Anton Julian - LA MIRADA (2010)

 



La mirada, menos de cuatro segundos que cruzó el viejo poeta

con la erguida, altiva y anciana transeúnte

La mirada que no solo delató la misma edad del calendario

de dos que habían vivido muy cerca sin saberlo 

Sin conocerse jamás: dos vidas gemelas e ignoradas.


Reveló antes que nada la indesmentible certeza

de que sin suponerlo ambos compartían un mismo signo:

esa luz azul acuosa que solo saben llevar con dignidad

los que provienen del linaje de los piscis sin acuarios


los mismos que no han abandonado del todo

la condición líquida y no etérea que algunos teólogos 

del neuma sagrado asignan sin ninguna prueba 

a la pobre y contradictoria condición humana.


Podría ser incluso el color del agua cuando el mar no existía

antes de que el severo gesto de la mano bíblica cometiera 

el imperdonable error de separar en su propio lecho 

a las tinieblas de la luz, las que nunca más dormirían abrazadas.


Tal vez la seguridad de compartir el misterio de un secreto

Haber contemplado en sueños la visión de algo que no existe

Esa malvada seguridad no revelada a ningún profeta

El testimonio de que en el uni-verso hay de verdad un solo verso

imposible de ser recitado por nadie sin arriesgar el cuerpo.


La demostración de la existencia de una estrella diurna

La que puede estallar en el cruce no premeditado

de dos miradas entre dos pobres y simples destinatarios:

Entre dos tristes viejos y una sola mirada.


No fueron más de cuatro segundos en solidaridad compartida

frente al resto de los pocos días que a ambos falta caminar  

¿y por qué no pensarlo? ¿y por qué no decirlo?

una extraña complicidad tangueada al compás de dos bastones 

alejándose cada vez más del lugar donde como una flor de calle

apareció sin anuncio previo la verdad sin piedad ninguna

grabada sobre la piedra que no pudo (o no supo o no quiso)

ocultar esa mirada.