Nelly Arenas - DE LIBERTARIOS Y LIBERTADORES

Desde hace unas décadas, el mundo ha visto emerger una serie de líderes políticos populistas que han venido ejerciendo el poder en abierto desprecio a las instituciones democráticas. La deriva hacia formas autoritarias de ese tipo de gobierno es cada vez más alarmante. Ocurre no solo en América Latina donde el fenómeno autoritario ha sido recurrente a lo largo de su historia, sino que también asoma peligrosamente en Europa y en el país con la más robusta de las democracias del planeta, los Estados Unidos. Tiene poca o ninguna importancia si son de izquierda o de derecha. Importa sí, que en cada uno de los países donde el fenómeno se ha manifestado, las libertades ciudadanas se han visto en riesgo.

Algunos de esos líderes, los de la extrema derecha, se autoproclaman “libertarios”. Milei y Trump, entre ellos, son sus más mediáticos exponentes. Los de extrema izquierda, latinoamericana principalmente, se presentan como libertadores. Los primeros, ultraliberales; los segundos, adalides del socialismo del siglo XXI. Estos últimos conservan la retórica contra el imperialismo endosando a los Estados Unidos todos los males del continente y más allá. Tanto libertarios como libertadores participan del mismo torneo en el que se venden a sí mismos como campeones de la libertad. Cuál es el sentido de libertad que esta implícito en cada uno de sus discursos nos parece una pregunta necesaria. Intentando aproximar una respuesta, recurrimos a la disertación que nos presenta Isaiah Berlin sobre la libertad negativa y la libertad positiva.

La primera de ellas tiene que ver con la defensa de la no interferencia, con la idea de no ser dirigido por nadie, con la autosuficiencia y el ser socialmente omnipotente. Según Berlin esta manera de entender la libertad se utilizó en el pasado para apoyar prácticas desplegadas por los más fuertes e inescrupulosos contra los más débiles y desafortunados. Los males del laissez-faire sin restricciones y de los sistemas legales y sociales que lo permitieron, condujeron a la violacion de los derechos humanos básicos, incluyendo los de expresión y asociación sin los cuales es imposible la democracia. La libertad de los lobos ha significado frecuentemente la muerte de las ovejas, es la frase a la que el autor recurre para graficar el sentido de la libertad negativa.

Con relación a la segunda, la libertad positiva, Berlin señala que se trata de lo que realmente puedes hacer más que de hacerlo sin interferencias. Las teorías de la libertad positiva, añade, suelen basarse en una division entre un yo inferior (“irracional”) y un yo superior (“racional”). Segun estas, una persona es positivamente libre solo si domina su yo inferior. De allí que pueda forzarse a alguien a ser libre bien sea desde una raza, una iglesia o el Estado.

La coercion se justifica así con el argumento de que la misma conduce a la realizacion de los objetivos del yo superior o racional. Es en este punto donde la libertad positiva puede emparentarse con los despotismos, tal como ocurrió con los totalitarismos del siglo XX. Era esta la mayor preocupación de Berlin.

Daniel Innerarity refiere que los líderes libertarios tienen una idea extrema del liberalismo y manejan un concepto de libertad enteramente negativa según la cual el individuo se afirma en contraposición a los demás. El autoritarismo libertario procede de una concepción del individuo como ser autosuficiente, competitivo, desvinculado. Se trata de una idea de libertad que rechaza su dimension colectiva. Es una libertad en su expresión mas individualista que considera al Estado como la causa de todos los males. El libertarismo es antipolítico porque carece de una visión relacional del mundo, conciliable con la pluralidad de concepciones acerca de la realidad que compartimos todos. La libertad, para que lo sea, debe estar ensamblada fuertemente a lo social. Ella se apoya en un conjunto de derechos y presupuestos institucionales que la hacen real y universal. La libertad solo existe verdaderamente donde existe un reconocimiento de las dependencias recíprocas, en palabras de Innerarity.

Los libertadores, por su parte, se proclaman herederos directos de las glorias emancipadoras de distintos héroes latinoamericanos, llámense Simón Bolivar, Augusto César Sandino o José Martí. Se atribuyen el papel de liberar a la sociedad de la esclavitud del capitalismo y se arrogan la tarea de enseñarnos a ser libres, o lo que es lo mismo, a vivir en coherencia con nuestro “yo superior racional” referido por Berlin. Tal coherencia, sin embargo, solo es posible ejerciendo coacción sobre las personas. Los libertadores suponen al pueblo como una masa indefensa sometida a un enemigo externo encarnado en el imperialismo estadounidense asociado a las “oligarquías” nacionales. Al contrario de los libertarios, abogan por un Estado fuerte bajo el signo del colectivismo, cuyo ideal superior es la igualdad social. En verdad, esta aspiración se concreta solo discursivamente pues la experiencia histórica revela que los sistemas sociopolíticos que se han construido a la luz de esta prédica, terminan enquistando a una elite en el poder la que usufructúa los recursos colectivos en detrimento del resto de la sociedad. Los libertadores se identifican con los autoritarismos de izquierda del mundo. Da igual si es Cuba, China o Corea del norte. En su momento de mayor auge proclamaron al “hombre nuevo” que con el tiempo se fue haciendo viejo sin que el mismo pudiera exhibir algún mérito trascendente. Sobre tales líderes no vale la pena abundar pues son una especie bien conocida en América Latina.

Berlin sostiene que cada uno de estos conceptos, negativo o positivo de la libertad, parece susceptible de caer en el propio vicio que pretenden combatir en su origen. En el caso de los libertarios, en efecto, al pretender que no haya interferencias en la sociedad, sobre todo por parte del Estado, terminan precisamente interfiriendo para forzar la existencia de un ciudadano individualista y, por tanto, desconectado de su realidad. Con ello resulta impensable la libertad. De igual forma, en el caso de los libertadores, al coaccionar al individuo para conminarlo a ser libre, acaban por generar lo contrario.

De cualquier manera, en ambos casos, libertarios o libertadores diezman la democracia.

Bibliografía

Berlin, Isaiah (2003) Cuatro ensayos sobre la libertad Alianza editorial, Madrid.

Innerarity, Daniel (2024) “Autoritarismo libertario” El País 16-09