La noticia de la muerte del líder opositor más famoso de Rusia, Alekséi Navalny, en un colonia penal del Ártico es chocante, pero no del todo inesperada. Traza una línea en el desarrollo político de Rusia de las últimas dos décadas al poner de relieve que ya no es posible desafiar al poder desde dentro del país.
Navalny fue el último político de relevancia que planteó un desafío real al Kremlin, pero su intento de derribar al régimen fracasó mucho antes de su prematura muerte en prisión. Sus cálculos poco realistas sobre el impacto de su regreso a Rusia en 2021 llevaron al desmantelamiento de los restos de toda la oposición organizada no consentida —y controlada— por el Estado ruso. Navalny acabó en prisión, mientras que sus partidarios fueron detenidos o huyeron al extranjero. Como resultado, cuando se produjo la invasión de Ucrania hubo muy pocas protestas callejeras.
Activo en la política rusa durante más de veinte años, Navalny se centró principalmente en identificar y erradicar la corrupción estatal, cuyas expresiones son casi ilimitadas en la Rusia moderna. SEGUIR LEYENDO>>