19 de agosto de 202
A diferencia de la crisis de Sarajevo en el verano de 1914, el conflicto centenario entre judíos y árabes en Tierra Santa nunca ha provocado una conflagración global o un choque de grandes potencias que culmine en una guerra mundial. Pero eso puede estar cambiando ante nuestros propios ojos.
BERLÍN – El conflicto entre árabes y judíos por la tierra entre el valle del Jordán y el mar Mediterráneo, centrado en torno a la ciudad santa de Jerusalén, que ahora es la capital del Estado de Israel, ha durado más de cien años. Pero ahora el conflicto está cambiando, y no para mejor.
Comenzó bajo el dominio de los sultanes otomanos y continuó después de la Primera Guerra Mundial, cuando un mandato de la Sociedad de Naciones ofreció un delgado disfraz para lo que en realidad era el dominio colonial de los dos vencedores europeos, Gran Bretaña y Francia. Luego vino la Segunda Guerra Mundial, que terminó con la caída del régimen nazi en Alemania. En 1947, una mayoría de dos tercios de las recién creadas Naciones Unidas acordó un plan de partición para el territorio del mandato de Palestina; y en 1948, con la expiración del mandato, se fundó el Estado de Israel.
Eso llevó a la primera guerra en Oriente Medio entre Israel y sus vecinos árabes, que fueron derrotados en un año, lo que provocó el desplazamiento masivo de muchos árabes de la tierra en disputa (un acontecimiento conocido como la Nakba, que significa "catástrofe"). Pero en las décadas siguientes se producirían más guerras, que provocarían más desplazamientos y expulsiones.1
A lo largo de esta lucha centenaria, el mundo en general ha experimentado vastos y profundos cambios geopolíticos, desde la caída de los viejos imperios coloniales hasta las dos guerras mundiales y la larga Guerra Fría. Sin embargo, el conflicto israelo-palestino ha seguido siendo predominantemente un asunto regional, o incluso meramente local entre dos pequeñas poblaciones. A diferencia de la crisis de Sarajevo en el verano de 1914, este conflicto nunca ha provocado una conflagración global o un choque de grandes potencias que culmine en una guerra mundial. Pero ahora esa realidad geopolítica también puede estar cediendo ante nuestros propios ojos.
Ha pasado casi un año desde que Hamás atacó la zona fronteriza de Israel con Gaza, masacrando a civiles y tomando cientos de rehenes, entre ellos jóvenes y ancianos, mujeres y niños. La guerra resultante en Gaza se ha cobrado un precio terrible entre los civiles palestinos, entre los cuales los militantes de Hamas esconden y guardan depósitos de armas. Pero desde el principio, esta guerra ha sido más que otro capítulo sangriento en el centenario conflicto judío-palestino por la misma tierra. El contexto más amplio innegable es la lucha por la hegemonía regional entre Irán y su "Eje de Resistencia" y quienes se oponen a él.
Desde que Irán lanzó un ataque con misiles sin precedentes contra Israel desde su propio territorio el 13 de abril, los dos han estado en un estado de guerra no declarado, y no por ningún pedazo de tierra. Este conflicto tiene una dimensión mucho mayor, porque mientras exista Israel, una de las potencias militares más fuertes de Oriente Medio, Irán no podrá alcanzar su objetivo de hegemonía regional. Para Irán, entonces, Israel es principalmente un medio para ese fin. El Estado judío le proporciona una ventaja crucial sobre su principal rival árabe, Arabia Saudí, al proporcionar una razón de ser para Hamás, Hezbolá y otros participantes en el Eje de la Resistencia.
El avanzado programa nuclear de Irán es otro medio para el mismo fin. Un Irán con armas nucleares cambiaría el equilibrio de poder en Oriente Medio, y probablemente también en todo el mundo.
Ahora que se ha convocado el espectro de una gran guerra regional en Oriente Medio, es poco probable que alguien sea capaz de contenerlo. Irán y sus aliados han jurado venganza por los recientes asesinatos de altos funcionarios de Hamas y Hezbollah en Teherán y Beirut, respectivamente. En un mundo que cambia drásticamente y es cada vez más inestable, el conflicto centenario de Oriente Medio se ha convertido en algo nuevo. Todas las grandes potencias ya están involucradas, ya que Irán es un socio cercano de Rusia y China, y el estatus de la región como un importante exportador de energía significa que cualquier nueva escalada traerá graves perturbaciones económicas globales.
Al igual que en la década de 1970, Oriente Medio tiene el potencial de desencadenar una crisis económica mundial. Esta vez, sin embargo, no se vislumbran soluciones viables. Todas las partes implicadas están obstinadamente convencidas de sus propias posibilidades, y ni los palestinos ni los israelíes se rendirán jamás.
Al arriesgarse a una guerra más amplia con Israel y Estados Unidos en su búsqueda de la hegemonía regional y las armas nucleares, el régimen iraní bien podría lograr su propio fin. Pero mientras tanto, Israel continuará aislándose internacionalmente presionando su brutal campaña militar en Gaza. Ambas partes han renunciado a la razón, y eso debería preocuparnos a todos.