El peligro es inmenso. La extrema derecha está a las puertas de llegar al poder. Sólo nos traerá odio, vergüenza y caos. En el fondo, los franceses no quieren que la extrema derecha gobierne, pero sí quieren un cambio radical de política. Sobre todo, quieren ser escuchados, que escuchemos sus vehementes y legítimas demandas en términos de poder adquisitivo, seguridad e inmigración.
En tiempos de turbulencias, ante el peligro, las decisiones de unos y otros tienen consecuencias para el país. Comparto el miedo a Agrupación Nacional que invade a la gente de izquierdas y comprendo su deseo de unidad frente a este peligro.
Pero el aparato del Partido Socialista y sus dirigentes, ante el histórico momento político que vivimos, un momento de tanta gravedad, han elegido la cobardía, lo peor y el riesgo.
Han optado por la cobardía, y eso que se abrían ante ellos caminos más virtuosos. Esas sendas eran más exigentes, difíciles y escarpadas, pero tenían la bondad de no sumir en la vergüenza a la izquierda.
Había margen para dar con candidaturas de unidad socialdemócratas, ecologistas e incluso comunistas, dejando marginada a la extrema izquierda.
Sobre todo, había margen para una coalición negociada con la mayoría actual y con todos los republicanos en la que la izquierda hubiera podido imponer sus prioridades en materia de desigualdad, ecología y servicios públicos.
Cierto es que el presidente de la República tendría que haber tomado la delantera y haberlo propuesto ya en junio de 2022. Sin embargo, los dirigentes del Partido Socialista han optado por renovar una alianza contranatura con la extrema izquierda populista, antisemita y antieuropea, apenas tres días después de que su electorado enviara un mensaje claro al poner la lista de Raphaël Glucksman a la cabeza, en el espectro de la izquierda, en las últimas elecciones europeas.
Han elegido lo peor que podrían haber elegido, porque el acuerdo del 'Nuevo Frente Popular', inspirado y liderado por la Francia Insumisa, es tan peligroso como la propia Agrupación Nacional.
Es un peligro económico, que viene con medidas demagógicas cuyo coste frisa los 300.000 millones de euros, casi el equivalente a toda la recaudación fiscal anual del Estado. Dicho de otra manera, habrá que duplicar todos los impuestos para financiar esas medidas.
Ese programa será la ruina para nuestro país y empobrecerá a los franceses.
La congelación de los precios provocará una escasez generalizada.
La vuelta a la edad de jubilación a los 60 años exigirá recaudar más de 50.000 millones de euros.
El aumento del salario mínimo a 1.600 euros netos destruirá más de 500.000 empleos.
La reintroducción del impuesto sobre el patrimonio y las numerosas nuevas trabas que se quieren imponer a las empresas acabarán con las sociedades más pequeñas y ahuyentarán del país a todos los inversores.
La puesta en marcha de la semana laboral de 32 horas arruinará nuestra productividad, destruirá empleo y debilitará el valor del trabajo.
La omisión voluntaria de la energía nuclear, para ocultar las grandes diferencias entre las partes implicadas, se traducirá sin duda en un debilitamiento de nuestra soberanía energética.
Invito a nuestros compatriotas a revisar el programa del 'Nuevo Frente Popular'. Todo será gratis. Se acabó ahorrar. Se trabajará menos. Se pagará menos. Se ganará más. Y ante todo esto, el Estado, por ende arruinado, dispondrá mágicamente de miles de millones de euros para que lluevan sobre el pueblo.
¿Hay alguien que pueda creerse algo así?
Es un peligro moral, con el telón de fondo del rechazo a nuestros principios republicanos y de la ambigüedad con el islamismo y el antisemitismo. El Partido Socialista, avergonzado de sí mismo, ha transigido y se ha fusionado con el comunitarismo de la Francia Insumisa para llevarse el voto de los nuevos condenados de la tierra de los barrios separatistas.
Aunque en el programa figura una condena (que, aparentemente, consiguieron sacarles a pulso) de las masacres terroristas perpetradas por Hamás, no se califica a la organización de terrorista.
Es más, se aboga por la lucha contra el discurso "islamófobo" y por un plan interministerial contra la "islamofobia", término utilizado por los islamistas para victimizar a los musulmanes y ponerlos en contra de nuestro país. Los periodistas de Charlie Hebdo fueron asesinados porque los señalaron con el dedo de esta manera.
El islamismo ya no será un enemigo que combatir, sino un aliado al que hay que engatusar.
¿Cómo se puede defender la derogación de la ley contra el separatismo, que fue una respuesta al asesinato de Samuel Paty y que reforzaba el principio de laicidad en los servicios públicos, que tipificaba el delito de odio cibernético y controlaba mejor los lugares de culto?
