Francisco de Borja Lasheras - LA GUERRA EN UCRANIA DURARÁ

 


Nos cuesta aceptar verdades que implican maldades extremas. Llamémoslo oclusión cognitiva: la mente se obtura como una cámara de fotos, y la luz no pasa, porque es una luz terrible. Es fácil ver verdades horribles del pasado (Holocausto), pero no tanto cuando hechos similares pueden suceder hoy.

Las fuerzas rusas y la retórica de Moscú eran de invasión total, y los servicios de inteligencia de EE UU y Reino Unido decían la verdad. Pero en febrero, en Kiev, como gran parte de Occidente, casi nadie creía el peor escenario. “¡No estará tan loco! (Putin)”, escuché. Los bares y clubes de la dinámica capital, abarrotados, aún en un ambiente enrarecido. Un tercio de la población sí lo veía y se unió a defensas territoriales u otras iniciativas. También algunos de sus responsables político-militares, lo que explica parte de los primeros éxitos ucranios.

Pasados el shock y la indignación iniciales, este problema cognitivo condiciona el debate sobre el final de esta guerra. A ello se une otra actitud: ante imágenes dantescas como Kremenchuk a finales de junio, con gente quemada viva en un centro comercial destruido por misiles rusos, queremos que acabe el horror. O desconectamos.

Pero no es una guerra territorial      SEGUIR LEYENDO>>