La elección de Gabriel Boric como presidente de Chile se produjo tras dieciséis años de alternancia entre los liderazgos de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, cuya acción de gobierno terminó vaciando de legitimidad a las dos coaliciones que dominaron la transición chilena: la Concertación (centroizquierda) y la Alianza por Chile (centroderecha). Ambas coaliciones se quedaron, por primera vez desde la restauración democrática, sin opción propia en la segunda vuelta presidencial del 19 de diciembre pasado. Paradójicamente, la elección que deja desahuciados a ambos actores de la transición terminó jugándose en la oposición entre «pinochetismo» y «comunismo», reviviendo en la puja electoral el viejo clivaje del plebiscito del «Sí» y el «No». La adhesión a Gabriel Boric puede entenderse como una mezcla de rechazo al pasado pinochetista encarnado por Kast, pero también como una apuesta a futuro. Desde esa perspectiva es también y en buena medida el voto del «apruebo» a la Convención Constitucional.
Apruebo Dignidad, la coalición entre el Frente Amplio, el Partido Comunista y otras fuerzas menores, posee hoy tres ventajas sobre las destartaladas fuerzas políticas tradicionales. Primero, sintoniza muy bien con el clima de época caracterizado por un Chile feminista, verde, joven y más justo. En segundo lugar ......