No hay fuego que no se apague,
ni soles eternos, ni estrellas infinitas,
no hay flor que no se marchite,
ni amor que no perezca aplastado
por las ruedas sin aceite de la mala muerte
no, juana rosa, no hay color que permanezca en la piel
ni beso tibio que no se convierta en pan duro
ni pena ni alegría que permanezca bailando.
La vida es solo un ser que deja de ser lo que nunca ha sido.
Fuimos definitivamente las brisas heladas del
otoño
del tiempo sus viajeros y, del pasado, sus dolientes
Fuimos la promesa del cuerpo de la noche no anunciada
con el café y la mirada puesta en un mañana sin horarios.
Nunca pensamos que la vida se nos iba a ir
como agüita helada entre los dedos, allallay.
Nos hemos quedado aquí para contarnos historias: testimonios
de nieblas, de moradas, de gritos, de duendes y otras penas.
Todos los demás se han ido. ¿Será eso lo que llaman destino?
Eso es.