La desastrosa guerra de Ucrania ha puesto en evidencia una nueva Rusia. ¿Cómo pudo llegarse a una aventura tan extrema e insensata? ¿Qué ideología y proyecto nacional la han hecho posible? La ortodoxia mediática responde una y otra vez a esas preguntas, repitiendo “Putin, Putin, Putin...”. La demonización del presidente ruso pretende explicarlo todo con un pueril y maniqueo guion de Hollywood, pero ¿qué hay detrás de ese recurso?
¿Cómo se gestó la nueva mentalidad neoconservadora de la élite rusa? ¿Tiene futuro esta reacción a la “globalización cosmopolita” y a la “decadencia liberal”, reacción que se advierte por doquier, también fuera de Rusia? ¿Y cómo empalma ese particular giro ruso con el traslado de la potencia global desde el espacio euroatlántico al indo-pacífico en el que estamos insertos? ¿Cómo afecta, en definitiva, a la correlación de fuerzas global?
Uno de los que se ha planteado algunas de estas preguntas es Glenn Diesen, un profesor poco conocido de una universidad de provincias de Noruega, autor de Russian Conservatism (2021). Su perfil en Wikipedia lo presenta poco menos que como un diabólico ideólogo al servicio del Kremlin, sin embargo la simple realidad es que este autor es de los que mejor han explicado la génesis y los presupuestos de la mentalidad dominante en el Kremlin.
Diesen no explica la “Rusia de Putin”, ni mucho menos el sentir y el pulso de la sociedad rusa, sino la mentalidad y convicciones del grupo dirigente ruso y sus intelectuales orgánicos. Si esa ideología es quimera o no, si tiene raíces y futuro en la sociedad rusa o si, por el contrario, es la construcción intelectual de los acomplejados dirigentes de una gran potencia venida a menos y en búsqueda de consolidación para su régimen autocrático en crisis, es algo que solo el tiempo dirá. Pero para entender la situación presente hay que interesarse por ello, sea cual sea su verdadera sustancia.
Nueva síntesis
El nuevo conservadurismo ruso ha sido formulado como alternativa, tanto al pasado soviético como al liberalismo de los noventa. Al mismo tiempo, se quieren incorporar a la nueva narrativa nacional conservadora aspectos de ambos periodos para afirmar una “continuidad histórica” superadora de las rupturas “revolucionarias” características de la historia rusa, y consideradas responsables de tantos desastres, estancamientos y debilidades. Superar ese defecto y afirmar una dinámica de modernización y cambio armónico, orgánico, gradual, continuado y asumible por toda la sociedad, era una idea que Putin defendía ya en los primeros años de su mandato, cuando aún era un liberal-conservador occidentalista partidario de la reintegración de Rusia en la “civilización”, como se decía entonces. La idea, común a todos los llamados “demócratas” rusos –en realidad partidarios del mercado, autoritarios de mentalidad estalinoide– era que el periodo soviético había excluido a la URSS de la civilización a la que había que regresar. En su voluntad estabilizadora, Putin introducía una importante enmienda al propósito de los autoritarios de mercado rusos: lo nuevo debe construirse sobre el pasado y sin romper con él, decía .........