Ehud Barak - LA PELIGROSA ALIANZA ENTRE EL CULTO "AL ACUSADO" Y LOS MESIÁNICOS




Ehud Barak

2 junio 2022


Trad. Oded Balaban balaban@research.haifa.ac.il



Religión, sociedad y fanatismo están en el centro de la polémica que nos desgarra en los albores de Shavuot. En este contexto, debemos considerar cinco elementos: Primero, el Estado de Israel es una sociedad moderna que lucha por consolidarse en el grupo de países líderes en el mundo en los campos de la educación y la cultura, la economía, la tecnología y la calidad de vida y mantener su carácter de Estado sionista, judío y democrático.

En segundo lugar, la historia de la resurrección de Israel tiene sus raíces en la historia y la tradición judías. La conexión con la tradición es el denominador común de las diversas tribus de la sociedad judía. Sus mensajes, tal como aparecen en la Declaración de Independencia, son el fundamento de la Constitución y la base de su actitud hacia los derechos civiles y de las minorías que habitan el país.

Tercero, el judaísmo es la religión de la mayoría en Israel, que incluye una gran cantidad de tradicionalistas e incluso secularistas que se definen a sí mismos como judíos; es comprensible que el judaísmo religioso quiera tener un impacto en la forma de vida en el espacio público, pero el límite de su influencia debe pasar por el consentimiento del individuo y / o la comunidad y por su propia voluntad. No hay lugar en Israel para la separación de la religión del estado tal como lo estipula la ley en los Estados Unidos, Francia o el Reino Unido. Sin embargo, es necesario expulsar a los activistas religiosos de la política. En este sentido se han dado pasos audaces e importantes en el último año por el actual gobierno y se necesitan muchos más.

Existe una contradicción inherente entre la percepción religiosa y la percepción cívica como fuentes alternativas de los principios de gestión del Estado y la sociedad. La contradicción radica en que para la religión la fuente de autoridad es absoluta, divina; Sus formulaciones en las Escrituras no deben ser tocadas y su interpretación fue otorgada exclusivamente a individuos, quienes han sido autorizados por los creyentes como los únicos apoderados para hacerlo. En la concepción cívica democrática, la sociedad es un mercado abierto e igualitario de opiniones y posiciones de individuos y grupos, que entran en conflicto en negociaciones y compromisos, dentro de procedimientos definidos y sujetos al imperio de la ley. Religión y política se contradicen hasta el fondo de su esencia. En general se puede decir que la religión se apoya en la santidad, mientras que la intervención de la religión en la política la profana. La política, por su parte, se apoya en la regulación del caos social con la ayuda de reglas de negociación y compromiso, que el fundamento de lo absoluto y sagrado de la religión las confunde y distorsiona. 

En cuarto lugar, la abolición del monopolio del activismo religioso sobre aspectos de la vida que tienen cabida en el discurso civil debe dar lugar a un nuevo discurso de acercamiento, tolerante y de confianza, acerca del papel de la religión y la tradición en nuestra identidad común. Y este discurso puede ser muy fructífero y prometedor.

Y quinto, que yo sepa, el desafío en los albores de estas festividades que amenaza nuestro futuro como sociedad democrática y, a la larga, el destino del proyecto sionista, no proviene de la religión y la tradición per se, que si se tratan correctamente son parte de una gran bendición, pero de otras dos direcciones: Proviene de un opaco, oscuro, desenfrenado, obsesionado y peligroso oportunismo político, que consiste en un pacto profano con la minoría mesiánica. Frente a estos dos, frente solo a ellos, debemos prepararnos, unirnos y actuar con decisión, si poseemos voluntad de vida.

El estatus del rabinato en Israel fue moldeado por David Ben-Gurion como una necesidad de la realidad, a la sombra del reconocimiento de que el Holocausto destruyó una parte importante del mundo de la Torá judía que era y es el ancla de la civilización judía, y contra fuertes presiones políticas en el momento de la creación del Estado. A lo largo de los años han crecido brechas y muros entre el público religioso y el público secular en Israel con alto grado de hostilidad y desconfianza. Esta es una tragedia dolorosa para mí, ya que la tradición y el patrimonio histórico son la fuente de nuestra identidad y nuestra conexión con este singular país. La declaración de que "no menos de lo que hemos resguardado a la Torá la Torá nos ha resguardado a nosotors" - es verdadera.

Ni la conexión con la tradición ni la religión per se amenazan a la sociedad israelí. El principal enemigo es el fanatismo mesiánico en todos sus matices.

Mi difunto padre, como huérfana, dio sus primeros pasos en la religión con el rabino Kalman Kahneman en Ponivez, cuyo maestro auxiliar era el rabino Menachem Eliezer Shach. Y pese a que finalmente se radicó en un kibutz laico, durante toda su vida conservó un respeto profundo ante la fuente del cual bebió. Como niños de 8 años que éramos, residentes de Mishmar Hasharon, acortábamos camino hacia Givat Haim vía Kefar Haroeh, en cuyo centro se levantaba e impresionante edificio de la Yeshiva de Bne Akiva del rabino Nariah. Allí nos encontramos que niños religiosos de nuestra edad, y nos parecieron no menos inteligentes que nosotros, quizás menos mocosos. Cuando me pregunté ¿cómo es que ellos son religiosos y yo no? ¿Y quién de nosotros tiene razón? Solo tenía una respuesta: sus padres son religiosos y el mío, no.

