Título original: "Vivimos la peor guerra en Europa desde 1945, por eso la esperanza es un factor político importante"
Michael Ignatieff es uno de los intelectuales canadienses más reconocidos. Ha impartido clases en las universidades de Cambridge, Oxford, Harvard y Toronto. Fue candidato a la Presidencia del gobierno de su país y ha recogido esta experiencia en un libro muy interesante para conocer la anatomía de la política con el título 'Fuego y cenizas'. También ha firmado otros trabajos como 'El mal menor', 'El honor del guerrero' y 'Las virtudes cotidianas', todos publicados en español por la editorial Taurus. Ahora presenta su último ensayo 'En busca de consuelo. Vivir con esperanza en tiempos oscuros' en una entrevista con Íñigo Alfonso en Las Mañanas de RNE.
Asegura que este libro no es de autoayuda, pero espera que cuando los lectores lo lean "lo encuentren consolador." Ignatieff considera que "estamos viviendo la peor guerra en Europa desde 1945" y explica que, a veces, la Historia se entromete en nuestras vidas cotidianas y "nos afecta profundamente y nos genera una sensación de pesimismo". Por eso defiende que "la esperanza es un factor político muy importante".
¿Este ensayo que nos presenta es un libro de autoayuda?
No. Ya hay suficientes libros de autoayuda. No quiero sonar 'snob' con respecto a esos libros, pero mi libro es un estudio histórico de lo que ha sucedido con el lenguaje del consuelo desde tiempos antiguos hasta ahora. Básicamente cuenta la secularización del lenguaje del consuelo a lo largo de la historia. No es de autoayuda, sin embargo, sí que espero que cuando los lectores lo lean lo encuentren consolador.
Por qué un historiador, un intelectual, un experto en la batalla de las ideas, habla de la importancia de mantener viva la esperanza?
Bueno, es que vivimos en tiempos aterradores. Estamos viviendo la peor guerra en Europa desde 1945. Las temperaturas de la semana pasada en España han salido en los titulares de todo el planeta. Parcialmente porque nos encanta el aceite de oliva español, pero también porque parece ser una especie de visión de lo que tenemos por delante. Nuestras democracias ya están bajo sitio, bajo ataque. Tanto desde dentro como desde fuera. Y la mayoría de nosotros ignora la Historia en nuestras vidas cotidianas. Vamos viviendo nuestra vida, pero a veces la Historia se entromete en nuestras vidas. nos afecta profundamente y nos genera una sensación de pesimismo. Y ese pesimismo histórico puede ser políticamente negativo porque lleva a las personas a buscar soluciones extremas. O a la desesperación. O a encerrarse en sí mismos. Por eso la esperanza es un factor político tan importante, porque nos ayuda a creer que podemos resolver los problemas que tenemos.
El éxito del fracaso
Este ensayo maneja un concepto que no se inculca, que no está de moda: lo que queda después de fracasar. Es que el mundo parece que te está diciendo "puedes y tienes que esforzarte en triunfar", pero todos fracasamos. Y parece que lo ocultamos porque nos avergüenza. Pero fracasar es muy humano.
Sí, muy humano. De hecho, yo he fracasado en la política. Me presenté a unas elecciones y perdí estrepitosamente. Y creo que, con toda franqueza, parte de las raíces de este libro provienen de ese fracaso.
Asegura que este libro no es de autoayuda, pero espera que cuando los lectores lo lean "lo encuentren consolador." Ignatieff considera que "estamos viviendo la peor guerra en Europa desde 1945" y explica que, a veces, la Historia se entromete en nuestras vidas cotidianas y "nos afecta profundamente y nos genera una sensación de pesimismo". Por eso defiende que "la esperanza es un factor político muy importante".
¿Este ensayo que nos presenta es un libro de autoayuda?
No. Ya hay suficientes libros de autoayuda. No quiero sonar 'snob' con respecto a esos libros, pero mi libro es un estudio histórico de lo que ha sucedido con el lenguaje del consuelo desde tiempos antiguos hasta ahora. Básicamente cuenta la secularización del lenguaje del consuelo a lo largo de la historia. No es de autoayuda, sin embargo, sí que espero que cuando los lectores lo lean lo encuentren consolador.
Por qué un historiador, un intelectual, un experto en la batalla de las ideas, habla de la importancia de mantener viva la esperanza?
