Hay un tiempo-tiempo, donde los tiempos se cruzan.
Los de las lenguas malas lo llaman locura,
los de las buenas, algo así como ensoñación,
los que vivimos mojados en medio de la tierra
lo llamamos simplemente ritmo: un ritmo sin son.
Es el tiempo de la selección natural de las cosas
cuando la realidad yace empozada
en los recuerdos y los intentos vanos
por asomar la cabeza hacia la luz, ya no serán.
Es también el tiempo de las renuncias,
cuando lo querido y lo sufrido será cobrado y pagado.
A ese tiempo yo lo defino como el tiempo de la garúa,
el de la garúa, mona amada. Y te lo voy a decir por qué:
Porque no es lluvia, porque no es agua total,
porque su liquidez es tenue como la vida es,
porque lo que se fue, apenas será un silencio
y todo lo que vive y respira, desaparece en el aire.
Porque no es oscuridad, también es algo más.
A esos días, desde mi ventana yo solo los miro
y digo: garúa, la vida no es más que eso: garúa.