estrategia de la máxima presión no es novedosa.

 Ya la aplicaron, con más rigor los norteamericanos en 1945 con Japón y por ello pudiéremos denominar  “estrategia Hirosaki” pues la misma consistió en buscar la rendición de Japón a través del lanzamiento de dos bombas atómicas a la población civil de Hiroshima y Nagasaki en agosto del 45, con lo que, ciertamente, lograron su objetivo pero a un costo que, algunos, no olvidan. 

 Así como esa población fue objeto de una decisión que buscaba un bien mayor -la terminación de la guerra- la referida medida, en el caso venezolano, busca la finalización de nuestro conflicto político sin que pareciere hoy  importar el costo que asumirán los afectados por dicha decisión.

Considerar que por la vía de sanciones quienes gobiernan Venezuela se rendirán, desconocen la catadura del adversario que enfrentan.

 Este solo saldrá del poder si es derrotado por la violencia -y obsérvese que las armas están del lado contrario, así como que  ningún extranjero pondrá en el asador a sus soldados por cuenta nuestra- o si tiene garantías de supervivencia, personal y política. Si quienes le adversan consideran que, por cuenta de sanciones de otros -que afectaran a todos- o por operaciones con nombre de animal volador, lograran su objetivo, pues deberán sentarse a esperar que ocurra y ello, para que no se cansen.

Bajo ese supuesto, guste o no, en Venezuela, así lo creo, no habrá rendición.

Quienes gobiernan no entregaran su cabeza para que, como Luis XVI, se la corten en el cadalso; en nuestro país, habrá más tarde que temprano -y obsérvese que invierto la expresión-  negociación, como consecuencia de que, como lo he escrito varias veces con antelación, todos resultamos derrotados -como por cierto lo escribió en reciente micro análisis Jesús Seguías-  unos porque no pudieron acabar con el otro como lo querían y los otros porque resistieron la embestida y obsérvese que el axioma es perfectamente aplicable a todos.

   Mientras los Estados Unidos disponen sanciones a diestra y siniestra para el país -y que ya nadie duda que son para este pues así inclusive lo reconoce todo el liderazgo nacional, tanto el que lo auspicia como el que al mismo se opone- quienes ocupan el palacio de Miraflores y demás dependencias oficiales, impulsan acuerdos de toda naturaleza con rusos,  chinos y cualquiera otro que crea que puede efectivamente colaborarle, lo que conlleva a que todas las operaciones productivas venezolanas, van a estar en manos de terceros y todo gracias, por una parte, a la decisión política de empobrecernos ejecutada desde el 2 de febrero de 1999 y por la otra, a la incapacidad de lograr acordar un mecanismo que permita resolver, en la medida de lo posible, nuestra tragedia, por las maximalistas exigencias de todos.

Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural