David Koranyi - HAY QUE PARARLE LOS PIES A VIKTOR ORBAN

Viktor Orbán es como ese conductor que oye hablar de un hombre enloquecido que conduce en dirección contraria y exclama: "¿Sólo uno? ¡Todos van en dirección contraria!".

El primer ministro de Hungría lleva mucho tiempo explorando los límites de la Unión Europea y la OTAN. Sus juegos en los Consejos Europeos y su deliberada dilación del paquete de ayuda de 50.000 millones de euros para Ucrania han frustrado a los líderes de la Unión y lo han aislado. Su inexplicable obstinación contra el acceso de Suecia a la OTAN no tiene explicación racional, y sí contrapartidas.

Su comportamiento en cada dossier ha sido mezquino en el mejor de los casos y siniestro en el peor, y da pistas sobre la extraordinaria influencia del Kremlin.

No han sido los primeros casos de intransigencia favorables a los intereses de Rusia. Intereses que Orbán ha asumido. En los últimos dos años, el primer ministro húngaro ha disparado desde los márgenes y ha amenazado con bloquear las sanciones de la Unión Europea contra la economía rusa y los aliados de Vladímir Putin.

El primer ministro húngaro ha puesto a prueba la paciencia de sus socios europeos, una y otra vez. Y, lo que es peor, se ha desviado de los consensos acordados en bloque para enchufar Hungría a la energía rusa y dar voz a la propaganda del Kremlin.

En cada momento, Orbán ha contravenido el consenso europeo y transatlántico, ha manipulado el proceso de decisión común y ha minado, en última instancia, los intereses colectivos de seguridad de Occidente.

Algunos han sugerido que el autodenominado street fighter está borracho de poder tras conseguir una victoria aplastante en las elecciones parlamentarias húngaras en 2022. En un contexto en el que la oposición a Orbán está fracturada, y también de reformas internas que favorecen a su partido Fidesz, tienen parte de razón quienes sostienen que el primer ministro puede hacer cuanto le antoje, sin consecuencias.

Con su inflado ego, Orbán aborda los compromisos con la UE desde una perspectiva desmedida de su importancia. Ataca Bruselas como rutina y etiqueta la política comunitaria de "parodia". Pero al final es Orbán, y no otros miembros del bloque, quien está solo en Europa.

La UE viene caracterizándose en la última década por retrasar las represalias contra el comportamiento cada vez más autocrático de Orbán. Pero, en tiempos de guerra, la amenaza que representa Orbán para los Veintisiete se está volviendo existencial. Europa debería dejar de ceder ante sus chantajes. Tiene herramientas para hacerlo. Es hora de que la cola deje de mover al perro.

La semana pasada, tras otro tira y afloja, Orbán renunció a su oposición al paquete de 50.000 millones propuesto para Ucrania. Pese a su grandilocuencia, tuvo que ceder en prácticamente todas sus demandas. Tuvo que renunciar al derecho de veto y optó por la sensata propuesta de un informe anual y un debate entre líderes sobre la implementación de los fondos.

Orbán consiguió una revisión de las conclusiones de 2020 de la Comisión Europea sobre la adhesión de los Estados miembros a la legislación de la UE, algo que resultaba inicialmente preocupante. Esta nueva "garantía" sobre cómo la Comisión Europea debe evaluar el Estado de derecho establece ahora que todo el trabajo debe realizarse de manera "justa y objetiva", y deja abierta la acusación de que, hasta la fecha, la Comisión no ha actuado de buena fe al respecto.

Cabe esperar que sea una nueva maniobra creativa de la Unión en la redacción de las normas, y no una relajación de las reglas previamente aceptadas.

A Orbán se le debe dejar claro que no conseguirá más concesiones ni compensaciones maquiavélicas por sus chantajes, sino castigos. El mecanismo de condicionalidad debe implementarse al pie de la letra, y cualquier transferencia de fondos de la Unión Europea debe vincularse a la aplicación de reformas, y no a compromisos sobre el papel.

Ahora se presenta una buena oportunidad mediante las reformas judiciales que Orbán acepta a regañadientes a cambio de los fondos europeos. Estas reformas tienen como propósito el fortalecimiento de la independencia judicial, especialmente en el Consejo Judicial, y modifican el funcionamiento del Tribunal Supremo para limitar la influencia política.

La revocación de la Ley de Protección de la Soberanía, recientemente adoptada e inspirada por Putin, debería ser otra exigencia crítica. Mientras tanto, los fondos de la UE deberían dirigirse directamente al pueblo, las empresas y los municipios húngaros. Pasando por alto su gobierno, se puede despojar a Orbán de su capacidad de presentarse a sí mismo y a la nación húngara como víctimas.

Por último, debe ponerse sobre la mesa la invocación del artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, que despojaría a Orbán de su derecho a voto.

El comportamiento persistentemente divisivo de Orbán y su total desprecio por los valores de la UE deben recibir una respuesta firme, tanto en beneficio de Europa como de los húngaros de a pie, testigos de cómo la democracia y las alianzas internacionales se deshacen ante sus ojos. No puede haber más patadas hacia delante. (El Español)

David Koranyi es presidente de Acción por la Democracia y fue asesor jefe de Política Exterior y Seguridad Nacional del primer ministro húngaro Gordon Bajnai. Traducido por Jorge Raya Pons.