Bueno, es que vivimos en tiempos aterradores. Estamos viviendo la peor guerra en Europa desde 1945. Las temperaturas de la semana pasada en España han salido en los titulares de todo el planeta. Parcialmente porque nos encanta el aceite de oliva español, pero también porque parece ser una especie de visión de lo que tenemos por delante. Nuestras democracias ya están bajo sitio, bajo ataque. Tanto desde dentro como desde fuera. Y la mayoría de nosotros ignora la Historia en nuestras vidas cotidianas. Vamos viviendo nuestra vida, pero a veces la Historia se entromete en nuestras vidas. nos afecta profundamente y nos genera una sensación de pesimismo. Y ese pesimismo histórico puede ser políticamente negativo porque lleva a las personas a buscar soluciones extremas. O a la desesperación. O a encerrarse en sí mismos. Por eso la esperanza es un factor político tan importante, porque nos ayuda a creer que podemos resolver los problemas que tenemos.
El éxito del fracaso
Este ensayo maneja un concepto que no se inculca, que no está de moda: lo que queda después de fracasar. Es que el mundo parece que te está diciendo "puedes y tienes que esforzarte en triunfar", pero todos fracasamos. Y parece que lo ocultamos porque nos avergüenza. Pero fracasar es muy humano.
Sí, muy humano. De hecho, yo he fracasado en la política. Me presenté a unas elecciones y perdí estrepitosamente. Y creo que, con toda franqueza, parte de las raíces de este libro provienen de ese fracaso.
¿Tiene la sensación de que, fracasando como usted fracasó en la política, acabó acertando?
(Risas) Bueno, eso se pasa un poco de optimismo porque no hay día en que no lea las noticias de Canadá -que todavía las sigo-, y no hay día en que no abra el periódico y diga "hoy tendría que estar allí, tendría que estar en la arena, tendría que estar en la lucha". Pero sí es cierto que, si me preguntas lo que hago bien, lo que disfruto, en el fondo es escribir. Entonces, una de las lecciones que queda después del fracaso es que aprendes para qué no sirves. Y para qué sirves. Te despoja de esas ilusiones. Y... ¡mira! ¿qué te parece?: estoy aquí, en Madrid, en una mañana soleada de mayo hablando contigo. Fantástico ¿no? ¡Qué bien! O sea que, en el fondo, he acertado.
La solidaridad humana, clave del consuelo
Un elemento muy interesante de su libro es que estamos conectados, que vivimos con otros. No fracasan la inteligencia artificial o las máquinas. No fracasan porque sean más inteligentes que nosotros, sino porque nosotros somos humanos y ellos no lo son. Así que tenemos que entendernos con los demás en la era en la que nos dicen que estamos solos, que somos más individualistas que nunca. Esto es una paradoja.
A mí me resulta interesante el concepto del consuelo, porque nos hace honestos con nosotros mismos. Pero al mismo tiempo genera la cuestión clave de la solidaridad humana, que es si podemos o no ayudarnos unos a otros a sobrellevar el dolor, el sufrimiento, el duelo. El consuelo es la prueba más álgida de la solidaridad humana. Y lo sabrás si has perdido a tu madre, a tu padre y de repente viene algún amigo a darte el pésame. En ese momento estás en hiperalerta para determinar si lo dice el corazón o no. Y todos sabemos que cuando tratas de consolar a alguien nos fallan las palabras, suenan huecas. Nos lleva a los límites de preguntarnos si verdaderamente podemos compartir el dolor ajeno. Pero yo creo apasionadamente que ese individuo del que hablas, en el fondo nos da miedo, nos intimida. Y cuando perdemos a un ser querido sentimos profundamente esa soledad. Entonces, que nos consuelen, nos reconecta con aquellos que amamos y que nos aman y en ese momento no nos pueden fallar.
Si estamos conectados, no sé si podemos tener una suerte de esperanza colectiva. En estos tiempos oscuros de guerra en Europa o de incertidumbre y grandes cambios, ¿se puede mantener la esperanza de que estamos construyendo un mundo mejor del que tenemos?
Yo creo que sí podemos mantener esa esperanza. Pero paradójicamente, la forma en que creemos esperanza para el futuro pasa por construir esperanza en el pasado. Déjame que te ponga un ejemplo. Hace un par de semanas estuve en una conferencia en Oxford y se levantó una joven y dijo: "La crisis climática es tan grave que no pienso tener hijos". Y claro, todos escuchamos con muchísimo respeto, pero yo me sentí apabullado y empecé a pensar ¿por qué me siento tan abrumado? Y descubrí que, cuando mi madre, al final de la Segunda Guerra Mundial, donde había perdido al hombre que amaba y luego se casó con mi padre y tuvo dos hijos después de la guerra... En esa situación, en 1945-46, se vivía en un mundo muy difícil y ella era parte de una generación de mujeres que en Berlín, en Hamburgo o en Leningrado, de repente termina la guerra y se encuentran un mundo en ruinas y aún así quieren tener hijos. No tienen ni la más remota idea de lo que les depara el futuro. Están apartando ladrillos, moviéndose entre los escombros y quieren tener hijos.
