Mientras la Convención da por hecho de que Chile es un país plurinacional, la bandera chilena flota en todo Iquique pidiendo no menos sino más estado central. Se podría alegar que esas banderas las flamean sólo “los fachos”, que la izquierda tiene muchas banderas, que justamente eso te hace de izquierda hoy, preferir cualquier bandera menos esa que usan sin piedad los bots de ultraderecha en las redes.
Esa bandera, que le están regalando a la derecha, es la que los exiliados poníamos en los muros de Estocolmo, Caracas o Toronto. Es la bandera detrás de los escenarios de nuestros actos de solidaridad con Chile. Es la bandera por la que murieron fusilados, y torturados demasiados chilenos. Es la bandera también de los que torturaron y los que mataron. Eso le da mayor valor aún: cuando militantes y militares contrarios se reconocen en un mismo símbolo, ese símbolo se convierte en algo más que la suma de sus partes. Es la bandera roja de los socialistas y los comunistas, y la azul de UDI (y la DC) y la blanca de los piden que acaben los disparos de lado a lado cuando estos parecen imparables. Una bandera en que ningún partido gana del todo, en que todos son parte de una misma armonía, cada uno en su rincón del espacio.