Alyona Getmanchuk - ¿QUÉ ES LO QUE LOS UCRANIANOS PEDIMOS?


Es una pena que Ucrania permaneciera en buena medida ausente de las conversaciones de la semana pasada entre diplomáticos estadounidenses, europeos y rusos. Sobre todo porque lo que está en riesgo es nuestro futuro, y lo que Kiev pide podría sorprenderlos.

Nuestro país no está rebosante de esperanzas por la llegada de un defensor de Occidente ni tampoco por un rescate de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en caso de una invasión rusa. Lo que queremos de los aliados occidentales que comparten nuestro deseo de convertirnos en una verdadera democracia libre del yugo ruso es ayuda para prepararnos para la guerra y, si Moscú invade, tener una oportunidad de resistir.

Aunque los ucranianos agradecemos que los líderes estadounidenses se esfuercen en decir: “Nada sobre Ucrania sin Ucrania”, eso no es lo que ha sucedido realmente. Nuestra voz a menudo se pierde en medio de las andanadas retóricas que intercambian Estados Unidos, sus aliados de la OTAN y Rusia.

Para ser claros: una conversación no es una “conversación” cuando tienes un arma en la cabeza. Y eso es lo que nos está pasando ahora en Ucrania.

Mientras las conversaciones en Ginebra y Bruselas se llevaban a cabo, Rusia envió helicópteros militares a la frontera con Ucrania y ejecutó nuevos ejercicios militares en las regiones rusas que colindan con Ucrania. Esto sucedió después de que Moscú concentrara alrededor de 100.000 soldados en la frontera; también hay informes de que desde otras partes de Rusia se están trasladando equipo y personal militar hacia la frontera.

Invada o no, lo más probable es que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, use esa acumulación de tropas para forzar a Europa y Estados Unidos a renegociar el equilibrio de poder en el continente.

Pero no somos el balón en un juego político de fútbol. Los líderes occidentales deben recordar que la verdadera víctima de esta historia es Ucrania. Es inquietante que las conversaciones, al menos en apariencia, hayan abordado las preocupaciones de seguridad de Rusia, el país agresor, a pesar de que las nuestras debían ser la prioridad. Los líderes occidentales tienen que evitar una situación en la que haya más vías para el diálogo que vías para disuadir a Rusia. Y en este momento esa es la situación.

Por supuesto, la diplomacia es fundamental, y todos sabemos que a menudo la realpolitik es la que manda. Pero también es ingenuo suponer que Rusia negociará de buena fe. Estados Unidos, por ejemplo, acusó a Moscú de enviar saboteadores al este de Ucrania para orquestar un incidente que podría darle a Putin un pretexto para invadir.

Por lo mismo, las conversaciones deberían haber estado acompañadas de acciones claras para mejorar la resistencia de Ucrania, como proveer seguridad adicional y asistencia militar en defensa aérea, específicamente.

Ucrania no está pidiendo que Occidente la defienda. Más bien, está pidiendo ayuda para prepararse y así reforzar nuestra capacidad militar. Además, la mejor manera de defender a Ucrania es proteger doctrinas y valores occidentales, como el principio de “cero esferas de influencia”, que impide que los países grandes dominen a sus vecinos, y la política de “puertas abiertas” de la OTAN, con la que se acepta la postulación de nuevos aspirantes a integrarla. Debe continuar la cooperación cercana entre Ucrania y la alianza, así como la realización de ejercicios militares, que mejoran la capacidad del ejército ucraniano para trabajar con los Estados miembro de la OTAN y también le recuerdan a Rusia que Ucrania no está sola.

Aunque entendemos el debate sobre los riesgos de admitir a Ucrania en la OTAN, también debería haber una discusión entre los Estados miembro sobre los riesgos de no hacerlo. Rechazar la adhesión de Ucrania podría darle a Rusia la idea de que tiene derecho de veto en la OTAN o que instigar conflictos en otros países que intentan ingresar en la alianza le beneficia.

Eso es lo que pedimos. Y, mientras tanto, nos estamos preparando para lo peor.

Hasta hace poco, las encuestas indicaban que buena parte de los ucranianos a lo que le temían era al aumento de las tarifas de los servicios públicos y al deterioro de la economía, y menos de la mitad consideraba que una guerra fuera posible. Eso se debe a que, pasados casi ocho años desde la agresión de Putin al país, los ucranianos se han acostumbrado a su (lamentablemente) exitoso uso de la insinuación de conflicto como táctica para empezar a negociar con Occidente en sus propios términos.

Ahora, sin embargo, los ucranianos están cada vez más preocupados por la posibilidad de una nueva invasión. No creen que un diálogo con Putin sea productivo, lo que significa que Rusia consideraría la acción militar como la única forma de hacer que Ucrania vuelva a la esfera de influencia de Moscú. Estas preocupaciones se reflejan en mi trabajo en un centro de pensamiento aquí y en conversaciones con amigos y familiares.

No sorprende que un tema popular en estos días sea cómo unirse a las unidades civiles de “resistencia” para reforzar a las fuerzas armadas en caso de una invasión. En las vallas publicitarias en muchas ciudades ucranianas y en las carreteras hay mensajes que instan a las personas a unirse a las filas, con un número de teléfono para alistarse. He visto circular en Facebook publicaciones sobre la necesidad de dejar listo un bolso de emergencia con artículos esenciales para cuando comience una invasión.

Incluso en Kiev —que se ha considerado un refugio casi seguro, a distancia de la guerra en el este y de Crimea, que permanece ocupada— hay nervios por los temores de que Putin pueda atacar a Ucrania.

Mientras duraron, las actualizaciones de las conversaciones diplomáticas dominaban las noticias por las noches y animaban las conversaciones de Facebook. Pero, como indica una de nuestras encuestas, la mayoría de los ucranianos están convencidos de que Putin continuaría acosando a Ucrania incluso si el país renuncia a sus esperanzas de unirse a la OTAN o la Unión Europea en el futuro.

Los líderes occidentales presentes en las mesas de negociación deberán recordar que los ucranianos merecen la posibilidad de planear sus vidas según sus propias aspiraciones y no a partir de las obsesiones imperialistas de Putin. Y también harán bien en recordar que el fracaso de Ucrania no solo sería una victoria para el régimen de Putin, sino también significaría un golpe para la democracia global (NYT)

Alyona Getmanchuk es la directora del New Europe Center, un centro de pensamiento enfocado en fortalecer los vínculos entre Ucrania y Europa.