Cuando tenía unos 16 años de edad, me pregunté, ¿por qué soy judío? Y mi verdadera respuesta fue: Porque nací de dos judíos. De hecho, si hubiera nacido de dos holandeses o dos indios, probablemente habría sido holandés o indio, respectivamente. Pero luego surgió una segunda pregunta: Supongamos que naciste de padres sin religión alguna, y tuvieras que elegir entre religiones, conociendo sus historias y principios, ¿Cómo miembro de cuál te gustaría nacer? Mi respuesta fue: del judaísmo. Me parece claro que ninguna otra religión tiene una contribución tan profunda y sustancial a todo lo que es correcto, importante e ilustrado en el progreso humano universal. A medida que fui creciendo, me volví más consciente de que esta es una distinción que es importante para mí hoy, incluso más que entonces.

Hace mucho tiempo, como oficial superior del ejército, me reuní para conversar con el entonces Gran Rabino de Israel. La conversación giró hacia Bialik, escritor cuyos pies y corazón estaban profundamente arraigados en el mundo de la Torá y la leyenda judía. Y cuando me preguntó si nosotros, como niños seculares, amábamos la poesía de Bialik, le respondí que solo conocí su grandeza cuando crecí. ¿Por qué? Preguntó. Respondí que se había formado un muro entre nosotros y esa poesía, por haber sido obligados, una y otra vez, a memorizar sus largos poemas, cuya interpretación era mecánica y superficial. Entonces el rabino me dijo que estaba profundamente perturbado por el desapego de nuestra generación aquí en Israel hacia la herencia judía. Él planteó la hipótesis, siguiendo mi respuesta a Bialik, que si los padres fundadores del sionismo hubieran aprendido a no separar la religión del estado (se opuso con vehemencia a esto), sino a excluir a los activistas religiosos de la política, la actitud secular hacia el judaísmo hubiera sido más natural y respetuosa, y ellos se sentirían cercanos y orgullosos de su conexión con ese maravilloso patrimonio y lo verían como parte de su identidad.

De hecho, la conexión entre el Estado de Israel, las circunstancias de su establecimiento, de su esencia y justificación y de la tradición y memoria judías colectivas es inseparable y sin paralelo en ningun espacio del mundo y en ningún tiempo histórico. Herzl y los antepasados ​​del sionismo, intelectuales y estadistas, eran en su mayoría no religiosos. Y, sin embargo, con un instinto inicial, todos menos unos pocos, incluido Herzl, entendieron que solo en la “Tierra de Sión y Jerusalén” el pueblo que se esfuerza por renovar la soberanía política en el "Estado judío" tendría la fuerza mental para enfrentar las pruebas que aguardan a los "perdidos del desierto" surgidas de la gran siesta de generaciones.

Nuestra necesidad común hoy es reparar la grieta que se ha abierto desde la creación del Estado, y especialmente en las dos últimas décadas, y estabilizar una realidad unificadora sobre los cimientos del consentimiento, que permita una vida de sociedad laica, tradicional y religiosos -incluidos los ultraortodoxos- con respeto mutuo y coerción. Junto con la religión, la tradición y las personas que la sostienen, debemos diseñar un nuevo modus vivendi, en el que el estado asuma, en la legislación más acordada posible, la responsabilidad de las necesidades especiales de la comunidad religiosa, y reformule reglas de convivencia en el espacio público - reglas sin coerción. Estas serán reglas de vida con tolerancia para todos los matices del judaísmo, incluida la obligación de estudios de materias básicas por igual para todos, tal que permita la participación en la fuerza laboral de ultraortodoxos junto con el cierre de brechas en el nivel de vida entre seculares y ultraortodoxos, y en un espíritu de respeto por la religión y la tradición Esto es imprescindible y por tanto también posible.

¿Qué es religion? La religión no es un conjunto de creencias y costumbres, como restos descoloridos del pasado, que son irrelevantes para la vida en el mundo moderno, como piensan muchos secularistas. Las grandes religiones mantienen su centralidad en la cultura desde los albores de su existencia hasta nuestros días, porque expresan un antiguo instinto humano que conduce a la voluntad de aceptar sin apelación una autoridad sobrehumana, a fin de sostener una vida de contenido y una respuesta a cuestiones primarias y existenciales. Las creencias religiosas reflejan una profunda necesidad humana, y no es casualidad que las principales religiones sean las instituciones más longevas de la humanidad.

¿Qué es una sociedad? Es la arena en la que la realidad tiene lugar, se arremolina y cristaliza, a partir de la interacción interminable entre individuos y grupos en un proceso que crea orden social, adhesión social y evolución cultural. ¿Cuál es la diferencia entre religión y sociedad? La religión es sagrada. Junto con los mandamientos "haz" y "no hagas", es el pegamento de un colectivo de creyentes y da sentido a sus vidas. La sociedad es caótica, hecha de compromisos y acuerdos frágiles y cambiantes en el tiempo.

