José Joaquín Brunner - CHILE: ESPERANDO A LOS BÁRBAROS


Recuerdo bien cuando hace algunos años un colega, muy decididamente de izquierdas, me dijo: “no entiendo esa obsesión tuya con las élites y tu tesis de que estaríamos a las puertas de su inevitable renovación, sobre todo de la elite política, cuando en realidad ahí seguirán eternamente los mismos de siempre, o bien, si logramos que se vayan, desaparecerán para siempre”. Puedo imaginar cómo tras el 18-O, con el estallido, mi colega saboreó la victoria. Y hasta hoy está viendo desaparecer los últimos vestigios elitarios de la faz de la sociedad, para dar paso a la espléndida igualdad del pueblo, sin odiosas jerarquías ni privilegios ni abusos.

Sin embargo, la que él llamó generosamente “mi tesis” sigue en pie, a mi entender, y se confirma y renueva cada día.

Hace un año me preguntaba aquí mismo en qué situación se encuentran las elites chilenas. Unos meses después comentaba la cuestión de si las elites solo circulan o pueden suprimirse, inclinándome hacia la tesis tradicional de la sociología; cual es, que el personal de las elites cambia, pero las posiciones de elite permanecen o se recrean, incluso despues de las revoluciones. En sucesivas incursiones, antes y después del estallido, abordé además el tópico de las elites políticas, las elites profesionales del mundo civil y militar, la elite mediática creadora de  opinión pública, llegando incluso a explorar —en medio de un cuadro de rápido desvanecimiento de la vieja elite concertacionista— mi propio lugar en el crepúsculo de un ciclo que inexorablemente va quedando atrás.

Pues bien, aquí estamos. Frente al observador se despliega un gran fresco por donde circulan las nuevas elites que entran y aquellas que, ya cumplido su ciclo, salen y se van. Tiene algo de drama histórico todo esto, como una obra de Shakespeare. Para quienes están en la primera línea de rotación, el asunto es existencial, sea que pertenezcan al ámbito de la política, la economía, las comunicaciones, la religión, el arte, la academia o las profesiones. Han arribado a la tercera o la cuarta edad de cualquiera de esas élites y deben dar paso al futuro. Por el contrario, para quien observa y registra los sucesos del día desde cierta distancia, como hago yo —en calidad de observador comprometido— la visión es fascinante, sobre todo si aquel tráfico humano es mirado con suficiente perspectiva del tiempo.

¿Qué aparece, entonces, en la esfera política, siempre poblada por actores en conflicto, choque de intereses e ideas, partidos y fracciones en competencia, despliegue de liderazgos y maquinaciones del poder? Especialmente ahora, que Chile se encuentra agitado todavía por el remezón del 18-O, con una crisis de gobernabilidad latente, un gobierno débil, movimientos sociales empoderados, fuerzas políticas fragmentadas, fluidas coaliciones de partidos en tren de crearse o desaparecer, y un intenso ciclo electoral por delante. Además, vivimos un momento constituyente  que, a pesar de todo, va abriéndose paso, aunque con principios de legitimidad en pugna; aquel del 18-O versus otro del 15-N. La suma de estos elementos mantiene a la sociedad bajo el peso de grandes interrogantes, con el balance del poder en vilo y con una fuerte incertidumbre frente a sí.    SEGUIR LEYENDO>>