EL17 al 19 de septiembre se celebrarán en Rusia elecciones generales, las octavas desde la desintegración de la Unión Soviética. La pregunta clave de las elecciones parlamentarias rusas no es qué partido ganará los comicios: Rusia Unida renovará su dominio de la Duma con una mayoría simple o absoluta. Los principales objetivos del Kremlin son obtener la victoria de dicho partido (a pesar de que su popularidad está en mínimos históricos de un 27%), conservar su statu quo dominante en el sistema político ruso y abrir el camino hacia la reelección de Vladimir Putin en las elecciones presidenciales de 2024.
La cuestión esencial en estas elecciones legislativas de 2021 es si sus resultados garantizarán la transformación política que el Kremlin emprendió en 2020 con cambios constitucionales para asegurar la reelección de Putin hasta 2036 y la consolidación de su poder personal. Pero la transformación busca preparar al país para una inminente crisis económica, demográfica y sociopolítica, y para una transición al post-putinismo. La transformación política ya está diseñada institucionalmente, pero su éxito o fracaso dependerá de las luchas internas de las elites políticas y los oligarcas rusos, por lo que es imprevisible. Rusia está en transformación ininterrumpida desde el colapso del comunismo en 1991, pero no ha conseguido un modelo aceptable para el régimen y la ciudadanía, como tampoco para la comunidad internacional, porque el Kremlin está blindando el sistema político, no desarrollándolo.