1. Hay un nexo entre la narrativa de Putin y la de la mayoría de los gobiernos occidentales con respecto a la invasión a Ucrania. Según esa narrativa la invasión comenzó el 24 de febrero de 2022. La versión del gobierno de Ucrania contradice, sin embargo, esa narrativa.
De acuerdo al gobierno de Ucrania, la invasión comenzó en el 2014 con la invasión a Crimea y la apropiación rusa de los territorios del Donbass.
La determinación de ese comienzo es fundamental para determinar cual deberá ser el final histórico de la invasión. Si comenzó en 2022, el fin de la guerra de Putin tendrá lugar solo si este devuelve una parte de la nación a Ucrania. Según el gobierno ucraniano, en cambio, el fin de la guerra de Putin solo podrá tener lugar con el abandono de las tropas rusas de toda Ucrania. Desde el punto de vista del gobierno de Zelenski, Ucrania nunca será libre si tiene republiquetas rusas militarizadas (como las de Donesk y Luhannsk) enquistadas en su territorio.
A favor de la tesis ucraniana habla el hecho de que entre 2014 y 2022 hubo una guerra de baja a mediana intensidad entre las tropas rusas y la resistencia nacionalista de Ucrania. Lo que cambió en 2022 fue solo el grado de intensidad de la guerra, pero no la guerra. Que la mayoría de los países europeos hubiera intensificado durante 2014 y 2022 el acercamiento económico y la creación de lazos de dependencia con Rusia, no cambia en nada la razón ucraniana. Ese fue un problema europeo, no ucraniano.
2. El paso de la guerra desde una baja a una alta intensidad en Ucrania es parte del proyecto histórico forjado por Putin. Ese proyecto persigue como objetivo la recuperación territorial del antiguo imperio ruso, sea en su forma zarista, sea en su forma estalinista, o mediante una combinación de ambas.
Según la lectura de Putin, Rusia comenzó a desmembrarse con la revolución bolchevique y la posterior decisión de Lenin de otorgar a Ucrania su independencia territorial y política. En Stalin, vio Putin, y con cierta razón, un proyecto de restauración de la Rusia zarista, aunque bajo otras formas de dominación ideológica. Gorbachov, en cambio, habría reconectado con Lenin, y facilitado la desarticulación del imperio. Partiendo de esa lectura, Putin se entiende a sí mismo –lo ha dicho reiteradamente– como continuador del legado de Pedro el Grande y de Stalin a la vez.
3. De acuerdo a la lectura ucraniana, la lucha de liberación nacional del país comenzó a tomar formas durante y después de la revolución de Maidan (noviembre del 2013) en contra del plan de Viktor Yanukovich, seguidor de Putin, cuyo objetivo era convertir a Ucrania en una segunda Bielorrusia. Las multitudes congregadas en la plaza Maidan agruparon a ucranianos de todos los partidos, de todas las religiones, de todos los sectores sociales.
Según la versión de Putin, oficial en Rusia, la revolución de Maidan no fue más que un golpe de estado fascista. Pero según la lectura ucraniana, la del 2013 fue la continuación de una revolución que había comenzada en 1989 con el fin del imperio ruso, con la declaración de independencia de Ucrania en 1991, después continuada con “la revolución naranja” del 2004 y culminada en la plaza Maidan, el 2013. Por eso los patriotas ucranianos nos hablan del “mandato de Maidán”. Desde la perspectiva ucraniana, la guerra de resistencia a la invasión de Putin es una lucha de liberación nacional, democrática y popular.
4. La invasión de Rusia a Ucrania no fue solo un acto de apropiación territorial. Fue también parte inicial de una contrarrevolución en contra del orden político mundial establecido después del derrumbamiento de la URSS.
5. Putin intentó presentar la invasión como un levantamiento de Rusia en contra de la ampliación de la OTAN. Esa mentira fue hecha suya no solo por sectores putinistas, sino también por un pacifismo anti-político que predomina en algunos países europeos e incluso en los EE. UU.
Una mentira no solo mentirosa. Es, además, perversa: su objetivo (consciente o inconsciente, no importa) es presentar la invasión a Ucrania como una guerra defensiva en contra del “imperialismo norteamericano” justificando así todas las masacres a la población civil de Ucrania. Pero esa mentira ha ido cayendo por sí sola.
