Manuel Vilas - A SANGRE Y FUEGO

 


Ninguna democracia occidental auxilió a la República española en los meses que siguieron al 18 de julio de 1936 y al final Franco entró en Barcelona en enero de 1939 como Pedro por su casa. Hitler invadió Polonia porque la creía suya. Putin pretende anexionarse Ucrania porque también la cree suya. Volvemos a la Historia como un ejercicio de sangre y fuego y de hechos consumados. Pero que nadie se engañe, el mundo que queda después de la agresión de Putin al orden internacional consiste en una amenaza permanente a la cultura y a las democracias occidentales. El enemigo de Putin son las clases medias europeas y su prosperidad económica. De modo que Putin va a por todos nosotros. Ni Francia, ni Alemania, ni Italia, ni España, ni siquiera Estados Unidos, mandarán tropas a defender Ucrania, porque la Unión Europea está en otro momento de la Historia, en una evolución política e ideológica en donde el concepto de guerra y de derramamiento de sangre nos resulta repugnante e inaceptable. Pero para Putin no es repugnante la guerra, sigue siendo un buen instrumento de acción política, y Putin sabía que ningún país civilizado iba a arriesgar la vida de tan solo uno de sus ciudadanos, aunque estos fuesen soldados profesionales.

El valor de la vida para nosotros es sagrado. Para Putin no lo es. También Franco sabía que al final las democracias occidentales tragarían con el franquismo. Lo sentiremos por Ucrania, porque su deseo de modernidad y de progreso, que pasaba por acercarse a Francia y Alemania, ha sido descabezado por un posestalinista cuya concepción del mundo es la esclavitud, el chantaje, la opresión y la muerte. La noche medieval regresa a Europa. No habrá ningún Lord Byron que vaya a luchar por la independencia de Ucrania. Si la bestia se conforma con Ucrania, estamos a salvo, eso pensamos, de momento. Putin esgrime como justificación a la OTAN, pero la OTAN hoy parece más la seguridad privada de una urbanización de lujo que un ejército eficaz. A Putin la OTAN le viene que ni pintada. Medievalismo, comunismo, estalinismo, tanques, bombas, ejército, eso nos trae este hombre. Pero que sepan las clases medias europeas, es decir, todos los lectores de este artículo, que Putin les amenaza y amenaza su estilo de vida, que es en realidad lo que este hombre no soporta. No soporta la prosperidad, el crecimiento económico, la extensión de la cultura, las sociedades críticas que cuestionan el poder político. No soporta el periodismo libre, las novelas, las películas, las colonias, las playas, los hoteles, los zapatos nuevos, los besos de los homosexuales en la calle. No soporta el concepto de ciudadanía basado en el placer y el lujo de vivir. No soporta la democracia.

En realidad es un pobre hombre que no ha entendido nada. Ve la prosperidad económica de los países occidentales como una humillación. En vez de modernizar el modelo económico de Rusia elige el caos internacional y la conspiración contra aquellos países que se esfuerzan en crecer de manera legítima. Rusia es un fracaso económico, un país retrasado, pero conserva un ejército tan obediente como antiguo, una estructura estalinista del poder militar. Es lo único que tiene: la capacidad de hacer morir a los suyos por nada. Es verdad que Ucrania ha caído, pero la guerra final la va a perder Putin, porque esa guerra no se va a librar con tanques y bombas sino con ideas. El error de Putin es el de siempre, el mismo que Unamuno esgrimió contra Franco: venceréis, pero no convenceréis.

La aberración bélica de Putin procede de 70 años de comunismo. Es el comunismo el que ya solo tiene expresión armamentística. No sabemos decirlo, porque la utopía comunista —ese malentendido que ahora apesta a putrefacción— aún sigue teniendo crédito. El comunismo crepuscular produce criaturas estrafalarias y patéticas, como Maduro o Putin, pero aún hay intelectuales delirantes que compran esa mercancía ideológica porque creen que así se oponen al imperialismo estadounidense. Es un mal análisis, habida cuenta de que Trump siempre ha aplaudido a Putin, siempre ha admirado a Putin, y a Trump le gustaría ser Putin. No lo es porque Estados Unidos es una democracia y Rusia no. Trump nunca tuvo el poder de Putin. Por eso, las democracias están amenazadas. En realidad, una democracia siempre estará amenazada mientras haya países que no sean democracias, de la misma manera que un régimen autoritario estará amenazado por una democracia. La insoportable superioridad moral de las democracias occidentales amenaza a la Rusia pos-soviética. La mejor medida que se ha tomado contra Putin es cancelarle sus cuentas bancarias personales en el exterior. No hay mayor condena que obligar a Putin a vivir dentro de la maravillosa Rusia que ha creado lo que le quede de vida. Lo mismo le pasó a Franco, toda la vida veraneando en la maravillosa España franquista. Aunque hoy suframos, la historia barrerá a Putin, y prevalecerán la belleza del mundo y la bondad de los pueblos. (El País)

Manuel Vilas es escritor.