Ahmet Insel - La Turquía de Erdoğan: UN AUTORITARISMO ELECTIVO Y AUTOCRÁTICO

A comienzos de la década de 2010, durante los primeros meses de los levantamientos contra los dictadores en los países árabes del Magreb y Oriente Medio, la diplomacia de los países occidentales y gran parte de la prensa señalaban a Turquía, gobernada desde 2002 por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (akp, por sus siglas en turco), como ejemplo de un «islam moderado y democrático» en el que los países arabo-musulmanes deberían inspirarse. Los editores de la revista Time habían seleccionado a Recep Tayyip Erdoğan, el líder del akp, entre los candidatos a Personaje del Año 2011. Justificaban su elección en estos términos: «Reelecto para un tercer mandato sin precedentes, [Erdoğan] ha convertido a Turquía en el segundo país con el más rápido crecimiento después de China; fomenta la democracia laica en Egipto y Túnez» y representa «un modelo para los islamistas en ascenso» en esas posdictaduras. Para el semanario liberal, Erdoğan, «un aliado clave de Estados Unidos con un compromiso fuerte con la otan [Organización del Tratado del Atlántico Norte]», jugaría un papel cada vez más preponderante en la región en los años venideros, en el contexto de «la rebelión árabe, la retirada estadounidense de Iraq y la creciente tensión internacional en relación con Irán»1.

Diez años después, Erdoğan era mencionado por los mismos medios, junto con Vladímir Putin y Xi Jinping, como el tercer jinete del apocalipsis autocrático o un nuevo sultán. Sumando a esta lista a Donald Trump, los observadores europeos llamaban la atención sobre estos «nuevos amos del mundo» que solo creían en las relaciones de fuerza. Confirmando parte de lo previsto por Time sobre el lugar cada vez más importante que jugaría en la escena de Oriente Medio, no mediante la utilización de su soft power sino ejerciendo esta vez la fuerza más brutal y una diplomacia de chantaje, Erdoğan es señalado con el dedo como el ejemplo mismo de esos hombres fuertes que forman parte del «club de los rudos».

Este cambio espectacular en la apreciación de la personalidad de Erdoğan en menos de diez años parece excesivo. ¿Acaso no se encontraba ya en una pendiente autoritaria en 2011? Pero además, mencionar hoy a Erdoğan, el hombre fuerte de Turquía, junto a Putin, Xi y Trump, ¿no es sobreestimar su poder, así como el estatuto internacional de su país? ¿No debería considerarse más bien a la Turquía de Erdoğan como una potencia mediana, cuya agresividad y audacia son posibles por la crisis de liderazgo internacional en la región, un país gobernado de manera brutal por un autócrata surgido de elecciones, económicamente inestable y socialmente muy frágil? La Turquía de hoy se ubica en un nivel intermedio en la escala de las antidemocracias2: el de los nuevos autoritarismos.


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