Nemesio Antúnez - Tango en Valparaíso
No todo lo que somos se desvanece en el aire.
Tal vez de este café amargo no quedará mucho,
o quizás esa lágrima de despedida no fue la única,
al fin el amor, o todo lo que se le parezca
va y viene alimentando el sino de los mortales.
Pero algo, algo queda en el aire.
puede ser una brizna de carne, una mancha roja
sobre la tierra seca, un poema sin pies ni cabeza
leído un siglo después en una biblioteca abandonada;
un tajo de cuchillo que abrirá una mente al mundo,
un grito al vacío transmitido al aire por un eco de fierro.
Entre miles de semillas arrasadas por el viento
una queda atascada en el borde seco de una piedra,
y de ahí nacerán las hojas, y de las hojas nidos,
y de los nidos vuelos de pájaros celestes y sin ojos.
Espíritus del alma tardía, días sin noches de reposo.
No, no sabemos que es lo que queda en el aire
a veces no queda ni un nombre, ni un átomo. Pero sí un gesto.
Una forma de reír, una foto vieja y marchita, un dolor
nunca ido, una respiración suave, un latido lento. Un vacío.
O un beso, entre las bocas de los vivos y los muertos.
El aire, mi viejo, es un legado sin testamento.
De ahí venimos. Ahí estamos. De ahí volveremos.
No todo lo que somos se desvanece en el aire.