Entre la materia oscura y el espíritu divino,
o entre el agua bendita y el vino tinto,
o entre tus ojos de cielo y la cintura caliente,
avanza mi ser caminando y silbando hacia la nada.
Por pura mala suerte, dios o quien lo represente,
nos puso justo en el medio. Y ahí estás tú. O yo.
Buscando a través de las letras tardías del invierno,
un sentido al destino, un suceso milagroso
que nos salve del abismo, aunque sabemos,
los dos, que hasta ese abismo es una pregunta
sin respuesta, sin eco, sin materia y sin voz.
Entonces, ¿qué nos queda?
Resulta asombroso decirlo en estos tiempos que vivimos:
Así como se ven las cosas, solo nos queda el amor.