Desde tiempos inmemoriales, los mecanismos de defensa de la democracia israelí han sido bastante débiles. No tenemos constitución, ni dos cámaras elegidas, ni división de poderes entre el gobierno central y el gobierno local, ni límite en el mandato de un primer ministro. No existe un sistema de frenos y contrapesos que limite el poder del gobierno. El único freno es la Corte Suprema.
Y, sin embargo, nuestra democracia duró 75 años por una sencilla razón: una gran mayoría de ciudadanos israelíes y líderes israelíes querían democracia. Ningún factor significativo desafió seriamente al sistema, ni trató de tomar un poder ilimitado. Ha habido gobiernos en Israel con una mayoría mucho mayor que 64 escanios. El 13º gobierno bajo el mando de Levi Eshkol comenzó con 75 escanios y luego aumentó a 111. El 14º gobierno bajo el mando de Golda Meir tenía 104 escanios. El 15º gobierno, una vez más encabezado por Golda, comenzó con 102 escaños y luego se redujo a 76. Todos estos gobiernos respetaron los límites de su poder, por lo que las débiles defensas de la democracia israelí fueron suficientes.
En las últimas semanas, el panorama ha cambiado de extremo a extremo. Hoy sabemos que hay un grupo importante en Israel que quiere eliminar la democracia y adjudicarse un poder ilimitado. En la ronda actual, parece que la oposición sin precedentes de todos los sectores de la sociedad israelí salvará la democracia. Pero ya está escrito en el muro. Los que fracasaron en el intento de golpe de Estado del invierno de 2023 pretenden volver a intentarlo este verano, y aunque sean detenidos por segunda vez, pueden volver a intentarlo en el futuro, con mayor fuerza. SEGUIR LEYENDO>>