Fernando Mires - EL DILEMA ARGENTINO


Massa, Sergio Massa no es un líder mesiánico y al parecer tampoco tiene pretensiones de serlo, pero es un candidato que, bajo ciertas condiciones aún no muy precisas, podría llega a ser, si no un líder, un presidente. Pero para eso tendría que ganar las elecciones finales que tendrán lugar el próximo 19 de noviembre, empresa muy difícil, para muchos casi imposible. Pero ese "casi" encierra todavía una leve posibilidad. Más si se tiene en cuenta que las balas orales disparadas por Milei están dirigidas principalmente a la fracción cristinista del peronismo a la que, pese a haber sido ministro de Cristina, no pertenece Massa.

La imagen de Massa no es la de un peronista ortodoxo (el peronismo carece de ortodoxia) pero sí la de un hombre de diálogo, un buscador de consenso, un pragmático, en fin, un político con mayúscula. A diferencias de Patricia Bullrich (23,8%), quien del peronismo pasó a la derecha liberal, Massa viene de las canteras de la derecha liberal y de ahí pasó al peronismo. Y como dijo un psicoanalista (no me acuerdo el nombre) “las marcas la juventud, aparecen durante la madurez”. Esa es sin duda una de las razones por las cuales tantos votaron por Massa. Pero, y esto es muy importante, no todos los que por él votaron, votaron por él.

Los muchos opinadores argentinos parecen estar de acuerdo en un punto: A Massa lo eligieron como el anti-Milei. Pero ¿por qué no eligieron a Patricia Bullrisch para contraponer al “libertario” de la ultra derecha? Claro, eso habría sido lo más lógico, pero solo si la política fuera lógica. Bullrich parecía en efecto ser el perfecto centro geométrico situado entre el ultraliberalismo económico de Milei y el rentismo estatal del peronismo. Pero quizás por eso mismo no pudo en la primera vuelta avanzar demasiado más allá de la votación en las primarias (PASO). Para explicar mejor esta aparente anomalía, hay que recurrir a la teoría de los polos políticos. La teoría dice más o menos así: si aparece un polo, produce otro polo (los españoles, por ejemplo, aducen con cierta razón que VOX fue un producto neto de Podemos). Ahora bien, los polos, aunque parezca tonto decirlo, polarizan.

Milei es polar, incluso bipolar (libertario y ultraderechista) y luego, el polo contrario no podía ser Bullrich porque Bullrich estaba situada en el centro de la cancha. Ahora, si los electores argentinos la pensaron bien, vieron en Massa un polo no tan polar. Dicho otra vez bien claro: Massa, dentro del peronismo, no es cristinista ni extremista. Massa es antes que nada massista, es decir, alguien flexible, alguien que busca el consenso, primero dentro de sus propias filas y luego con los demás.

El consenso inter-peronista lo logró fácil Massa, pues para vencer a dos derechas juntas, el candidato no podía ser cristinista. El segundo, nos informan los opinadores argentinos, se debió al trabajo de hormiga que entre las elecciones primarias y la primera vuelta realizaron Massa y los suyos, reviviendo antiguas amistades, estableciendo relaciones con el ala más radicalmente anti-Milei del JxC, en fin, yendo a la montaña sin esperar que la montaña viniera a ellos.

“Sergio Massa” – escribe Susanne Käss de la Konrad Adenauer Stifftung – “es un maestro de la transformación cuando se trata del objetivo de mantener el poder, y lo ha demostrado muchas veces, y lo que hizo en esta campaña fue increíblemente hábil, diría que casi virtuoso: fingir que no tenía nada que ver con este gobierno y que el suyo comenzaría el 10 de diciembre”. Sin embargo, no fingió. En el hecho Massa no es cristinista. Y eso le sirvió demasiado.

El cristinismo o kirchnerismo no es todo el peronismo. Aquí debemos detenernos para dejar claro que, más que un partido, el peronismo es una confederación informal de partidos informales. Un gran invento argentino. Si se quiere, el mejor invento después del tango. En el peronismo coexisten de modo fluido corrientes que en otros países surcan por diferentes cauces, e incluso se interfieren entre sí. En el peronismo, no. Uno puede ser neo-liberal como lo fue Menem, izquierdista como lo fueron los Kirchner, cualquier cosa como lo es Fernández, pragmático como lo es Massa. Esa es también la llave del asombroso sentido de supervivencia de la fauna peronista. Cuando llega el momento de “un partido” los otros peronistas se hacen a un lado e, incluso, como Cristina, desaparecen de modo mágico de la faz pública. 

El anarco-capitalista Milei en cambio, no puede mutar, siempre será el mismo, un medioloco. Si cambia se notará mucho y eso se verá muy feo. El “encanto” de Milei reside en que él siempre será Milei y su partido (La Libertad Avanzauna prolongación de Milei. Ahí está la razón de sus indudables éxitos políticos. No así Massa. Massa no necesita cambiar para aparecer como medio liberal. Es que, de veras, Massa es medio liberal. Y aquí viene la pregunta, ¿quién pescará más en “la pecera del balotaje”, como llamó el columnista Alfredo Serrano Mancilla a la segunda vuelta? (Página12)

Matemáticamente gana Milei. Ahí no hay dudas. Pero la lógica de las matemáticas no siempre es la de la política, ya lo vimos el 22-O. El secreto del triunfo cree haberlo encontrado Milei en el “partido del medio”, JxC, sobre todo a partir del momento en que Bullrich declaró que jamás llamaría a votar por un peronista. Sabidas son además las afinidades que comparten en materia económica Milei con Macri. Pero en esta curva tenemos que manejar con cuidado. JxC no es una horda disciplinada. Por lo mismo, las palabras de una ex candidata derrotada no pueden ser consideradas como órdenes para nadie. Y si Macri tiene afinidades económicas con Milei, Massa tiene las suyas con Horacio Rodríguez Larreta, el otro gran nombre de JxC.

La clientela de JxC odia al peronismo, pero también hay una parte que teme a Milei. En noviembre veremos si el odio o el miedo serán mas determinantes en la psicología política de las masas de JxC. Hay también, agreguemos para completar la incertidumbre, los que todavía no saben por quien votarán: ese partido universal tan decisivo llamado “los indecisos”. Puede que una gran parte no se decida nunca y no vote. A estas alturas tampoco sabemos a quien convendría más la abstención, que puede ser aún mayor que en la primera vuelta. Me atrevería a aventurar, con cierta timidez, que a Massa, pues a Milei es al que más conviene sumar para acortar. Los votantes de Juan Schiaretti (6,8%juran que no votarían nunca por Massa. Pero ¿lo harían por Milei? Para completar el cuadro, Miriam Bregman, la candidata del “Frente de Izquierda”(2,7%) soltó una frase obvia para todo el mundo, menos para las izquierdas: “Massa y Milei no son lo mismo”. Exacto: no solo no son lo mismo. Ambos representan, cada uno a su modo, dos tendencias políticas que predominan en Argentina, pero también en casi toda América Latina. A un lado los partidarios de una economía liberal pero sin política liberal. Al otro, los partidarios de la política liberal, pero sin economía liberal. No es una contienda ideológica. Tiene que ver más bien con el tipo de Estado que predominará en el futuro próximo en la región. O un estado más económico que político o un estado más político que económico. Milei es, de modo fanático, partidario del primero. Massa, sin fanatismo, pero por venir de donde viene, tiende a favorecer al segundo.

Nadie sabe cual línea será la que se impondrá el 19 de noviembre.

Es curioso: ese “no saber” es también la razón por la que a muchos nos gusta tanto la política.

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