Joschka Fischer - LA GRAN REVISIÓN

 




En medio de tanta inestabilidad, una cosa está clara 13 meses después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia: el orden mundial no sobrevivirá en su forma anterior, y Europa tendrá que adaptarse rápidamente. Incluso si finalmente prevalece la cooperación, el carácter básico de la Unión Europea habrá cambiado.

BERLÍN – ¿Sabía el presidente ruso, Vladimir Putin, lo que estaba haciendo cuando ordenó una invasión a gran escala de Ucrania el pasado 24 de febrero? Esa decisión fue un punto de inflexión para Europa. Por primera vez en ocho décadas, una gran guerra terrestre había estallado en el continente, rompiendo las preciadas ilusiones de paz de los europeos con una fuerza paralela a la de las bombas rusas que han estado explotando en ciudades y pueblos ucranianos desde entonces.

Putin aparentemente no puede concebir a Rusia como otra cosa que una potencia mundial armada, temida y autoritaria. Pero lograr ese estatus requiere la hegemonía rusa en Europa del Este, un renacimiento del legado imperial de la Rusia zarista y la Unión Soviética, para lo cual Putin necesitaba a Ucrania. Pero subestimó gravemente la voluntad ucraniana de luchar y morir por su libertad e independencia. Esto, junto con el apoyo proporcionado por la OTAN y la Unión Europea, le ha impedido lograr su objetivo.

Tres días después de la invasión, el canciller alemán Olaf Scholz capturó bien el momento en un discurso ante el parlamento alemán. "Estamos viviendo una era decisiva", declaró. "Y eso significa que el mundo posterior ya no será el mismo que el mundo anterior". De hecho, la guerra en Ucrania es mucho más de lo que la mayoría de la gente, incluido Scholz, se dio cuenta hace 13 meses.

Obviamente, la lucha es ante todo sobre la supervivencia del pueblo ucraniano y el futuro de su patria. Pero también se trata del futuro del orden internacional. ¿Triunfará la violencia sobre la ley, o podemos volver a una paz duradera basada en la ley y los tratados? ¿Y cuáles son las implicaciones geopolíticas más amplias? La invasión de Rusia representó la primera revisión importante del orden global en el siglo XXI, y ahora China y Rusia han entrado en una alianza más profunda (aunque no formalizada) para desafiar a Estados Unidos y el dominio de Occidente.

Esta lucha, un renacimiento de la política de poder de la Guerra Fría, está incrustada en dos grandes transformaciones globales: la digitalización invasora de todas las esferas de la vida moderna y la crisis final de la sociedad industrial alimentada por combustibles fósiles.

Además, la guerra de Rusia ha revelado un panorama internacional cada vez más complejo. Importantes economías emergentes, como Brasil, India y Sudáfrica, se han negado a adoptar una postura clara. También lo han hecho la mayoría de los estados del Golfo. Todos se comportan estrictamente de acuerdo con sus intereses nacionales. Cuando evalúan el nuevo conflicto de gran potencia, ven no solo ventajas económicas (envíos de petróleo y gas descontados de la Rusia sancionada), sino también oportunidades para mejorar su propia posición geopolítica y diplomática.

No cabe duda de que el llamado Sur Global desempeñará un papel importante en la lucha emergente por el dominio en el siglo XXI; eso ya es obvio después de 13 meses de guerra en Ucrania. Desafortunadamente, muchos de estos países y regiones recordarán el trato que recibieron de Occidente, y particularmente de su principal potencia, Estados Unidos, en el pasado reciente. Su participación en la confrontación de potencias como China no puede ser asumida. Habrá que ganarlo.

En cualquier caso, más allá de los directamente afectados por los combates, Europa será la región más cambiada por la agresión rusa. La guerra se está librando en su propio vecindario inmediato, y fue iniciada por un régimen autoritario que encarna valores completamente antitéticos a los suyos. Con la ilusión de paz destrozada, la tarea de Europa ahora es superar sus divisiones internas y su indefensión lo antes posible. Debe convertirse en una potencia geopolítica capaz de autodefensa y disuasión, incluida la capacidad nuclear.

Esto no será fácil, y el camino por delante está lleno de peligros. Considere algunos de los peores escenarios. ¿Qué hará Europa si otro aislacionista de "Estados Unidos primero" es elegido para la Casa Blanca el próximo año, seguido por el ascenso de la líder nacionalista de derecha francesa Marine Le Pen al Elíseo? Este resultado es una posibilidad clara.

Con Rusia incapaz de derrotar a Ucrania en el campo de batalla, la guerra finalmente tendrá que terminar a través de difíciles negociaciones. Sea cual sea el resultado, Europa vivirá en un mundo diferente, tal como Scholz previó. Tendrá que adaptarse a la existencia de una amenaza perpetua del Este, independientemente de si es Putin o su sucesor.

Aunque la UE habrá ganado más estabilidad interna, su carácter básico habrá cambiado. La seguridad será una preocupación central en el futuro previsible. La UE tendrá que empezar a pensar en sí misma como una potencia geopolítica y como una comunidad de defensa que trabaja en estrecha colaboración con la OTAN. Su identidad ya no estará definida principalmente por su comunidad económica, su mercado común o su unión aduanera. El bloque ya ha aceptado a Ucrania como candidato para una futura adhesión, y esa decisión fue impulsada casi en su totalidad por consideraciones geopolíticas (como también fue el caso, anteriormente, con Turquía y los estados de los Balcanes Occidentales).

Una gran revisión del orden mundial está en marcha. Si esta lucha se desarrolla de acuerdo con la política de poder tradicional, todos estarán peor. La cooperación debe prevalecer si queremos crear un orden adecuado a los grandes desafíos económicos, de seguridad y climáticos del siglo XXI (Project Syndicate, 31.03. 2023)