La religión es una esfera suprema de conocimiento de la realidad, grabada en roca y dictada desde el cielo. La sociedad se compone de personas, grupos de intereses, desacuerdos, políticas y pasiones. No es casualidad que nuestros antecesores en la cadena evolutiva, los chimpancés y otros primates, tengan una rica vida social y estén llenos de reglas. Pero no tienen religión. Porque esto no podría existir hasta que surgiera la autoconciencia y la conciencia de las penurias de la existencia humana, las cuales cristalizaron solo en nosotros, los Homo Sapiens.

La religión y la política no pueden gobernar juntas en una sociedad humana libre y funcional, y no es casualidad que todos los estados dominados por el establishment religioso de hoy en día sean dictaduras. Tal es en efecto el caso de Irán, Arabia Saudita o el Talibán, al igual que estados dominados por pseudo-religiones seculares en el pasado, tal como el comunismo y el fascismo del siglo XX, ideologías que pretenden tener la verdad absoluta y respuestas que abarcan todo y a todos los problemas – todas estas han sido necesariamente dictaduras. A veces dictaduras terribles. Porque la política contamina y degrada la religión. Y la religión, en virtud de la santidad de su respuesta obligatoria, trastorna y desequilibra la política. Y al derivar de mandamientos celestiales, contiene la potencialidad del extremismo mesiánico, que es raíz fértil para el desastre.

En Israel, encontrar un equilibrio entre las demandas de libertad, progreso e ilustración, y el estatus de la religión y la tradición, es una condición necesaria para la coexistencia a largo plazo. Tal equilibrio es un aglutinante importante entre las diversas “tribus” de la sociedad judía y una fuente correcta de la norma de tolerancia hacia los "otros", a saber, "los huéspedes extranjeros, los huérfanos y las viudas" por quienes se preocupaban los profetas de Israel. La religión que no se imponga en todos los ámbitos de la vida del individuo, desde la cuna hasta la tumba, gozará también en la mayoría secular y tradicional del prestigio que le es negado cuando se la percibe hurgando en las cloacas de la política.

Ni la conexión con la tradición ni la religión en sí amenazan a la sociedad israelí, aunque, como se dijo, es necesario "extirpar" la política de la religión y la religión de la política. El principal enemigo de la sociedad israelí es el fanatismo mesiánico que crece ante nuestros ojos, que refuerza miedos y ansiedades primarias, incita al odio, busca provocaciones, juega a manos de los enemigos de Israel y trabaja en contra del interés nacional común.

Los "Ben Gvirim" de todo tipo, los buscadores de justificación por el asesinato del Primer Ministro Yitzhak Rabin, los ultra extremistas dentro de la “Juventud de las Colinas” y entre los rabinos, y todos aquellos que no aceptan en el momento de la verdad la autoridad del estado sobre sus ciudadanos -una esencia obligatoria y no sólo un disfraz-. Los fanáticos mesiánicos, contrariamente a sus pretensiones, no son sionistas y no reflejan los valores del judaísmo y su espíritu. Están alejados remoatamente de "sus caminos son caminos agradables y todos sus caminos son de paz". (Proverbios, libro 3, §17). Son defensores de masacres, de violencias y de odios injustificados. Son los sucesores del legado de "Kamsa y Bar Kamsa" y los incendiarios de los depósitos de víveres durante el sitio de Jerusalén. Ellos son los que olvidaron todo lo que los Sabios y los grandes árbitros advirtieron generación tras generación.

De todos es conocida la posición del judaísmo frente al falso mesianismo en sus diversas encarnaciones. He aquí otro capítulo de esta saga. Para nosotros, la fuente de la legitimidad que ganan los fanáticos extremistas no es otra que el culto de los partidarios del acusado (Benjamín Netanyahu) y de su líder. Una secta pequeña pero ruidosa. Con la garganta ya ronca, se suman a los gritos hipócritas y a una campaña de incitación sin precedentes contra las instituciones y bases de la democracia y contra el primer ministro, como si el asesinato de Rabin hubiera sido borrado de nuestra memoria como nación.

El flujo de veneno en las arterias del discurso israelí es peligroso e imperdonable. El discurso tiene responsabilidades. Hay voces y hay manos que reciben órdenes por medio de ellas. Esta alianza promiscua y corrupta en sus riesgos, es lo que la sociedad israelí, en su gran mayoría de ciudadanos mentalmente sanos, debe enfrentar en todo su peso y poder. Hasta que vengan días mejores que estos.

Ofrezco esto como alimento para el pensamiento deseando felices fiestas.

NOTA: Para leer el artículo en toda su extensión, con comentarios y pies de páginas de Oded Balaban   https://drive.google.com/uc?id=1v7N0UBwAl7Zk_GpDPKcJmiBfcJkRYB1n&export=download