Mariano Nava Contreras - LA PRIMERA NOVELA


Producto moderno por excelencia, quién puede negarlo, la novela es hoy en día el gran género narrativo. Ninguno más popular, ninguno más comercial. Ninguno aporta, imposible negarlo, tal cantidad de dinero a la industria cultural. Sin embargo su historia es breve en comparación con la gran mayoría de los llamados géneros literarios, si tomamos en cuenta que se considera al Quijote de Cervantes, publicada en 1605, la primera novela moderna técnicamente hablando. Pues sí, un género bastante más joven que, pongamos por ejemplo, el teatro, que surgió en la Atenas del siglo V a.C., o la historia o la poesía lírica, del siglo V y VI respectivamente. Ni qué decir de la poesía épica, que se remonta, al menos para nuestra tradición literaria, a Homero en el siglo VIII. Pero es difícil creer que la narración de aventuras y desventuras en prosa, que es estrictamente y a fin de cuentas la receta de la novela, no haya sido intentada con anterioridad. En efecto, existen muchas novelas anteriores al siglo XVII, que los estudiosos han querido llamar “antecedentes”. Obviamente todo lo que se haya intentado con anterioridad a otra cosa es un antecedente. Pero ¿eran de verdad otra cosa las novelas helenísticas, la prosa pastoril como Dafnis y Cloe, las alucinantes narraciones de Luciano, las romanas de Petronio y Apuleyo, las Vidas y hazañas de Alejandro del Pseudo-Calístenes?

La primera novela griega que ha llegado hasta nosotros es Calírroe, que después fue conocida como Las aventuras de Quéreas y Calírroe. Escrita en ocho libros a mediados del siglo I, no deja de ser significativo que en la antigüedad haya sido conocida solo por el nombre de la protagonista, como en nuestros culebrones. Se le atribuye a un tal Caritón de Afrodisias, de quien no sabemos más que lo que él mismo nos dice en las breves líneas con que presenta su novela: “Yo, Caritón de Afrodisias, secretario del orador Atenágoras, voy a contar una historia de amor que tuvo lugar en Siracusa”.

La novela está ambientada, pues, en Siracusa, la gran ciudad siciliana, en el año 400 a.C., es decir, quinientos años antes de que fuera escrita. Con ello, Calírroe no solo es la primera novela griega conocida, sino también la primera novela histórica. Cuenta la historia de amor de dos hermosísimos jóvenes. Quéreas cae locamente enamorado de la bellísima Calírroe, de una belleza comparable a la de Afrodita. “Ornato de toda Sicilia, cuya belleza no era humana sino divina” (tò kállos ouk anthôpinon, allà theîon), Calírroe es hija de Hermócrates, la más importante figura política de Siracusa, nada menos que el estratego que venció a los atenienses en la expedición a Sicilia en el 413 a.C. Estos hechos constituyen el telón histórico de la ficción romántica.

La belleza de la muchacha resulta un verdadero motivo que se repetirá a lo largo de la novela, a la vez que se convierte en un factor esencial de la trama. “¡Ay de mi desgracia! También aquí la diosa Afrodita es la causa de mis males”, dice en algún momento. Como Helena de Troya, su belleza es la causa de su perdición. Pero Calírroe no es solamente bella, sino también inteligente y culta. Blanco de los implacables dardos de Eros, se describe el enamoramiento de ambos como jóvenes si se tratara de una violenta enfermedad. El amor erótico como pathos. Una tradición que se remonta a la poesía amorosa de Safo.

Quéreas y Calírroe se casan, pero los antiguos pretendientes de la chica –nobles y ricos, y podemos imaginar que muchos- no pueden soportarlo y traman su venganza: convencen a Quéreas de que ella le es infiel, desatando los impetuosos celos del joven esposo. En una violenta escena, Calírroe es pateada por su marido y muere. O al menos eso parece. Al ver lo que ha hecho, Quéreas intenta suicidarse, pero se lo impide su mejor amigo, Policarpo. A Calírroe le hacen un pomposo pero apresurado funeral, pues su padre desea que sea enterrada antes de que su hermosa figura se descomponga. En realidad Calírroe solo estaba inconsciente. Unos piratas profanan su tumba y roban su cuerpo, entonces ella vuelve en sí. Los piratas comprenden que pueden hacer mucho dinero vendiendo a la hermosa muchacha como esclava. La llevan a Mileto, en la costa oriental del Egeo, y la venden a un rico milesio llamado Dionisio, quien también sucumbe ante su belleza. Dionisio resuelve casarse con Calírroe, quien calla el hecho de que antes había estado casada… y que está embarazada de Quéreas. El joven se aparece en sueños a Calírroe, encomendándole el cuidado de su hijo, aunque Dionisio piensa que el hijo que va a tener Calírroe es suyo.

