La democracias integran en su interior a líneas antidemocráticas. Tales líneas sirven incluso para fortalecer el discurso democrático, opinan algunos liberales. De ahí que la mayoría de las democracias occidentales invitan a las formaciones políticas anti- democráticas a formar parte del discurso público, siendo excluidas solamente si sobrepasan las leyes, incurriendo en actos violentos.
Naturalmente, puede suceder que en condiciones de crisis políticas o económicas las anti-democracias lleguen a hacerse del poder, como ya sucedió en Italia con Salvini y la Liga Norte, en Hungría con el Fidesz de Orban, en Polonia con las posiciones clericales e integristas que lidera Kaczynski, y en Francia, siempre en jaque por el lepenismo. La democracia vive en peligro permanente y a veces sucumbe. Visto así, la contradicción que estableciera Joe Biden entre democracias y autocracias se manifiesta no solo entre países sino también al interior de cada país democrático. Y precisamente porque es así, el putinismo, vale decir, las corrientes políticas que apoyan a Putin, pueden trazar sus líneas al interior de las democracias occidentales. Ahora bien, paradojalmente el putinismo tiende a cristalizar en dos extremos supuestamente opuestos: en la extrema izquierda y en la extrema derecha. SEGUIR LEYENDO>>