Mario Vargas Llosa - EL CASO DEL PERÚ


Imitando a Alberto Fujimori, el presidente de la República del Perú, Pedro Castillo, quiso dar un golpe de Estado, pero se olvidó de informar a los militares, o por lo menos a los que realmente cuentan, que son los que saben de estas cosas. Pese a ello, el mandatario peruano salió a las radios y a la televisión, anunció su “golpe”, destituyó a todos los parlamentarios, declaró que el poder judicial sería “reorganizado” y anunció que habría nuevas elecciones para reformar la Constitución y crear un nuevo Congreso Nacional. Dicho esto, como su famoso “golpe” no prosperaba, indicó a su escolta que lo llevara a la Embajada de México, donde, su nuevo compinche, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, había dado órdenes de que lo asilaran para darle un exilio que prometía ser “dorado”. El cuerpo de protección con que cuenta un jefe del Estado, luego de recibir las órdenes del presidente, las incumplió y, en vez de llevarlo al exilio, lo depositó en la Prefectura. De allí pasó a la cárcel, donde se encuentra ahora. Esa cárcel, recordemos, es una dependencia policial que fue acondicionada especialmente para el exmandatario Fujimori, con el que Pedro Castillo tendrá seguramente en el futuro mucho tiempo para conversar.       SEGUIR LEYENDO>>