Esa esperanza condujo a un hecho histórico enorme que es la explosión demográfica de mi generación. La cohorte de nacimientos más grande de la Historia, que viene de mujeres que se levantaron de entre los escombros. Y, de repente, esta joven en 2022, en un mundo de prosperidad, de conocimiento, de ciencia increíble, me dice a mí que no va a tener hijos. Perdona, pero no es que vaya a hacerla cambiar de opinión, pero a mí me parece que se equivoca. Yo creo que no tiene razón. Tenemos que llevar a la humanidad hacia adelante, hacia el futuro.
Democracia y esperanza
Estamos rodeados de vaticinios horribles sobre la supervivencia. Así que uno de nuestros retos en nuestras democracias es infundir un poco de esperanza y confianza en nuestras capacidades. Si queremos que la gente participe en la democracia, no se le puede decir todo el rato que todo mal.
Indudablemente. Por eso no me arrepiento de haber entrado en política, porque al menos he aparecido allí entre los candidatos. No me he conformado con el bla bla bla. Es una experiencia impresionante buscar el voto de tus conciudadanos. Eso te hace salir de la burbuja de tu vida personal y aventurarte hacia las aguas tormentosas. Tenemos problemas graves, problemas muy serios que sólo personas muy serias pueden resolver. Tenemos que ponernos a trabajar de verdad.
Cuando pienso en las tecnologías que tenemos, en la ciencia actual, en los alumnos de la universidad que tienen conocimientos que hace 50 años yo no tenía, que tienen competencias que yo no tuve, que tienen unas competencias numéricas y matemáticas que yo nunca tuve... No tengo la sensación de que le estoy entregando este mundo a una generación que es incapaz de llevarla adelante. Por supuesto que son capaces.
Yo soy liberal políticamente. Y el liberalismo político siempre se ha asociado con el progreso histórico. Y la historia de este progreso histórico se produce durante las crisis. Ahora, con el cambio climático, toda esta nueva tecnología que alguna vez nos liberó parece amenazar nuestra supervivencia en el planeta. Yo creo que ese es el núcleo de la crisis actual. Y más allá de esa crisis hay también una crisis de fe en nuestras instituciones democráticas. Pero no recuerdo en mi vida adulta que haya habido algún momento en que no haya sentido que nuestras instituciones democráticas pueden con eso y con más.
La experiencia de vivir en democracia es una experiencia de permanente incertidumbre e inseguridad. Pero pregúntate: ¿quieres vivir en Beijing? Múdate a un sitio donde alguien tenga una respuesta para todo lo que preguntes y se llama Xi Jinping. Así lo siento yo. Yo no doy un céntimo por el futuro del régimen chino. Y no doy un céntimo por el futuro del régimen ruso. Pero yo estoy dispuesto a apostar, y mucho, por el futuro de España.
(Risas) Bueno, eso se pasa un poco de optimismo porque no hay día en que no lea las noticias de Canadá -que todavía las sigo-, y no hay día en que no abra el periódico y diga "hoy tendría que estar allí, tendría que estar en la arena, tendría que estar en la lucha". Pero sí es cierto que, si me preguntas lo que hago bien, lo que disfruto, en el fondo es escribir. Entonces, una de las lecciones que queda después del fracaso es que aprendes para qué no sirves. Y para qué sirves. Te despoja de esas ilusiones. Y... ¡mira! ¿qué te parece?: estoy aquí, en Madrid, en una mañana soleada de mayo hablando contigo. Fantástico ¿no? ¡Qué bien! O sea que, en el fondo, he acertado.
La solidaridad humana, clave del consuelo
Un elemento muy interesante de su libro es que estamos conectados, que vivimos con otros. No fracasan la inteligencia artificial o las máquinas. No fracasan porque sean más inteligentes que nosotros, sino porque nosotros somos humanos y ellos no lo son. Así que tenemos que entendernos con los demás en la era en la que nos dicen que estamos solos, que somos más individualistas que nunca. Esto es una paradoja.
A mí me resulta interesante el concepto del consuelo, porque nos hace honestos con nosotros mismos. Pero al mismo tiempo genera la cuestión clave de la solidaridad humana, que es si podemos o no ayudarnos unos a otros a sobrellevar el dolor, el sufrimiento, el duelo. El consuelo es la prueba más álgida de la solidaridad humana. Y lo sabrás si has perdido a tu madre, a tu padre y de repente viene algún amigo a darte el pésame. En ese momento estás en hiperalerta para determinar si lo dice el corazón o no. Y todos sabemos que cuando tratas de consolar a alguien nos fallan las palabras, suenan huecas. Nos lleva a los límites de preguntarnos si verdaderamente podemos compartir el dolor ajeno. Pero yo creo apasionadamente que ese individuo del que hablas, en el fondo nos da miedo, nos intimida. Y cuando perdemos a un ser querido sentimos profundamente esa soledad. Entonces, que nos consuelen, nos reconecta con aquellos que amamos y que nos aman y en ese momento no nos pueden fallar.