¿Cómo se puede justificar la supresión del "contrato de compromiso republicano" que supedita la concesión de subvenciones a las asociaciones a que se comprometan a respetar los principios de laicidad o de igualdad entre hombres y mujeres?
Es un peligro para la seguridad. Siguiendo los pasos de Jean-Luc Mélenchon y sus esbirros, que creen que "la policía mata", el programa del 'Nuevo Frente Popular' lanza el oprobio sobre nuestras fuerzas del orden al proponer el desmantelamiento de las Brigadas Motorizadas para la Represión de las Acciones Violentas y dejar que los buscabullas desaten su violencia en las manifestaciones.
Deja indefensos a nuestros policías cuando se enfrenten a un individuo que se niegue a obedecer y se corra el riesgo de que mate a alguien entretanto.
También al querer derogar la llamada ley de seguridad global, que ha proporcionado una mayor protección a nuestros policías y gendarmes.
Al introducir los resguardos en los controles de identidad, cosa que alimenta el discurso que habla de la existencia de una "policía racista".
En términos más generales, en su programa no se aborda la cuestión de la inseguridad que sufren nuestros compatriotas y que los empuja a lanzarse en brazos de Agrupación Nacional.
En cuanto al deseo de acabar con la superpoblación carcelaria, me temo que, en su cabeza, esa idea se traduce más bien en una política laxa, no en la ampliación de plazas carcelarias.
Es también un peligro migratorio que ilustra, una vez más, que no entienden nada del mensaje enviado por los franceses el pasado 9 de junio.
Al proponer la derogación de las leyes de asilo y de inmigración, que se mejore el acceso a los visados, planes de regularización masiva, facilidades para adquirir la nacionalidad francesa o la aplicación de un derecho de arraigo "pleno", es decir, sin condiciones que acrediten la integración, el 'Nuevo Frente Popular' corre el riesgo de que suframos un estallido de inmigración en nuestro país cuando no necesitamos más inmigrantes y cuando lo que piden nuestros compatriotas es, por el contrario, que haya más control.
Es además un peligro político, ya que su futura mayoría incluiría a militantes violentos como Raphaël Arnaul, que figura en las listas de sujetos peligrosos para la seguridad nacional de las fuerzas del Estado, y a varios personajes investigados por apología del terrorismo, desde Daniele Obono (quien, con los bárbaros ataques terroristas del 7 de octubre, calificó a Hamás de movimiento de resistencia) hasta Philippe Poutou y el Nuevo Partido Anticapitalista, que dijo de ellos que representaban "una lucha necesaria contra la colonización de un Estado beligerante y guerrero".
Por último, el aparato del Partido Socialista ha optado por el riesgo porque, al presentar un programa tan vergonzoso y deshonroso como única alternativa a la Agrupación Nacional, quizá haga más por favorecer el ascenso al poder de la ultraderecha que por impedirlo. Los votantes de derechas, aunque sean de derecha moderada, nunca votarán a la Francia Insumisa frente a la Agrupación Nacional. Yo mismo, y lo asumo, no me he pasado cuarenta años luchando contra los antisemitas del Frente Nacional para votar ahora al partido también antisemita de la Francia Insumisa.
El pueblo de izquierdas tiene que saber la verdad: el 'Nuevo Frente Popular' no es una solución al caos que supondría la llegada de la extrema derecha al poder, sino un caos igual de grande. No es el miedo a la ultraderecha lo que ha llevado a perpetrar semejante atropello, sino el miedo a perder un escaño.
Los electores de izquierdas deben oponerse a los dos extremos y apoyar a los socialdemócratas, a los ecologistas, a los diputados actuales de la mayoría presidencial y a los de derechas que rechazan el vergonzoso acuerdo con la Agrupación Nacional. Sobre estos cimientos, mañana tendremos que construir, como alternativa, una nueva mayoría para salvar lo esencial, para llegar a acuerdos sobre los aspectos más importantes y entendernos con respecto al cómo.
Lo esencial es el apoyo a la construcción europea, a la defensa de los valores de la República y la grandeza de Francia. Lo fundamental es garantizar la prosperidad y la perennidad de la nación francesa. Poner orden en nuestras calles, nuestras fronteras y nuestras cuentas. Reformar nuestro sistema jurídico. Restablecer nuestros servicios públicos, revalorizar el trabajo y proteger a las personas más vulnerables.
Y la manera de lograrlo pasa por proponer una forma diferente de gobernar, menos vertical y que esté en posición de escucha ante los problemas de los franceses. Ni la Francia Insumisa ni Agrupación Nacional: todo por la República.
Manuel Valls es ex primer ministro de la República Francesa (2014-2016) y exconcejal del Ayuntamiento de Barcelona (2019-2021). (El Español)