Bertrand de Fangueville / Adrien Nonjon - SENTIMIENTO NACIONAL Y BATALLAS POR LA MEMORIA DE UCRANIA

 

Pese a la recuperación de su independencia en 1991, la emergencia de un nuevo sentimiento nacional en Ucrania ha sido un proceso largo, por momentos ambiguo y a menudo difícil. En su voluntad de mostrarse como una fuerza motriz en el proceso de reconciliación nacional, el Estado ucraniano debió encontrar un camino entre memorias divergentes para mantener la esperanza de alcanzar su objetivo inicial: encarnar una soberanía recobrada y afirmada. Esta necesidad está especialmente justificada porque se encuentra en el centro de una batalla por la memoria histórica que opone a Ucrania y Rusia. En efecto, desde la Revolución Naranja de 2004, la memoria y la construcción de la nación ucraniana han estado asociadas en la propaganda rusa, de manera decisiva y reduccionista, a la extrema derecha, cuando no al «fascismo». Esta estrategia de desprestigio, que se intensificó con la guerra, tiene la sola finalidad de reducir la historia ucraniana a la mera experiencia del colaboracionismo y a los horrores de la «solución final» en Europa oriental durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy más que nunca esa memoria aparece implícita en las ambiciones político-estratégicas de Rusia que tiñen el discurso de la «desnazificación».

¿Tarea imposible o construcción a marcha forzada que solo beneficia a algunos actores salidos de los márgenes del campo político? En este artículo, nos proponemos explorar el origen y los desafíos en la construcción de esta memoria ucraniana, para entender los logros y los puntos muertos de la eclosión del sentimiento nacional ucraniano contemporáneo. Después de muchos siglos de dominación Ucrania decide, luego de haber conquistado su independencia en 1991, emprender la reconquista de su memoria nacional. Antes confiscada, cuando no oculta, esta memoria recuperada era sin embargo imperfecta. Buscando llevar a cabo una separación definitiva de Rusia y dar valor a la resistencia secular de una nación, Ucrania se adueñó de figuras y símbolos propios de su historia atormentada. Si bien se las considera heroicas, ciertas figuras no son por ello menos polémicas. Como en el caso de Stepán Bandera, líder del movimiento nacionalista ucraniano, estas se chocan con memorias hasta entonces minimizadas en relación con los horrores del comunismo, o consideradas ajenas, como fue el caso de la Shoah o la Gran Guerra patriótica. Entrando así en competencia, estas memorias le hacen el juego a Rusia, que no satisfecha con poner en escena una nueva memoria que exalta a la Unión Soviética y su victoria sobre el fascismo para despertar el fervor popular, se dedicó desde 2014 a utilizarla con miras a la reconquista y dominación de una Ucrania antes incluida en su esfera de influencia.