Fernando Mires – Venezuela: LA INHABILITACIÓN

 


¿Por qué el gobierno de Maduro ha inhabilitado a María Corina Machado?

La respuesta puede ser respondida de modo tautológico: Porque Maduro no es un gobernante democrático y todo gobernante no democrático se arroga derechos que son muchos más que los constitucionalmente prescritos.

Con la inhabilitación a María Corina Machado (MCM), Maduro desmiente categóricamente a la narrativa con la que Lula intentó presentarlo en Brasilia. Probablemente Maduro y su corte sabían que ese paso le iba a acarrear fuertes inconvenientes internacionales (hasta Petro protestó en contra de la antidemocrática medida). Pero eso no pareció importar mucho a Maduro. Y desde la dimensión internacional de su gobierno, se explica perfectamente.

El gobierno Maduro no pertenece al orden democrático mundial sino al autocrático. Por cierto, siempre ha habido autocracias. Lo nuevo es que, sobre todo a partir de la invasión a Ucrania, las diversas autocracias ayer aisladas, han pasado a agruparse entre sí bajo la dirección del eje Rusia-China-Irán. Maduro, al inhabilitar a sus enemigos políticos no hace más que repetir con calco los procedimientos usuales en todos los gobiernos autocráticos al que en América Latina pertenecen Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Hemos reiterado: no podemos entender un gobierno autocrático como el de Maduro desde una perspectiva puramente local. Premisa que, por lo demás, entiende mejor Maduro que la oposición. Para Putin, Venezuela, lo dijo en los días de la invasión rusa a Ucrania, podría ser una base de operaciones. Lavrov ha visitado recientemente a América Latina, y va a Cuba, Nicaragua y Venezuela, agregando al más estrecho socio de China, el Brasil de Lula. Hace unos pocos días los gobiernos autocráticos de la región se opusieron a la visita de Zelenski a la reunión de la CELAC. En ese contexto las inhabilitaciones deben ser consideradas como un modo de operar propio a las autocracias organizadas. Ya es evidente que el nuevo orden mundial es, por lo menos geopolíticamente, bi-polar. A un lado las democracias, al otro las autocracias. La Venezuela de Maduro es parte del polo autocrático y, sobre eso, sobran evidencias.

Lo dicho no significa por supuesto que las inhabilitaciones solo son posibles en gobiernos autocráticos. Además del trío Venezuela, Cuba, Nicaragua, hay inhabilitaciones en países cuyos gobiernos, sin ser autocráticos, defienden a las autocracias. En Brasil, por ejemplo, Bolsonaro es inhabilitado, pero a la vez su presidente defiende al no menos autocrático Maduro. También un ciudadano que ha incurrido en delitos privados o públicos puede ser perfectamente inhabilitado en cualquier país democrático. Incluso en los Estados Unidos está por producirse el primer caso de inhabilitación presidencialista de su historia.

La diferencia entre los gobiernos autocráticos con respecto a los democráticos reside en que la inhabilitación por presuntos delitos políticos es en los primeros no la excepción sino la norma. Ahí justamente reside el escándalo de la dominación autocrática. Que en Rusia, Navalny después de haber sido llevado al borde de la muerte, pague con nueve años de prisión el delito de oponerse a Putin, mientras los esbirros de Putin asesinan todas las semanas opositores arrojándolos desde las ventanas de lo edificios, es un escándalo. Que Yanine Añez en Bolivia viva en prisión mientras los fraudes electorales cometidos por Morales son conocidos en todo el mundo, también es un escándalo. Que en Venezuela, MCM sea inhabilitada por haber llamado a la destitución del gobierno, en circunstancias que un Diosdado Cabello declara en la televisión que al gobierno “no lo sacan ni por las buenas ni por las malas”, ya es un escándalo a nivel superior: una grosería ni siquiera propia a las dictaduras militares de los años setenta.

Mientras en una democracia los enemigos políticos son enfrentados, en una autocracia son eliminados, ya sea física o judicialmente. En las autocracias más brutales, como las de Putin, Ortega o Lukasensko, son físicamente eliminados solo por el solo hecho de ser enemigos. En las que intentan cuidar algunas formas, como las de Orban, Erdogan o Maduro, los eliminan justicialmente (eso es la inhabilitación) pero solo cuando cuestionan directamente el poder. Por esas razones MCM era tolerada por el gobierno Maduro aún cuando para nadie era un secreto que la candidata había asumido -aunque sea solo verbalmente- actitudes insurreccionales. Al fin y al cabo, con su candidatura en primarias, pudo haber pensado el gobierno, MCM, como había sucedido en eventos anteriores, solo contaría con el apoyo de una exigua minoría exaltada. Pero cuando de pronto todas las encuestas comenzaron a mostrar que MCM punteaba lejos por sobre sus más inmediatos rivales, el gobierno debe haber captado que se encontraba frente a una “astucia de la historia”. Una que podía escapar a todo control.

Efectivamente, MCM en el momento de ser inhabilitada, estaba a punto de convertirse en la líder indiscutida de un movimiento nacional-electoral que, de triunfar en primarias (como todo parecía indicar) amenazaría arrollar al gobierno en las futuras contiendas electorales. Solo en ese momento el gobierno decidió actuar, al precio de mostrar internacionalmente su feo rostro autocrático, mandando al carajo la narrativa democrática con la que intentaba cubrirlo Lula.

