En solo tres días, el presidente francés ha logrado perder gran parte de su prestigio internacional. Ha convertido su viaje a China en un golpe de relaciones públicas para Xi Jinping y en un desastre de política exterior para Europa. Con su obsesión por la soberanía europea, que Macron define más como una demarcación que como una asociación con los EE. UU., ha instigado una ruptura transatlántica y ha creado serias dudas entre nuestros socios, no solo en Washington sino también en Asia-Pacífico, con respecto a la confiabilidad de Europa.
Sin una razón reconocible ni recibir nada a cambio, Macron le ofreció a Xi Jinping un regalo retórico tras otro. Dijo palabra por palabra lo que Xi quería escuchar, pidió una mayor distancia hacia Estados Unidos y enfatizó la asociación con China en lugar de la competencia y la rivalidad sistémica.
No me malinterpreten: no estoy diciendo que no podamos o no debamos cooperar con China en temas donde los intereses europeos y chinos se alinean. Abordar el cambio climático, por ejemplo, no será posible de otro modo. Pero igualmente debemos enfatizar que Europa no es un espectador neutral en el intento de China de proyectar su poder globalmente y cambiar el orden internacional de acuerdo con sus propios intereses. Un orden mundial moldeado por Xi Jinping no es lo que quiere Europa.
Creo que una postura europea no requiere desvinculación. En cambio, es mucho más una cuestión de eliminación de riesgos. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo acertadamente que la mayor parte del comercio con China no es problemático. Reducir el riesgo significa que debemos reducir sistemáticamente las dependencias de China que nos hacen vulnerables al chantaje y la presión chinos. Para lograr este objetivo, por encima de todos los demás, Alemania necesita hacer sus deberes.
Pero Macron no solo abogó por la demarcación de Estados Unidos y el acercamiento a China. Lo más escandaloso fueron sus comentarios sobre Taiwán. Advirtió explícitamente que Europa no debe ser arrastrada por los estadounidenses a un conflicto entre Estados Unidos y China, si este último ataca a Taiwán. Según él, Taiwán no es asunto nuestro.
Para que quede claro: no es Estados Unidos el que amenaza a China. Es China la que quiere “re-unirse” con Taiwán y amenaza con hacerlo por medios militares.
Si Macron realmente cree que las ambiciones de poder global de China, entre las que Taiwán representa un hito importante, no tienen nada que ver con nosotros, los europeos, eso no solo sería ingenuo, sino también peligroso. Un conflicto entre Estados Unidos y China, instigado por una invasión china de Taiwán, tendría las consecuencias geopolíticas de mayor alcance imaginables. Serían imposibles de ignorar para Europa. Por lo tanto, nuestro objetivo principal debe ser evitar que ocurra tal conflicto. Pero cuanto más crea Xi Jinping que Europa se mantendrá neutral, más probable será un ataque a Taiwán. En ese contexto, los comentarios de Macron, emitidos mientras China realizaba extensos ejercicios militares en Taiwán, fueron imprudentes e irresponsables. No tuvieron un efecto disuasorio sino motivador en Xi.
Más aún, Macron ha logrado dividir una vez más a Europa con sus declaraciones, lo que dificulta encontrar puntos en común sobre China para formular una estrategia conjunta con China.
Ha alejado aún más a nuestro aliado más importante, Estados Unidos, que actualmente está haciendo más que todas las potencias europeas juntas para apoyar militarmente a Ucrania y, por lo tanto, defender a Europa. No Francia y Macron, sino Estados Unidos y Biden una vez más se han convertido en el proveedor de seguridad más importante de Europa. Lo hicieron a pesar del hecho de que es nuestra vecindad y nuestro orden de paz europeo el que está siendo atacado por Rusia. Esta es la misma Rusia con la que China se está asociando.
Estoy muy a favor de una Europa más fuerte e independiente. Y Estados Unidos tampoco estará en contra. De hecho, llevan años pidiéndonos a los europeos que hagamos más por nuestra propia seguridad. Todos, incluido el presidente Macron, son bienvenidos a comenzar a actuar en nombre de este objetivo.
Desafortunadamente, hasta ahora Macron ha mostrado incluso menos iniciativa para apoyar a Ucrania que el canciller alemán Olaf Scholz.
En consecuencia, la charla de Macron sobre la soberanía europea tiene poco o nada que ver con la realidad sobre el terreno en Europa. Actualmente no somos capaces de defendernos sin el apoyo de los Estados Unidos. Eso es simplemente una cuestión de hecho. Además, algunos países europeos, sobre todo Alemania, se han vuelto económicamente tan sobreinvertidos en el mercado chino que nuestra capacidad para actuar contra China se ve seriamente afectada.
Esto debe conducir a una sola conclusión: es desconcertante cómo Macron se las arregló para equivocarse de manera tan fundamental. Si bien aboga por más comercio e inversión, debemos hacer exactamente lo contrario y reducir nuestra dependencia económica de China. Si algún día China invade Taiwán, debemos estar en una posición en la que podamos emitir fuertes sanciones económicas y resistir las contrasanciones chinas. Esos pueden seguir siendo dolorosas, pero no nos romperán el cuello si comenzamos a diversificarnos económicamente ahora. Realmente solo hay un camino a seguir. El enfoque de Macron en cambio, llevaría a Europa a un callejón sin salida geopolítica.(Agenda Pública)
Norbert Röttgen es portavoz de la CDU en la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag