De pena sobrevive la hora
se quiebra en la palabra
sola en el centro de la negra noche.
Una vida y otra y otra y más
esta vida, esa vida
aquella también extirpada a quema ropa
tirada en el andén
sin alcanzar su grito el agudo silbato
de un tren a toda prisa,
un tren que huye.
Vida sin número Señor, como Tú
a quien no sé si invocar para conocer
o conocerte he de para poder invocarte
¿o acaso será alabanza
el canto de una voluntad
tan cierta como la guillotina
imposible de detener en su caída
sobre el que da la espalda y se va?
Señor, ¿qué rabia se propaga voraz sobre la estepa arropando continentes con la inocencia de cenizas invernales, por estos caminos, Señor, tus caminos?
Y no veo nombres
y no terminan los números
y sobre el silencio se dice que ni la muerte anduvo.
Aparecen y reaparecen crueles máscaras y muñecas rotas. Habrá un quejido que sobreviva
como mueca de un último gesto,
un dolor que no quiso escapar humillado entre las sombras, que me permite ser
en esta burla del recuento
olvidando la caída a ese vacío ocupado por todos los seres, los que claman a ti Señor,
los sin número,
los que caen al fondo donde todo se pierde y se olvida, donde volvemos con el anhelo de un comienzo, donde aquel perfil de la grieta en la palabra
no cambia abriendo las puertas de la negra noche,
las únicas puertas siempre abiertas
siempre ignoradas.
Allí, donde la vergüenza no me sobrevive,
ruego que aquel único diminuto gesto
sea último asombro
ante la desconocida muerte
y que mi llanto no opaque, Señor,
el rastro final de una sonrisa
columpiándose por última vez
antes de sellarse en la rigidez de la piedra.
Pero, ¿a quién le sangra mil millas a la redonda ese golpe inesperado de la piedra en los pequeños labios? ¿Quién podrá verse salpicado
por la insignificante gota que rompe en el último adiós como puñalada a cielo abierto?
¿Cuántos corazones quedarán acorralados
en la desesperación de la escapada
por esos míseros caminos
que solo míseros mortales habrán de recorrer?
10 de abril del 2022