Mientras tanto, Quéreas ha sabido que Calírroe vive y parte en su búsqueda, pero también es capturado y vendido como esclavo. Ambos van a dar a la corte de Artajerjes, el poderoso rey de Persia. Es Artajerjes quien debe decidir quién es el legítimo esposo de Calírroe, Quéreas o Dionisio, aunque la belleza de la chica no le es indiferente y en secreto planea quedársela. Entonces estalla la guerra entre persas y egipcios, y Quéreas tiene una destacada participación contra los persas, primero asaltando la fortaleza de Tiro y después logrando una importante victoria naval contra la armada persa. Es cuando finalmente puede reunirse con Calírroe y volver junto con ella a Siracusa. Calírroe escribe a Dionisio y le pide que cuide de su hijo. Finalmente dirige unas oraciones a Afrodita, agradeciéndole por haber guiado sus pasos.

Algunos de los personajes de la novela pueden ser identificados con personajes históricos. Otros solo parcialmente. Hermócrates fue en efecto un general que vivió a finales del s. V en Siracusa y tuvo una hija cuyo nombre se desconoce. Esta hija, que murió trágicamente en un ataque a la ciudad, se casó con Dionisio I, el cual llegaría a ser tirano de Siracusa y no un rico ciudadano de Mileto. El rey Artajerjes de la novela se identifica con Artajerjes II de Persia, que subió al trono en el 404 a.C., tres años después de que muriera Hermócrates. Caritón incurre así en el anacronismo de hacer que ambos vivan en la misma época. Lo mismo ocurre con la toma de Tiro, que fue llevada a cabo por Alejandro en el 332 a.C. Quéreas sí es un personaje ficticio, aunque su nombre recuerda al de Cabrias, un general ateniense que luchó en la revuelta de los egipcios contra los persas hacia el 360 a.C. Todas estas licencias, que desafían la oposición aristotélica entre poesía e historia, anteceden claramente a las técnicas que hoy utiliza la novela histórica.

“Género tardío, menospreciado por los doctos, que floreció en el anonimato, al margen de los grandes géneros de la antigüedad”, dice de la antigua novela griega don Carlos García Gual en su introducción a la traducción de Julia Mendoza. Sin embargo, el reciente descubrimiento en Oxirrinco y Karanis, en Egipto, de cinco fragmentos de la novela por separado dan testimonio de la popularidad de Calírroe. Asimismo, el hallazgo de un fragmento cuidadosamente reproducido en un costoso pergamino nos dice además que, al menos en parte, su público pertenecía a las élites locales. La novela de Caritón se conservó íntegra en un único manuscrito del siglo XIII, el Laurentianus Conventi Soppressi 627, que no fue publicado hasta el XVIII por Jacobus D’Orville con traducción latina (Editio princeps, Amsterdam, 1750). Solo tres años después se publicaba la primera traducción a una lengua moderna, al alemán, por Ch. G. Heine (Leipzig, 1753). Pero fue en el siglo XX cuando a la novela se le prestó la atención que merece. En este período se hicieron importantes traducciones a lenguas modernas, entre las que destacan la de A. Calderini al italiano (1913), la de W.E. Blake al inglés (1938, edición crítica) y la de P. Grimal al francés (1958). En español hay tres excelentes traducciones relativamente recientes: dos en Madrid, a cargo de Julia Mendoza (1979) y María Cruz Herrero Ingelmo (1987, con traducción y edición bilingüe), y en México se publicó en 2014 una traducción a cargo de María de Lourdes Rojas Álvarez.

La técnica de Caritón es simple, lejos de todo barroquismo y afectación. Su lengua es amable, “de una sencillez elegante y precisa”, dice C. García Gual (Madrid, 1979). La narración es lineal, en tercera persona, salvo cuando los personajes hablan en primera persona, que es cuando se nota la influencia del teatro y la retórica. También está presente la huella de Heródoto, Tucídides y Plutarco, sobre todo en la construcción de los personajes y la dramatización de la escena. La arquitectura compositiva, la estructura del argumento y el estilo también son simples. Todo apunta a que esta narrativa romántica constituía una literatura de diversión, sin mayores pretensiones, destinada a un “público burgués” de carácter apolítico, es posible que mayoritariamente femenino. En las antípodas del gusto ateniense del período clásico.

Hija de un tiempo novedoso en que ya no rigen los cánones del clasicismo, heredera de una sensibilidad modelada por la nueva comedia ateniense, la novela de Caritón reúne los elementos que caracterizan a la novela contemporánea. Las aventuras de la heroína constituyen el centro de la trama. En tanto que ficción, a caballo entre la mitología y la historia, están aquí incorporados los rasgos propios del relato romántico moderno: la pasión irrefrenable entre dos jóvenes hermosos, el joven de origen sencillo que pretende a la chica de alcurnia, la extraordinaria belleza de ella, los terribles obstáculos que deben salvar los amantes para poder estar juntos, la truculencia, la separación, la falsa muerte, los viajes y la unión final, el esperado happy end… A diferencia de lo que ocurre en la antigua tragedia, sus protagonistas no son reyes ni dioses ni héroes mitológicos, sino gente común que, al capricho de la fortuna y el azar, se ve arrastrada por pasiones y circunstancias que no están en capacidad de cambiar, ni siquiera apenas comprender. Ocurre con la extraordinaria belleza de Calírroe, don y maldición a la vez. Todo confluye en un discurso que consagra al amor como mito moderno por excelencia.