Aún más interesante resulta destacar el hecho de que MCM, una de las más reconocidas abstencionistas, enemiga declarada de la opción electoral, solo llegó a ser peligrosa para Maduro desde el momento en que ella decidió cambiar de estrategia, decidiéndose a participar electoralmente en primarias. Hecho que prueba una vez más que para las autocracias no hay nada más peligroso que un enemigo que las desafía en nombre de la constitución y las leyes, defendiendo las elecciones como medio de acceder al poder, e incluso participando en ellas.

No deja de ser ironía histórica que haya sido precisamente MCM la persona que en representación de la que fuera en el pasado estrategia exitosa de la MUD (democrática, pacífica, constitucional y electoral) se haya convertido en la postulante de esa misma línea que ella antes, con fuerza y fiereza, había rechazado. Si algo faltaba a la aguerrida mujer para convertirse en representante de la oposición, ese algo se lo otorgó Maduro. Podemos decir sin equivocarnos que MCM representa en estos momentos, si no a toda, a la enorme mayoría de la oposición venezolana.

No vamos a indagar aquí acerca de las razones que llevaron a MCM a elegir una vía contraria a la que en el pasado reciente había recorrido. Lo más probable es que no haya sido un plan pre-concebido. Puede ser que el lugar que ocupa actualmente sea solo consecuencia de la dinámica de los hechos. Tampoco es este el lugar para preguntarnos por qué la mayoría de los electores de las primarias decidieron favorecerla. Puede ser, como muchas veces ocurre en la política, que esta sea una decisión que escapa a la racionalidad pura, o que no hayan sido razones políticas sino emocionales las que llevaron a la líder a convertirse en la primera opción electoral. Al menos MCM parece ser vista, a pesar de sus posiciones anti-electorales, como la persona que de modo más constante ha mantenido una postura de rechazo frontal al gobierno, al que ella llama “el régimen”.

Tampoco estamos muy seguros si MCM ha abrazado con convicción la causa electoral y que por lo mismo aceptará representarla hasta sus últimas consecuencias (no está en su naturaleza, aseguran los escépticos). Lo cierto, es que de sus opciones y de las que tome su equipo electoral, dependerá la suerte inmediata de la Venezuela política. También parece  evidente que el gobierno, habiéndola inhabilitado, por muy fuerte que sea la presión nacional e internacional, no puede ni quiere echar pie atrás. Eso significaría sellar su propia derrota política. Es también improbable que MCM acepte sumisamente la decisión del gobierno y que las primarias tengan lugar sin su participación. Tampoco, por lo menos hasta el momento, se ve claramente si la oposición en su conjunto (esa figura no existe) estaría en condiciones de declarar su no participación en primarias, decidiéndose por un candidato de consenso (si eso no fue posible antes, no hay ninguna razón para que después lo sea).

Podría suceder entonces que MCM, aún inhabilitada, o mejor, por estar inhabilitada, gane las primarias con una mayoría enorme. En ese caso, la decisión final la tendría MCM en sus manos. O convierte a la lucha presidencial en una contienda puramente simbólica, o muestra grandeza abriendo las puertas para que sea designado como candidato unitario el o la que obtenga el segundo lugar en primarias. Maduro podría inhabilitarlos a todos, claro está, o dejar solo como competidor a la figura de un evangélico anti-político como Bertucci o alguien parecido, pero el precio, aún dentro de las propias filas maduristas, podría ser en ese caso impagable.

Los venezolanos tienen al menos un ejemplo al que recurrir. Nos referimos al de las elecciones de Barinas en enero del 2022, nada menos que en la cuna natal del “comandante eterno”. En esas elecciones, debido a la enorme carga simbólica del evento, el gobierno decidió no perder las elecciones al “como sea”, vale decir, recurriendo a cualquier artimaña. Las elecciones las ganó Freddy Superlano, un candidato de VP cuya popularidad va mucho más allá de su partido. El gobierno procedió a inhabilitarlo usando medios arteros. Luego, de modo simbólico, la oposición decidió llevar a la esposa del candidato Superlano. También fue vetada. Al final, la oposición optó por un tercero, Sergio Garrido (AD) quien, apoyado con fuerza y generosidad por Superlano, ganó fácilmente las elecciones.

¿Puede llegar a ser Venezuela una gran Barinas? Nada está escrito. Como apunté en otro texto, la historia suele regirse por una sola ley: la ley de la contingencia. Tampoco estaba escrito al fin, que MCM iba a llegar a perfilarse como ganadora de las primarias ni mucho menos que Maduro se iba a ver en la imperiosa necesidad de inhabilitarla.

Lo cierto, y eso lo comprueba la ciudadanía venezolana, es que la única alternativa existente para derrotar a la autocracia de Maduro, es la electoral. No solo porque esa es la única que la oposición conoce, sino además, porque solo a través de una intensa campaña electoral el pueblo deja de ser masa y se transforma en ciudadanía activa. Haber abandonado la vía electoral, justo cuando era más necesario asumirla, llevó a esa oposición a la ruina, dejando abandonada a la ciudadanía a su perra suerte.

En los días próximos, esa oposición –vamos a suponer que existe como unidad- se verá nuevamente enfrentada al dilema de siempre: o se deja deslizar una vez más a lo largo del tobogán de la épica imponente pero inútil, o asume de una vez por todas la lucha política-electoral con paciencia, inteligencia y grandeza. Es decir, por todo lo que hasta ahora ha demostrado no poseer.

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