Discurso de Annalena Baerbock (ministra del exterior de Alemania) en las Naciones Unidas (01.03.20022)

 





Hace unos días, en un andén de metro en Kiev nació una niña. He oído que se llama Mia. Su familia tuvo que buscar protección, al igual que millones de personas en toda Ucrania. Protección de las bombas y los misiles, los tanques y las granadas. Viven con miedo, viven con dolor. Están obligados a separarse de sus seres queridos. Porque Rusia ha iniciado una guerra de agresión contra Ucrania.


Señoras y señores:

Creo que la votación de hoy trata de Mia. Trata del futuro de nuestros hijos. Trata de un futuro que podamos determinar nosotros mismos. Estoy aquí ante ustedes en cuanto ministra de Relaciones Exteriores de mi país, pero también como alemana que ha tenido el increíble privilegio de criarse en paz y en seguridad en Europa. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, tras una guerra cruel iniciada por la Alemania nazi, hace 76 años se fundaron las Naciones Unidas para salvaguardar la paz y la seguridad. Se fundaron, así reza la Carta, para “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”. Con ello se refiere a mi generación, pero también a la generación de Mia.

Los principios de las Naciones Unidas constituyen el marco de nuestra paz: de un orden establecido sobre la base de normas compartidas, el Derecho internacional, la cooperación y la resolución pacífica de conflictos. Rusia ha atacado brutalmente ese orden. Y por ello esta guerra no solo trata de Ucrania, no solo de Europa, sino de todos nosotros.

La guerra de Rusia significa una nueva era. Nos encontramos en una encrucijada. Las certezas de ayer ya no tienen validez. Hoy estamos confrontados con una nueva realidad que ninguno de nosotros ha elegido. Es una realidad que nos ha impuesto el presidente Putin.

La guerra de Rusia es una guerra de agresión. Y su base son mentiras infames, que hoy ha vuelto a repetir en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas el ministro de Exteriores Lavrov. Dice usted que actúan en defensa propia. Pero el mundo entero ha visto cómo, durante meses, han estado movilizando a sus tropas para preparar este ataque. Dice usted que Rusia actúa para proteger a las personas rusohablantes de agresiones. Pero hoy el mundo entero ve cómo bombardean ustedes las casas de ucranianos y ucranianas rusohablantes en Járkiv. Dice usted que Rusia está enviando tropas de paz. Pero sus tanques no llevan agua, sus tanques no llevan alimentos para bebés, sus tanques no llevan la paz. Sus tanques llevan la muerte y la destrucción. Y en verdad abusan de su poder como miembro permanente del Consejo de Seguridad. Señor Lavrov, puede usted engañarse a sí mismo. Pero a nosotros no nos engaña. No engañará a nuestros pueblos; y tampoco engañará a su propio pueblo.

Señoras y señores:

La guerra de Rusia marca una nueva realidad. Cada una y cada uno de nosotros debe adoptar una decisión decidida y responsable y tomar partido. Mi país ha incrementado su apoyo a Ucrania con medicinas, alimentos, ayuda humanitaria y cobijo para los desplazados. Lo están haciendo muchos de los que están aquí hoy. Y lo celebro mucho.

Nos llegan rumores –también en esta sala- de que personas de origen africano que están huyendo de Ucrania están sufriendo discriminación en las fronteras de la UE. Esta mañana he estado en Polonia. Y mis homólogos polaco y francés y yo misma hemos dejado bien patente que todo desplazado debe recibir protección, al margen de su nacionalidad, origen o del color de su piel. Nos hemos decidido a apoyar militarmente a Ucrania: para que, en consonancia con el artículo 51 de nuestra Carta, pueda defenderse del agresor. Alemania tiene plena consciencia de su responsabilidad histórica. Por ello, hoy y por siempre, nos declaramos firmes defensores de la diplomacia y siempre buscaremos soluciones pacíficas. Pero cuando nuestro orden pacífico se ve atacado, debemos afrontar esta nueva realidad. Debemos actuar con responsabilidad. ¡Y por ello hoy, unidos, debemos defender la paz!

Cuando en los pasados días hacía llamadas telefónicas por todo el mundo, oí decir a algunos de mis homólogos y homólogas: «Ahora queréis nuestra solidaridad con Europa. Pero, ¿acaso estuvisteis con nosotros en el pasado?» A ustedes quiero decirles con toda claridad y honestidad: Puedo entenderlos. Podemos entenderlos. Y creo sinceramente que siempre deberíamos tener la voluntad de reconsiderar de forma crítica nuestras propias actuaciones, nuestro pasado compromiso en el mundo. Yo estoy dispuesta a ello.

Pero ahora se trata del presente. Se trata de familias que buscan protección en andenes de metro porque sus casas han sido bombardeadas. Se trata de la vida y de la muerte de la población ucraniana. Está en juego la seguridad de Europa. Está en juego la Carta de las Naciones Unidas. Casi todos los países representados aquí tienen un vecino más grande y más poderoso. Se trata de todos nosotros, señoras y señores.

Y por ello les ruego encarecidamente a todos ustedes que defendamos unidos la paz y votemos a favor de la Resolución presentada. El obispo Desmond Tutu dijo en su día: «Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor.» Hoy todos nosotros tenemos que decidir. Entre la paz y la agresión. Entre la justicia y la voluntad del más fuerte. Entre actuar y apartar la vista.

Cuando después de la votación nos marchemos a casa, todos volveremos a sentarnos a la mesa con nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros amigos, nuestras familias. Y será entonces cuando cada uno de nosotros tendrá que mirarles a los ojos y decirles qué decisión hemos tomado.