Como siempre pasa, los pueblos sorprenden. En democracias y en autoritarismos se expresan. El turno ahora le tocó a Cuba, de donde no se esperaba, aunque también los pueblos envían señales antes de manifestarse. En la isla, vienen desde antes del movimiento San Isidro. El mítico G2 no resultó tan bueno como lo promociona cierta opinión venezolana “que tiene kilometraje”, para justificar su inercia en la política. La conciencia de los individuos que se expresa en movimientos sociales no es controlable por G2 o Stasis, aunque puede intimidarse. Una cosa es la superficie de la represión, y otra lo que, parafraseando a Mariano Picón Salas al hablar del pueblo de Venezuela, es el “enigma de los pueblos”.
No conozco sobre Cuba. A la isla la observé con distancia e indiferencia, aunque es parte de nuestros países a pesar de su gobierno dictatorial. No favorecí -ni favorezco hoy- la política de sanciones o aislamiento. No vi mal el acercamiento de CAP con el régimen de Castro pero eso cayó en la inercia, como muchas cosas en política. Me agradó la idea de incorporar a Cuba a los foros regionales para confrontarla en temas de derechos y democracia, por ejemplo, más que estigmatizarla en una suerte de “cordón sanitario” que si de cambiar la forma de gobierno autoritaria en el país de las Antillas se trata, no tuvo ni ha tenido éxito, pero justifica a “los halcones” de los EUA y ahora los de Venezuela.
La Revolución Cubana tampoco fue una referencia política para mí, aunque fue una revolución muy felicitada en su momento, para muchos justificada porque Cuba era “el burdel de los EUA”, y Fidel elogiado no solo por intelectuales, sino por grandes capitales que veían el “mercado” en la tierra de Martí. No soy de esa generación ni de sus herederos de los 70-80’s. No me atrapó el liderazgo de Fidel o el mito del Ché. El último fue convertido en mercancía para Occidente. Pero el liderazgo de Fidel –aunque hoy se niegue en Venezuela- hipnotizó a mucha gente. Realmente impresionante la capacidad de seducción de Fidel.