Somos trinos y trinitarios,
solo vivimos tres veces.
La primera vez, según recuerdo
en mis noches sin gloria ni luna,
éramos oscuridad pura,
sin redención, ni esperanzas. Sin destino.
La segunda vez aparecimos sobre la tierra
y fuimos luz y culebra, pan y vino,
beso y boca, alma y cuerpo, escritura y pared.
La tercera vez, de muertos disfrazados,
regresamos a la noche oscura
y violenta de donde vinimos,
pero arrastrando consigo,
como si fuera un fardo de plomo
un deseo furioso y sangriento,
un amor loco e inútil por lo que no fuimos
y la incertidumbre de los llantos,
y la pena del amor escrito con saliva,
y la risa de las leches matinales,
y el gemido de esas tardes tan lluviosas,
y sobre todo, el agua, el agua.
Madre buena de todas las cosas.
La tercera vez será la final,
el lugar en donde aun no siendo
no es la nada, no es la bruma, ni es lo que es.
Allí somos algo y alga. Y también: todo:
aire, piedra, dioses, culebras, amor y odio.
Somos los mensajeros de la eternidad
Te guste o no.