Apenas en diciembre, las loas hacia el "bastión de la democracia liberal en el centro de Europa", empalagaban el discurso público del mundo occidental: Angela Merkel entregaba a Olaf Scholz el testigo de una Alemania "eficiente", "competente", "madura", "seria", "socialmente cohesionada" y con "alta responsabilidad social".
Sin embargo, tan solo un par de meses más tarde, las vacilaciones alemanas en su apoyo a Ucrania muestran, por el contrario, a un gigante inmaduro que prefiere enterrar la cabeza a enfrentar la brutalidad de la guerra de agresión rusa.
A pesar de declarar un "Zeitwende", giro radical sobre el curso de la política exterior, defensa y gasto público para enfrentar los retos que impone la nueva geopolítica mundial; las actuaciones del canciller Scholz han estado marcadas por vacilaciones y repliegues en cuanto al apremiante apoyo militar a Ucrania.
El caso de los GEPARD lo ilustra bien: un día alerta sobre el peligro de una guerra nuclear si Rusia se sintiera amenazada por el envío de armamento pesado alemán a Ucrania, para al día siguiente desandar sus palabras al anunciar el envío de éstas unidades móviles de artillería antiaérea que, finalmente, resultaron obsoletas y sin disponibilidad de municiones.
La posición trastabillante del canciller alemán frente a la brutal dimensión de la guerra de agresión que se libra a solo algunos kilómetros de sus fronteras, revela un país indeciso y dubitativo ante el reto que Rusia le presenta.
El considerable respaldo público conseguido por una carta de destacados intelectuales sobre los riesgos de "intrometerse" en el conflicto, parece avalar esta percepción. Del mismo modo que la posición de uno de los más destacados filósofos vivientes, Jürgen Habermas, quien califica de "sabia" la aproximación pausada, deliberativa y prudente del canciller alemán.
Sin embargo, no son pocos los que ven al pacifismo alemán, antes entendido como una evolución madura y razonable del país que desató la mayor guerra conocida por la humanidad, como tóxico e irresponsable.
Vergangenheitsaufarbeitung
Mucho del debate público en Alemania tiene como substrato la experiencia del nazismo y el comunismo: evitar los extremos políticos que tan costosos han resultados para el país.
Por ello, el "Vergangenheitsaufarbeitung", que viene a significar algo así como la manera de "afrontar y lidiar con el pasado", es una aproximación siempre presente en esta sociedad.
Contrario a otros países europeos, los alemanes han decidido "tomar el toro por los cachos" y confrontar todo lo malo que puede haber en su pasado, en vez de esconderlo, excusarlo o justificarlo. No conozco otro país que tenga tantos monumentos a la culpa y al perdón como éste.
Precisamente porque a Alemania le pesa mirar atrás, su dinámica ha sido la de mirar hacia adelante, la de perfilar un futuro que entierre para siempre su horror histórico en favor de una sociedad democrática, abierta e inclusiva: una sociedad madura, como se le ha calificado.
Por ello, la barbaridad de la guerra rusa contra Ucrania, interpela particularmente a Alemania, tanto desde su pasado, como desde su futuro. Especialmente cuando se trata de un país contra el que las fuerzas militares del nazismo se ensañaron con toda su brutalidad.
Muchos alemanes tiene conciencia de ello y se niegan a aceptar pasivamente la guerra como si no les incumbiera.
Otra carta abierta a Scholz, publicada este 4 de mayo por un nuevo grupo de intelectuales, destaca el rol histórico que debe jugar Alemania ante el desafío que Putin le presenta a Europa y Occidente. Por el número de adhesiones que rápidamente va acumulando su expresión, puede interpretarse como representativo de una importante muestra de la sociedad alemana. Por la calidad de quienes la promueven, se puede inferir que se trata de segmentos más jóvenes y audaces de esa sociedad.
Esta es la Alemania que cree que, para lograr negociaciones de paz que no se basen en la sumisión de Ucrania al imperialismo ruso, deben fortalecerse sus capacidades de defensa mientras se debilitan al máximo las capacidades ofensivas de Rusia; es decir, el suministro continuo de capacidades militares a las fuerzas ucranianas para enfrentar efectivamente a las fuerzas invasoras en el terreno, así como la ampliación de sanciones económicas al sector energético ruso para impedir el financiamiento de la agresión. Abstenerse de enviar armas convencionales a Ucrania, no hará más que incentivar al Kremlin hacia nuevas agresiones.
Esta es la Alemania que entiende que es del interés primordial de Europa, del Occidente en general, por encima de cualquier otra consideración, impedir el éxito de la guerra de agresión rusa. El objetivo declarado de Putin es la destrucción de la Nación ucraniana. Este objetivo le ha sido arrebatado a Putin gracias a la decidida resistencia y voluntad de sacrificio de la sociedad ucraniana en su conjunto. Sin embargo, el objetivo recalibrado de Putin de conquistar un nuevo espacio territorial desde Charwick hasta Odesa, es igualmente inaceptable.
Esta es la Alemania que cree que la convivencia pacífica y el trabajo conjunto entre las Naciones, solo puede garantizarse mediante el respeto a la soberanía de los Estados y el respeto a los derechos humanos como principios fundamentales. De triunfar el "revisionismo armado" de Putin en Ucrania, aumentaría el peligro de desatarse una nueva guerra sobre territorio de la OTAN, de consecuencias impredecibles.
Esta es la Alemania que cree que no es con concesiones que se aplacan las amenazas del Kremlin de una guerra nuclear, parte de la guerra psicológica de Putin, sino implantando métodos igualmente poderosos de disuasión soportados sobre la determinación y unidad política entre los países de Europa y Occidente.
Hoy, como nunca antes, está en juego la convicción alemana sobre su sentencia histórica del "jamás de nuevo" (nie wieder) con el que Alemania decidió enfrentar su futuro.