La gran ampliación de la OTAN ocurrió en el 2009 y Putin, sabedor que ese era el precio que debía pagar por la destrucción de Chechenia y la sangrienta guerra a Georgia, no elevó, durante ese periodo, la menor protesta. Las peticiones de Ucrania, para ingresar a la OTAN hechas desde 2008, nunca fueron aceptadas por la UE. Fue también el peor error cometido por la política internacional europea.
Si Ucrania hubiera ingresado a la OTAN en el 2008, Putin, probablemente, no se habría atrevido a invadirla en el 2014 y mucho menos en el 2022.
6. La invasión rusa a Ucrania ha intentado ser presentada por Rusia como parte de una lucha en contra de la dominación de Occidente dirigido por los EE UU, tesis hecha suya por la mayoría de los restos de la izquierda estalinista que perviven en diversos países occidentales.
Para el presidente Biden en cambio, es expresión de una contradicción fundamental, y esa es la que se da entre el mundo democrático y el mundo autocrático, cuyo eje militar es en estos momentos la Rusia de Putin y su eje económico, la China de Xi Jinping. Para el canciller alemán Scholz la de Putin es parte de una reacción internacional en contra del orden político mundial configurado después del fin de la URSS. Entre esas tres tesis no hay, sin embargo, ninguna contradicción.
Occidente es para Putin el conjunto de naciones democráticas del planeta, lo que viene a confirmar la tesis de Biden. No hay ninguna nación democrática que apoye a Putin. La de Putin puede ser vista como una reacción frente a la hegemonía de las democracias en contra de las autocracias, conquistada después del fin del comunismo. Desde esa perspectiva, la Rusia de Putin es, en este momento –hay que reiterarlo- la vanguardia militar de una contrarrevolución antidemocrática de carácter mundial.
7. El orden político que representa y defiende Putin desde Rusia, tiene su correlato en el orden político impuesto por su autocracia al interior de Rusia.
Podemos caracterizarlo como un sistema de dominación sustentado en cuatro pilares: 1) El militar, 2) los servicios secretos directamente vinculados al dictador, 3) un aparato ideológico que en la Rusia poscomunista es representado por la ultrareaccionaria Iglesia ortodoxa y, 4) una nafia social formada por aventureros capitalistas, los llamados oligarcas, a los que está permitido todo, menos inmiscuirse en asuntos políticos.
Con algunas variantes es el mismo orden político anti-liberal que defienden el católico Orban en Hungría, el musulmán Erdogan en Turquía, los siniestros ayatolas de Irán, y en América Latina, los neo estalinistas Ortega, Maduro y Díaz Canel a ls que se suma el trumpista Buckele.
8. En Ucrania no solo está en juego Ucrania.
No se trata de un par de kilómetros cuadrados como imaginó Kissinger con la mirada todavía clavada en la “guerra fría”. Tampoco se trata de que Rusia por razones económicas va a frenar su expansión si obtiene como botín a Ucrania, como opinó sin ningún fundamento y con mucho cinismo el geoestratega John Mearsheimer (muy citado por los aparatos de propaganda rusa).
Rusia es parte de un conglomerado anti-democrático mundial y su derrota en Ucrania sería también una derrota de las fuerzas antidemocráticas del mundo. Por el contrario, si Putin logra imponerse, todas las conquistas democráticas alcanzadas por Europa después de 1990 se vendrían al suelo. La ONU se convertiría en una inutilidad, y la ley de la selva regiría los destinos del planeta.
9. A diferencias de autocracias y dictaduras, las naciones democráticas (también llamadas liberales), al haber incorporado el debate y la argumentación en sus discursos, aparecen a primera vista menos unidas entre sí que las naciones autocráticas. En el hecho, frente al caso Ucrania podemos distinguir dos segmentos. Uno de apoyo total a Ucrania. Otro de apoyo relativo. En el primero ubicamos a la mayoría de los países de Europa Central y del Este, más Inglaterra y los EE UU. En el segundo, a naciones cuyos gobiernos piensan más en términos económicos inmediatos que políticos, como son los de Alemania y Francia.
El gobierno de Ucrania ha aprendido a diferenciar entre esos dos segmentos. Su estrategia es confiar plenamente en el primero, pero tratando siempre de comprometer y vincular al segundo.
10. La contradicción entre democracias y anti-democracias no solo tiene lugar en el espacio internacional. En cada país, en cada elección, dicha contradicción sobredetermina a las políticas aunque sus actores no se den plena cuenta de ello.
Cada autócrata políticamente derrotado en cualquier lugar del mundo, será una derrota de Putin y su proyecto de dominación internacional.
El conflicto de Ucrania no solo tiene lugar en Ucrania.