Si estamos conectados, no sé si podemos tener una suerte de esperanza colectiva. En estos tiempos oscuros de guerra en Europa o de incertidumbre y grandes cambios, ¿se puede mantener la esperanza de que estamos construyendo un mundo mejor del que tenemos?
Yo creo que sí podemos mantener esa esperanza. Pero paradójicamente, la forma en que creemos esperanza para el futuro pasa por construir esperanza en el pasado. Déjame que te ponga un ejemplo. Hace un par de semanas estuve en una conferencia en Oxford y se levantó una joven y dijo: "La crisis climática es tan grave que no pienso tener hijos". Y claro, todos escuchamos con muchísimo respeto, pero yo me sentí apabullado y empecé a pensar ¿por qué me siento tan abrumado? Y descubrí que, cuando mi madre, al final de la Segunda Guerra Mundial, donde había perdido al hombre que amaba y luego se casó con mi padre y tuvo dos hijos después de la guerra... En esa situación, en 1945-46, se vivía en un mundo muy difícil y ella era parte de una generación de mujeres que en Berlín, en Hamburgo o en Leningrado, de repente termina la guerra y se encuentran un mundo en ruinas y aún así quieren tener hijos. No tienen ni la más remota idea de lo que les depara el futuro. Están apartando ladrillos, moviéndose entre los escombros y quieren tener hijos.
Esa esperanza condujo a un hecho histórico enorme que es la explosión demográfica de mi generación. La cohorte de nacimientos más grande de la Historia, que viene de mujeres que se levantaron de entre los escombros. Y, de repente, esta joven en 2022, en un mundo de prosperidad, de conocimiento, de ciencia increíble, me dice a mí que no va a tener hijos. Perdona, pero no es que vaya a hacerla cambiar de opinión, pero a mí me parece que se equivoca. Yo creo que no tiene razón. Tenemos que llevar a la humanidad hacia adelante, hacia el futuro.
Democracia y esperanza
Estamos rodeados de vaticinios horribles sobre la supervivencia. Así que uno de nuestros retos en nuestras democracias es infundir un poco de esperanza y confianza en nuestras capacidades. Si queremos que la gente participe en la democracia, no se le puede decir todo el rato que todo mal.
Indudablemente. Por eso no me arrepiento de haber entrado en política, porque al menos he aparecido allí entre los candidatos. No me he conformado con el bla bla bla. Es una experiencia impresionante buscar el voto de tus conciudadanos. Eso te hace salir de la burbuja de tu vida personal y aventurarte hacia las aguas tormentosas. Tenemos problemas graves, problemas muy serios que sólo personas muy serias pueden resolver. Tenemos que ponernos a trabajar de verdad.
Cuando pienso en las tecnologías que tenemos, en la ciencia actual, en los alumnos de la universidad que tienen conocimientos que hace 50 años yo no tenía, que tienen competencias que yo no tuve, que tienen unas competencias numéricas y matemáticas que yo nunca tuve... No tengo la sensación de que le estoy entregando este mundo a una generación que es incapaz de llevarla adelante. Por supuesto que son capaces.
Yo soy liberal políticamente. Y el liberalismo político siempre se ha asociado con el progreso histórico. Y la historia de este progreso histórico se produce durante las crisis. Ahora, con el cambio climático, toda esta nueva tecnología que alguna vez nos liberó parece amenazar nuestra supervivencia en el planeta. Yo creo que ese es el núcleo de la crisis actual. Y más allá de esa crisis hay también una crisis de fe en nuestras instituciones democráticas. Pero no recuerdo en mi vida adulta que haya habido algún momento en que no haya sentido que nuestras instituciones democráticas pueden con eso y con más.
La experiencia de vivir en democracia es una experiencia de permanente incertidumbre e inseguridad. Pero pregúntate: ¿quieres vivir en Beijing? Múdate a un sitio donde alguien tenga una respuesta para todo lo que preguntes y se llama Xi Jinping. Así lo siento yo. Yo no doy un céntimo por el futuro del régimen chino. Y no doy un céntimo por el futuro del régimen ruso. Pero yo estoy dispuesto a apostar, y mucho, por el futuro de España.
Fuente: www.rtve.es