Cuando pierda todas las partidas/Cuando duerma con la soledad /Cuando se me cierren las salidas/Y la noche no me deje en paz/Cuando sienta miedo del silencio/Cuando cueste mantenerme en pie/Cuando se rebelen los recuerdos/Y me pongan contra la pared/ Resistiré, erguida frente a todo/Me volveré de hierro para endurecer la piel/Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte/ Soy como el junco que se dobla/ Pero siempre sigue en pie/ Resistiré, para seguir viviendo/Soportaré los golpes y jamás me rendiré/Resistiré, resistiré...
Frente a Bolivia y el mundo, cada vez más sordos ante las injusticias y los abusos en su creciente deriva autoritaria y represiva, ya de derecha, o de izquierda acrítica, posestalinista, la dignidad resistente gritó y grita un nombre: Amparo Carvajal Baños.
Desde la terraza de las oficinas de Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, APDHB -antes había hecho vigilia también en la calle- en La Paz, a más de 3.600 de altura, una mujer menuda, frágil, con el rostro cruzado por líneas que hablan de sus 84 años y de un par de enfermedades, le ganó a la política canalla que había avasallado durante 52 días la sede la Institución de la cual ella es presidenta. Apoyada en uno o dos bastones, o sentada en un sillón de plástico recubierto de frazadas para sortear el crudo frío invernal, o recostada en un colchón a la intemperie o bajo una sobrilla, la presidenta de esa institución exigía la restitución de sus derechos institucionales y los de la Casa de los Derechos Humanos.
Amparo Carvajal, española de nacimiento, boliviana por decisión propia, recuperó la sede de la APDHB, el pasado 22 de julio, acompañada del cónsul de España, tras 52 días de haber permanecido cerrada, cancelada, avasallada por una APDHB paralela, afín al régimen del MAS, desde luego. “Voy a morir aquí, no me moveré”, había advertido serena, sin aspavientos, en medio del hostigamiento de civiles afines al régimen y solícitos policías, dirigidos por los ‘paralelos’ que desde el 2 de junio pasado impedían que Amparo Carvajal entrara a las oficinas a cumplir el oficio del que hizo su razón de vida: la defensa de los Derecho Humanos en Bolivia (DDHH)
El operador del estropicio contra Amparo Carvajal, y contra toda la sociedad democrática, tiene nombre y apellido: Edgar Salazar, quien creó otras dependencias paralelas, aparte de la nacional, en Potosí, Beni, Chuquisaca, Santa Cruz. En otras palabras, fiel al modus operandi del régimen de dividir, destruir y usufructuar de las instituciones sociales, como hizo con la mayoría de las existentes en el país.
En Bolivia se sabe quién o quiénes son los que tejen los hilos del poder que reprime, hostiga, denigra, miente, divide, encarcela y también mata, en los 17 años que lleva ejerciendo el poder: el Movimiento al Socialismo, MAS, a la cabeza del ex Morales Ayma, de Arce Catacora, o cualesquiera de sus colgandejos, con el mismo signo dictatorial. Quieren el poder total de partido único. Y ahí está el Ministerio Público, el Fiscalato, subsumido al poder político de un ejecutivo que ha transformado el poder judicial en guillotina contra sus adversarios, hace mucho tiempo convertidos en enemigos a aniquilar.
Es decir, se trata de la judicialización de la política o la politización de la justica, como herramienta política, que tiene presa hace más de dos años y condenada a 10 por delitos no cometidos a la expresidenta constitucional interina, Jeanine Añez. También al gobernador electo de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, con su salud seriamente comprometida por una condición inmunodeficiente, que requiere atención oportuna y adecuada, que no recibe, y que lo ha hecho perder 21 kilos en 7 meses, por otro delito inexistente: golpe de Estado I. Por el mismo caso, preso y aislado en una cárcel de Potosí, donde no llega prensa alguna, Marcos Pumari. Y más de 170 encarcelados, civiles y militares, perseguidos o con prisión domiciliara, o exiliadas y exiliados de añeja o nueva generación, a pesar de inocencia, pues en Bolivia está cancelado el Estado Social Democrático de Derecho.
Amparo Carvajal ha acompañado a todas las personas que han sufrido y sufren los peores rigores del poder dictatorial, también a los masistas que en algún tiempo pudieron haber sido objeto de menoscabo a sus DDHH, como los ha sufrido ella misma. Ganada esta batalla democrática al recuperar la sede de la Asamblea, Amparo Carvajal ha ratificado que la dignidad es resistencia, es libertad, es coherencia con principios democráticos, es el respeto a la igualdad de toda ciudadana/o ante la ley y respeto al otro u otros diferentes. También solidaridad.
Mientras fue maltratada y hostigada, Amparo Carvajal, nunca perdió la cordura democrática, frente a muchas y muchos alcahuetes políticos. Su lucha como defensora de los Derechos Humanos empezó en la década de los ’70, cuando arribó a Bolivia desde su España natal. Fue un 1 de noviembre de 1971, durante la dictadura militar de Hugo Banzer, como miembro de la orden Mercedarias Misioneras de Bérriz, una organización dedicada a asistir a los presos y detenidos políticos y de otra índole. En 1974, en la clandestinidad, junto a otros religiosos participó de la creación de la Asamblea. En 1980, por presiones de otra dictadura también de signo criminal, su orden abandonó el país, pero ella decidió quedarse para continuar su labor en defensa de los Derechos Humanos en Bolivia.
¡Gracias Amparo por tu vida, toda una lección de dignidad y de resistencia democráticas!