Los columnistas, medios de comunicación y redes sociales compiten en ingenio y por lugares comunes. Ganó la perseverancia, se dijo; fue un plebiscito contra el gobierno (“Chile ha derrotado un gobierno fracasado”); un revés para las ideas de izquierda; una réplica del terremoto político del 4-S; una demostración que el país clama por orden y seguridad; un reconocimiento al liderazgo de Kast; el fin del centro político; un desfondamiento de la ex-Concertación; un cambio de hegemonía dentro del sector (de la derecha); ánimo antiestablishment; un voto contra los viejos partidos; un resucitamiento del carácter chileno; una lápida puesta sobre el espíritu de la revuelta (léase, el octubrismo); un resurgir de valores tradicionales; ganaron las ideas de la libertad; resultados favorables para los activos financieros locales; una reducción de la incertidumbre; una respuesta pro mercado; “hoy los chilenos derrotaron el desgano, la apatía y la indiferencia”; “la derecha más dura queda con el sartén por el mango respecto del proceso constituyente”; ahora [ella] tiene la oportunidad única de guiar al país hacia una sociedad libre y democrática. Y, los más entusiastas, ven ante sí un hito histórico en la vida democrática del país.
Desde las izquierdas, el triunfo electoral de Republicanos fue saludado con una ráfaga de calificativos; ilustres algunos, otros puramente ruidosos. En primerísimo lugar, cómo no, el de fascistas. Y luego variaciones del mismo: fascistoides, proto fascistas, neo fascismo, fachos, fascismo-oligárquico, post fascismo, fascismo posmoderno y fascismo neo liberal, término este último vuelto inofensivo por repetido. Además se usaron los de derecha extrema, radical, ultra, reaccionaria, cavernaria, medieval, oscurantista, religiosa, negacionista, pinochetista, neoliberal, trumpista, bolsonarista, etc. SEGUIR LEYENDO>>